lunes, 5 de noviembre de 2018

La virgen de la Almudena y la basílica del Salvador.


Dos festividades se juntas el 9 de noviembre. La festividad de la Almudena y la consagración de la Archibasílica de San Juan de Letrán en Roma.

Como las dos cosas son importantes comenzare mi relato por lo más cercano que es la Virgen de la Almudena. ¿Por qué se celebra por estas fechas?

Cuenta la leyenda que en el siglo VIII existió una talla de la Virgen María que durante la invasión árabe, fue escondida por la gente devota de Madrid en un hueco de una pared por miedo a que fuera quemada por los árabes.


Aquel hecho fue pasando de generación en generación y trescientos años después de ser expulsados los árabes de Madrid, y reinando Alfonso VI en Castilla llegó a sus oídos tal historia. El buen Rey quiso dar con ella pero por más que se indagaba nada se sabía del lugar de su ocultación en la Villa, se hicieron oraciones y procesiones para que se diera a conocer el lugar donde estaba oculta la imagen. Cada jornada la procesión, con el rezo del rosario, iba pasando calle por calle, hasta que un día de repente al pasar la procesión por una de ellas, una pared se resquebraja apareciendo la imagen que con tanto ahincó buscaban. Por este motivo se le puso el nombre de Almudena, que árabe significa muralla. Desde entonces fue considerada la Patrona de Madrid.

Tal día como hoy se consagraba la basílica del Salvador en Roma, más conocida como Archibasílica de San Juan de Letrán, es la catedral de la diócesis de Roma, donde se encuentra la sede episcopal del obispo de Roma.

Su historia nace en los primeros tiempos del cristianismo cuando por el año 312, Roma sufría la tiranía del sanguinario Majencio, el cual condenó al Papa San Marcelo a guardar fieras en cuyo trabajo murió. A San Mauricio le sucedió Eusebio, que fue desterrado y San Melquiades. Con este Pontífice salvó a la Iglesia la Divina Providencia por medio del joven príncipe Constantino, amigo de los cristianos. Vino de las Galias al frente de un ejército de cuarenta mil hombres. Majencio le aguarda parapetado tras los muros de Roma con un ejército de ciento setenta mil. Constantino se adelantó hasta las orillas del río Tíber; el día 27 de octubre del 312 llegó a acampar en la falda del monte Mario, frente al puente Milvio. A eso del mediodía vió dibujarse en el cielo una cruz resplandeciente. Con letras como de fuego estaban escritas en ella estas palabras: In hoc signo vinces, “Por esta señal vencerás”.

Todo el ejército fue testigo del prodigio. La noche siguiente Jesucristo se apareció en sueños a Constantino y le ordenó que estampara la cruz en sus banderas. Desde el siguiente día, una cruz muy alta campeaba sobre las águilas romanas y llevaba a la victoria a las legiones de Constantino. En sus brazos ondeaba rico estandarte adornado con las iniciales griegas del nombre de Jesucristo.


Majencio salió con todas sus huestes al encuentro de su adversario, pero fue derrotado. Sus más valiente soldados fueron pasados a cuchillo, otros huyeron a la fuga, muchos se ahogaron en el Tíber, un puente se derrumbó al paso de los fugitivos, el mismo Majenco cayó al río y desapareció ahogado.

Constantino entró vencedor en Roma libertada, rodeado de inmensa muchedumbre que e vitoreaba. El Senado le levantó un arco triunfal que aún perdura.  Promulgó un edicto otorgando paz y libertad a los cristianos.

Constantino no se convirtió al cristianismo hasta que una lepra hedionda y dolorosa cubrió su cuerpo. Acudió en balde a remedios de la ciencia humanan del momento. Los teúrgos paganos le proporcionaron como remedio infalible un baño de sangre caliente de niños recién degollados. Ya estaban preparados en palacio algunos niños traídos para este fin cuando al oír los gritos de ellos y los gemidos de sus madres se conmovió el corazón de Constantino diciendo: “Prefiero padecer toda mi vida, antes de dejar degollar a esos inocentes”.

La noche siguiente se le aparecieron San Pedro y San Pablo para ordenarle que llamara al Pontífice Silvestre y recibiese el bautismo de su mano; le aseguraron que su cuerpo sanaría al mismo tiempo que su alma. San Silvestre, sucesor del Papa San Melquiades, se hallaba refugiado en el monte Soracto; pasó, pues la palacio de Letrán, residencia de Constantino, el cual sanó de la lepra tras recibir el bautismo.
San Juan de Letrán. Roma

Después de su conversión, cedió al Sumo Pontífice para su residencia, el palacio imperial de Letrán. Dicho palacio perteneció en otros tiempos al patricio Lateranus, asesinado por Nerón; desde entonces fue pertenencia de la hacienda imperial, siendo la residencia de la emperatriz Fausta, segunda mujer de Constantino.

Constantino mandó edificar junto al palacio una suntuosa basílica dedicada al Salvador. Terminado el edificio del Sumo Pontífice hizo por vez primera en la Iglesia, ante el pueblo romano, la dedicación y consagración de la basílica, con la solemnidad y ceremonia sagrada y preces públicas el nuevo de noviembre del año 324. Desde entonces, tan memorable suceso se celebra el 9 de noviembre de conmemora cada año.

Cuenca, 9 de noviembre de 2018.

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.


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