El amor a una madre permanece eternamente en el corazón de sus hijos.
En nuestra vida comprobamos cómo las amistades que creíamos más
fuertes se van perdiendo con el paso del tiempo. Eso no significa que el amor
verdadero no exista ni que podamos establecer una amistad de amor con otro
persona. Pero existe un ser que siempre va a estar a nuestro lado, que nos
acompañará durante la vida y nos seguirá acompañando más allá de la muerte, esa
persona que nos profesa un amor verdadero, que nos envuelve en cariño, apoyo y
protección, esa persona es nuestra madre.
Hoy es el séptimo aniversario de la muerte de mi madre, en la noche
de Reyes nos dejó. Por muchos años que pasen siempre vivirás en mi corazón,
sabiendo que el amor de una madre es infinito y porque a pesar de que haya
pasado el tiempo siempre seguiré teniéndolo en donde quiera que estés.
Hoy quiero dejaros el relato que escribí sobre el momento de su
muerte, coincidiendo con la noche mágica de Reyes. Espero que os guste y al
terminar de leerlo os ruego que recéis un padrenuestro por su alma. Gracias.
Esperanza González Vega |
La Noche Mágica de Reyes de un alma en su
tránsito.
Sentado al calor de la
estufa, un abuelo contaba a su nieto un cuento, que él aprendió hace ya muchos
años en este mismo hogar de oírselo contar a otro que entonces era su abuelo.
Contando los últimos minutos del año y nevando, la lumbre se iba consumiendo
poco a poco igual que la noche que tenía el suelo cubierto de nieve y el cielo
incansable seguía enviando su aguinaldo de copos blancos.
Pasadas las fiestas navideñas el frío viento de enero se
hacía notar entre las rendijas que dejaba la puerta del balcón que daba al
barrio de San Martín, poniendo cerco a una casa humildemente vieja desde donde
se divisaba a lo lejos, entre la blancura de la nieve, el Corazón de Jesús en
lo más alto del cerro. Nada humano se apreciaba, parecía que todo se hubiera
apartado del mundo, noche abandonada entre la blancura de la nieve como
expiación a sus culpas y a modo de túnica nazarena, con cilio de hielo, se
vistió la tierra en sus ansias de elevarse hasta Dios.
Aquella casa donde Esperanza se había criado se tornaba en la
sala de urgencias del hospital. Esa noche del cinco de enero, noche de Reyes,
en una cama anónima yacía la hija, convertida en madre y abuela con los años.
El hijo pensaba que el fin de ella se acercaba sin que él lo pudiera evitar;
con cara sonriente preguntaba a su hijo ¿vendrán los Reyes? pues ya lo creo,
pero intenta dormir que los Reyes no vendrán hasta que estés dormida como me
decías cuando era pequeño. Así ella se iba olvidando de su dolor al hacer
efecto el medicamento. Cerré los ojos y a mi mente vino la imagen de mi abuelo,
su padre, al que le preguntaba ¿Y que se sueña la noche de Reyes? Se sueña que
por un camino empedrado de estrellas, tendido sobre el cielo de azul,
tres Reyes envueltos en un gran resplandor, sobre tres camellos muy blancos,
avanzaban precedidos de una estrella que les guiaba hacia la ilusión creada en
la mente de los niños; las nubes se apartan para dejarles pasar y sobre ellos
muchísimos ángeles cantaban unas cosas tan bellas que la madre convertida en
niña sin dejar de dormir sonreía.
Los Reyes andaban despacio, pero por fin los Reyes llegaron a
las primeras casas de la ciudad de Cuenca, un ángel que en una mano llevaba una
lista decía lo que en cada ventana había que dejar. Terminaron y ya se
marchaban y la madre-niña pensaba ¿Se olvidarán de venir a mí? No, no se
olvidaban que ya habían cogido el camino que conducía hasta allí. Uno de los
tres Reyes hablo: “has sufrido mucho y has seguido siendo buena, tu sitio no lo
tienes en la tierra ¿por qué no vienes con nosotros al cielo? los ángeles así
también lo querían”. Ella se sonreía estaba contenta porque ya se veía marchar
por aquel camino alumbrado por la luz del amor más Divino. Como había de
marchar quiso despertar para despedirse de los suyos, pero ya era tarde, el
alba venía y el tiempo apremiaba; sobre una estrella le hicieron un lecho y
partió con la caravana de Dios. Al acercarse sus hijos hicieron notar que en el
rosto de su madre una sonrisa tenía. (Nació para morir el 12 de junio de 1922,
murió para vivir el 6 de enero de 2014)
Cuenca, 5 de enero de 2021.
José María Rodríguez González.
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