Historia de su
construcción y evolución en el tiempo.
Son muchos los vínculos de unión que vinculan a mi familia con las tierras aragonesas. Varias son las visitas que hemos realizado al grandioso templo del Pilar y no ha faltado el paso de cada uno de mis hijos por el manto de la Virgen, es por ello que hoy no quiero dejar pasar el poner en conocimiento de quien lo desee la historia de este magnífico baluarte de la fe cristiana en España.
Templo del Pilar de Zaragoza. |
La primera ampliación del templo
primitivo se efectuó a finales del siglo II y principios del siglo III, como se
deduce de una lápida sepulcral hallada dentro de la iglesia y que aún se
conserva. En ella esculpido, trae el nombre de un levita llamado Lorenzo y la fecha del 15 de
julio del año 196. Otro epitafio de la misma época recuerda los nombres de doce
presbíteros sepultados en distintos lugares y juntados debajo de la misma losa.
De ahí puede desprender que ya por entonces acudía regular concurso de fieles
al templo de la Virgen del Pilar.
Hay pruebas que atestiguan de que
en el año 284, al enviar el emperador Diocreciano a Zaragoza, al procónsul
Daciano, casi la ciudad era cristiana. Entonces dieron su sangre y su
vida por la fe, además de la ilustre virgen Santa Engracia, toda aquella
pléyade de héroes cristianos que la Iglesia venera con el nombre de Innumerables Mártires de Zaragoza.
Por los años 318 el emperador
Constantino otorgó mercedes al templo del Pilar ensanchando su capacidad notablemente,
pues se habla de 50 pies de largo por 29 de ancho y la forma del Lábaro de
Constantino prueban su remota
antigüedad.
Malos tiempos corrieron para
Zaragoza con la dominación de los Godos del 414 al 711, prosiguiendo los malos tiempos al tomar la ciudad los moros en el año 716 provocando una espantosa carnicería entre los cristianos,
no obstante se cumplió fielmente la profecía que hizo la Virgen a Santiago: “Yo
moraré en este lugar y nunca faltaran aquí cristianos que adoren a su Dios y
alaban el nombre de mi hijo y el mío”, esto fue así porque con haber elegido
los moros a la ciudad de Zaragoza como uno de los centros de su imperio nunca
llegaron a extinguir en ella el culto del verdadero Dios ni su devoción del
pueblo zaragozano a la Virgen María.
Fueron cuatro siglos los que pasaron
hasta que rey Alfonso el Batallador libró al reino de Aragón de sus
opresores. Los pormenores de esta restauración los trae D. Pedro Librana, que
fue su primer obispo tras la reconquista.
En el año 1291 se efectuó otra
restauración en los muros, contribuyendo para sufragar los gastos todo el
pueblo con sus limosnas o con su trabajo, ensanchando los límites del templo.
Así quedaría hasta el año 1515, en que el arzobispo D. Alfonso, príncipe
aragonés añadió nuevas pertenencias al sagrado edificio, mandando levantar un
suntuoso altar de alabastro, enriqueció el coro con una suntuosa sillería y mandó instalar un
ostentoso órgano.
El templo del Pilar era la
iglesia parroquial y los oficios privados eran rémora para los devotos que
venían a presentar sus votos a la Virgen, tanto fueron las protestas que el
Cabildo remedió este inconveniente construyendo otra iglesia por el lado de la
puerta de San Onofre en la que se celebraran los oficios parroquiales sin
molestar a los muchos peregrinos que acudían.
El complejo de Pilar se convirtió
en un cúmulo de construcciones surgiendo las quejas y pidiendo que se
construyera una basílica en condiciones. En el año 1697 D. Juan de Austria,
virrey de Aragón, dió oídos a los deseos de todos los devotos españoles llevó a
la corte del rey Carlos II la petición y el Rey accedió a su construcción
tomando a pecho esta empresa y llamó a los más afamados arquitectos de la
península para que propusiesen sus planos. Se concedió el trazado a Francisco
de Herrera, caballero de la Orden de Santiago, comenzando de inmediato los
trabajos durando su construcción varios años. Finalmente el 11 de octubre de 1718
se inauguro el nuevo templo, asistiendo a la ceremonia inaugural el duque de
Caylus, caballero del Toisón de oro, gobernador de Zaragoza y capitán general
del reino de Aragón, ostentando en aquella ceremonia la representación oficial
del Rey de España.
El sumo Pontífice le otorgó al
templo indulgencias y favores que lo colocaron en importancia después de las basílicas
de Roma, Jerusalén y Santiago de Compostela.
El ilustre Sadá y Salvany
escribió sobre la Pilarica: “Así como
diecinueve siglos han corrido al pie de este Pilar, ora manos, ora borrascosos,
como las aguas ora suaves, ora embravecidas del río Ebro que lame los muros del
santo templo, así también se estrellarán contra la santa Columna todas las
tempestades del porvenir”.
El papa Clemente XII señaló el
día 12 de octubre para la festividad de la Virgen del Pilar, la cual suele
celebrarse en toda España con extraordinaria solemnidad y regocijo.
Cuenca, 12 de octubre de 2016
José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico.
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