Laudes y alabanzas a la Virgen del Rosario
El
Rosario ha pasado de ser instrumento de oración a ser instrumento de decoración
y de complemento de vestir, pero para una gran mayoría de personas no ha perdido
su valor religioso.
Son muchos los pueblos que estos
días están celebrando la festividad de la Virgen del Rosario, entre ellos, el
pueblo de: Fuentes, Albalate de las Nogueras, Arguisuelas, Buenache de la
Sierra, Valparaiso de Abajo, La Cierva,
Fuertescusa, Masegosa, Pineda de Cigüela, Piqueras del Castillo, El
Provencio, Quintanar del Rey, Sotos, Las Valeras, Vara del Rey, Villa García
del Llano, Villar del Humo, Zafra de Záncara y Zarzuela. Algunos de estos
pueblos cambian la celebración al mes de agosto, cuando el número de habitantes
es mayor, pero no por ello son menos devotos de la Virgen del Rosario.
Fue el Papa Gregorio XIII quien
señaló el primer domingo de octubre para la fiesta del Santísimo Rosario, y
aprobó el oficio correspondiente. Hoy esta fiesta está fijada el 7 de octubre
aniversario de la victoria de Lepanto.
Otros pontífices concedieron a
los cofrades del Rosario innumerables indulgencias; Clemente XI hizo
obligatoria esta fiesta para toda la cristiandad en memoria de la victoria de
Peterwardein. León XIII, por numerosas Letras Apostólicas, impulsó la
propagación de esta devoción, sobre todo durante el mes de octubre, segundo mes
del año fue consagrdo a la Santísima Virgen. Elevó la fiesta del Rosario al
rito doble de segunda clase, y también por su deseo y orden los fieles añadieron
a las letanías lauretanas la invocación: “Regina
Sacratíssimi Rosárii, ora pro nobis”: Reina del Santísimo Rosario, ruega
por nosotros.
Haciendo historia, se puede decir
que hubo un tiempo que no había cristiano que desconociera el Rosario y que no
lo llevara consigo. Apenas fundada esta oración fue adoptada por todas las clases sociales; se rezó en
público y en privado, en los templos y en los hogares. El pueblo cristiano
aceptó esta devoción con una unanimidad increíble.
Ha habido épocas de mayor fervor
y otras de abandono, pero siempre renace cuando alguna amenaza de algún peligro
acecha a la sociedad, ejerciendo una influencia saludable, es como si la
reiterada invocación a María respondiera a una necesidad del corazón cristiano.
La impiedad de nuestro tiempo ha
logrado arrancar del seno de las familias la bendita costumbre de rezar el
rosario en familia.
Al rezo del Rosario el
racionalista sonríe al ver desfilar a los devotos que repiten las mismas
palabras: “el que está alumbrado con mejor luz comprende que el amor no tiene más
que una palabra que dicha: y con decirla
una y otra vez no se repite jamás” ( Lacordaire).
Cuenca, 7 de octubre de 2016
José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico.
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