Desfile extraordinario
de la Soledad del Puente por su 75 aniversario de su llegada a Cuenca.
El Rosario como
manifestación de devoción a la Madre de Dios.
No hace muchos días escribía un artículo sobre el rosario
destacando que había pasado de ser un instrumento de devoción a un utensilio de
decoración y complemento de vestir. Cuál es mi alegría cuando ayer se convirtió
de nuevo su rezo por las calles de Cuenca parte de culto y adoración de la
Virgen de la Soledad del Puente.
Virgen de la Soledad del Puente. 75 aniversario de la entrega de la talla |
Ayer, sábado, a las siete de la
tarde salía la Soledad de la Parroquia de San Antón. La voz de lejanas épocas
se hizo presente. El canto del verso añejo con voz grave de presencia
anacrónica tuvo ayer el auténtico valor que da la historia de los pueblos, fortaleza
y solidez.
Hay una fortaleza que consuela en
esa fe se evoca y palpa, el conjuro de las campanas que son las mismas de otros
tiempos que ayer sonaban a la salida de la Soledad. Sonido poético que es el
contrapunto de lo nuevo. Se citaron las campanas de las iglesias en el silencio
otoñal de la ciudad dormida en la tarde del Rosario.
La armonía de los bronces exaltados, ha puesto un revolar de versos en el silencio
de las hoces. Las “Ave María” del rezo del Rosario ha inundado de paz la hoz
del Júcar haciéndose eco de gozo, despertando los rincones y recovecos sólo distraídos
por el ruido de sus fuentes al verter sus aguas al caminar constante del río.
En la tarde del Rosario el repique
procesional de las horquillas de los venceros pusieron la nota de un ayer
lejano en el cantar litúrgico de la fe presente. Se ha teñido la escena de la
devoción Mariana con el tinte añejo de la vieja fe, tomando así valor de verso
tradicional, esa tradición perdida pero presente en el alma de los conquenses.
Cielos del 15 de octubre de 2016 en Cuenca |
La tarde otoñal cubrió de gloria
los cielos, mil colores surgieron para evocar el paso de la Señora por las
calles de la Cuenca de todos los tiempos, pintado de ocres y oro las hoces
extasiadas al paso de María. Han cantado los bronces de las campanas y han dado
la armonía de su verso limpio y auténtico a una escena de fe y tradición, ¡pródigo
de las cosas viejas! Como un conjuro que quisiera despertar la emoción que
justifica el olvido de un pueblo que va vacilando de la fe de sus mayores.
Un
mal actual que día tras días va haciendo mella en las creencias de los pequeños
por falta de la trasmisión de las tradiciones y creencias a las nuevas generaciones.
¡Dios quiera que se obre el milagro de que los hombres no olviden su historia y
se pueda saber a dónde vamos…!
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