Domingo de
Resurrección.
No había nacido el sol cuando las
mujeres se encaminaron al huerto. Esa mañana sobre las colinas de oriente una niebla
blanca, ligera como el reflejo de una tierra vestida de lirios y de plata, se
levantaba lentamente entre el palpitar de las constelaciones, venciendo poco a
poco, la claridad opaca y el centelleo de la noche.
Imagen de Jesús Resucitado |
Eran cuatro, porque a María de
Magdala y a María de Betania se habían unido Juana de Cusa y Salomé, pero eran
mujeres y debilitadas por la pena.
Más cuando llegaron a la roca, el
estupor las detuvo. La obscura entrada de la gruta se abría en la obscuridad.
No creyendo a sus ojos, la más atrevida tanteó con mano temblorosa los
umbrales. A la luz del día que, a cada instante se intensificaba, advirtieron
que la piedra estaba allí a un lado, apoyada en los peñascos.
Las tres Marías |
Las mujeres, mudas por el
espanto, miraron en el entorno como si esperaran que viniera alguien para
preguntarles lo sucedido en esas dos noches en que habían estado ausentes.
María de Magdala pensó inmediatamente que los judíos hubieran hecho robar, en
ese intervalo de tiempo, el cuerpo de Cristo, no satisfechos con lo que le
habían hecho sufrir estando vivo.
Pero no era sino un
presentimiento. Tal vez Cristo descansaba todavía dentro, envuelto en sus
vendas olorosas. No se atrevieron a entrar; y sin embargo, no podían pensar regresar
sin saber algo de lo que había sucedido en el lugar. Al despuntar el sol por la
cresta de los collados, iluminó la entrada de la gruta y eso hizo que cobraran atrevimientos
para entrar.
En el primer momento no vieron
nada, pero se sintieron agitadas por un nuevo terror. A la derecha, sentado, un
joven vestido de blanco –su vestido en aquella obscuridad, era blanco y
resplandeciente como la nieve – parecía esperarlas.
El hombre de blanco les dijo: No os asustéis. Aquel a quien buscáis no
está aquí ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? ¿No os recordáis de
lo que os habló en Galilea de que sería entregado a los pecadores y que al
tercer día resucitará?
Las mujeres escuchaban asombradas
y medrosas sin poder contestar y el joven le dijo: Id donde sus hermanos y decidles que Jesús ha resucitado y que pronto
lo volverán a ver.
Las cuatro mujeres temblando de
miedo y de alegría, salieron de la gruta para ir corriendo donde habían sido
mandadas. Así lo hicieron, menos María de Magdala que se detuvo, no sabía
porque había disminuido el paso, tal vez por haber oído algo detrás de ella.
Repentinamente se vuelve y ve a su lado, contra los arbustos y el sol a un
hombre. No lo reconoció ni cuando le habló: -Mujer ¿Por qué lloras? ¿A quién buscas?, ella creyó que sería un
trabajador de José que había ido al lugar hacer algún mandado. Ella respondió: -Lloro porque se han llevado al Señor e
ignoro donde lo han puesto. Si tú te lo has llevado de aquí dime en donde lo has puesto y yo lo llevaré de nuevo a su
lugar.
Ntra. Sra. del Amparo. Cuenca |
El desconocido, enternecido por
aquella pasión demostrada, no contesto más que una palabra, un solo nombre, el
de ella, pero con la voz conmovedora e inolvidable con que tantas veces la
había llamado “María”. Entonces ella
lo reconoció: ¡Rabboni! ¡Maestro! Y se arrojó a sus pues, en la yerba mojada
por el rocío y le apretó con sus manos aquellos pies desnudos que mostraban todavía
la doble rojura de los clavos.
Jesús le dijo: Ve a mis hermanos y diles “subo a mi Padre y
vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios” y diles también “que voy delante de
ellos a Galilea”, e inmediatamente se apartó de la arrodillada y se alejó
por entre las plantas, nimbado (resplandeciendo) de sol.
María lo contempló como
desaparecía y luego corriendo fue a casa de Jonás, donde se escondían los
discípulos y volvió a narrar lo que les había sucedido coincidiendo con la
versión de las otras tres. De inmediato pensaron que eras alucinaciones,
delirios de mujeres. ¿Cómo puede haber resucitado después de sólo dos días? Nos
dijo, es cierto, que volvería más no inmediatamente. ¡Se han de ver cosas
terribles antes de aquel día! Creían en la resurrección del Maestro, pero no
antes del día en que todos los muertos han de resucitar, en la venida de Él en
la gloria, al principio del Reino.
Al afirmar María que había
hablado con el Maestro, Simón y Juan salieron fuera de la casa precipitadamente
y echaron a correr hacia el huero de José. Juan, que era más joven, se adelantó
al otro y llegó primero al sepulcro. Introdujo la cabeza y vio en tierra las
vendas, más no entró. Simón, jadeante se precipitó dentro de la gruta. Las vendas
estaban esparcidas por el suelo; pero el sudario que había cubierto la cabeza
del cadáver estaba a un lado, plegado y envuelto. Entró también Juan y vio y
creyó.
Feliz Domingo de Resurrección.
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Narrado de la HISTORIA DE CRISTO de Juan Papini, traducida
del italiano al español por Monseñor Agustín Piaggio. 1923. Ed.Lux
Publicado en Cuenca, 21 de abril de 2019. Actualizado el 9 de abril de 2023.
Por: José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico
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