MATANZA EN LA UNIVERSIDAD DE GARISSA (Kenia).
CRISTIANOS PERSEGUIDOS Y MASACRADOS.
En uno de los pasaje centrales de la oración pronunciada por el
Papa al final del Via Crucis la noche de Viernes Santo, ante miles de personas
en el Coliseo Romano fue: “En tu divino amor, vemos aún a nuestros hermanos
perseguidos, decapitados y crucificados por su fe en ti, bajo nuestros propios
ojos o, a menudo, con nuestro silencio cómplice”.
Al leer el blog del Arzobispo Andrés Carrascosa, paisano y
amigo, me ha animado a escribir sobre este hecho al afirmar que la comunidad
internacional no debe de permanecer muda ante estos crímenes.
La matanza de los 148 cristianos en Kenia es un ejemplo del
genocidio, equiparable a los primeros años del cristianismo. Se está extendiendo
por todo el planeta y tiene su escenario habitual en Siria, Libia, Irak,
Pakistán, Egipto, Sudán y Nigeria y esta semana pasada en Kenia. El cristiano
es la diana de la violencia de quienes albergan odio e intolerancia, que son
incompatibles con la libertad. La Cruz es el símbolo de la Libertad de los que
sufren diariamente la intolerancia de los
yihadistas.
De este tipo de violencia no se ve libre ninguna nación. En
España las fuerzas del orden realizan detenciones de personas que se disponen a
matar o atentar contra el sistema de libertades que tenemos, en nombre de una
fe que es transformada en tiranía. ¿Cuándo nos tocará a nosotros? Los países no
pueden permanecer al margen de esta brutalidad, ni nosotros como cristianos podemos permanecer al margen.
La libertad no tiene países, ni fronteras y ha de permanecer
intacta en la existencia de cada persona. En nuestra época de globalización, no
vivimos tan lejos de aquellos que sufren por su condición religiosa. El peligro
lo tenemos entre los ciudadanos que forman nuestra comunidad o localidad. Estos
terroristas son producidos por nuestra misma sociedad como vemos en las
noticias, personas procedentes de Francia, Bélgica, Estados Unidos e incluso de
las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla los producen y exportan. Es verdad
que existe un rechazo social clamoroso y explícito.
Si no se hace nada el cristianismo, ya residual en esos
países islámicos desaparecerá o los que procesan la fe cristiana se verán forzados a convertirse al Islam o de lo contrario serán
asesinados.
Creo que no nos hemos parado a reflexionar cuántas generaciones han de pasar para que se pierda el sentir cristiano. Estos días de Semana Santa, con manifestaciones religiosas en las calles, ha habido niños pequeños que preguntan al paso de las procesiones "¿quiénes son esos que van en los pasos?"
¿Qué le está pasando a nuestra sociedad, que está perdiendo el
sentir de sus raíces? Los países occidentales no tienen la lógica defensa del
cristianismo, raíz de nuestra cultura. Tal vez porque el anticristinismo está
constituyendo uno de los ingredientes básicos de la modernidad occidental e
incluso se está considerando honorable el pensar de esta forma. ¡Reflexionemos
y pongamos remedio antes de que se pierda la base de nuestra cultura
occidental!
Cuenca, 8 de abril de 2015
José María Rodríguez González. Profesor e investigador
histórico
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