martes, 11 de junio de 2019

San Antonio de Padua, festividad 13 de junio


Este ilustre santo nació en Lisboa el 15 de agosto de 1195 y murió en Padua el 12 de junio de 1231, de ahí que celebremos hoy su festividad.
El no se llamó Antonio, su nombre de pila pudo ser Fernando o Hernando, que luego cambiaría por el de Antonio al tomar los hábitos. Su padre fue el capitán D. Martín de Bulloes y su madre Doña Teresa Taveira de Azevedo. Su primera educación la recibió de los canónigos de la catedral de Lisboa. Cinco años más tarde, estando en Coimbra, se decidió a ser misionero y vistió el hábito franciscano. Se embarcó para África, anhelando la gloria del martirio. Una fiebre maligna le obligó a reembarcar hacia España, pero la tempestad lo arrastró hacia Sicilia. De allí pasó a Asís, donde habló con San Francisco, que le obligó a estudiar teología, con el fin de que enseñase después Francia y en Italia.


Dos cosas sobresalen en la vida de este Santo: el poder grandioso de su oratoria y la fuerza sobrenatural de sus obras. El prodigio y lo extraordinario le acompañaron siempre, cuando habla desde el púlpito y cuando anda sobre la tierra o junto a la orilla del mar.
Mi explico: desde el púlpito fustigaba a los pecadores, a los herejes, a los nobles y al clero, cuando faltaban a sus deberes. Con frecuencia sus oyentes pasaban de treinta mil, venidos de todas partes y de todas las clases de la sociedad.

Con referente a lo segundo, Se cuenta en su historia que un día en Rímini (Italia) acordaron no ir nadie a oír su sermón y San Antonio se fue a la ribera, en el lugar donde el río Marequia que desemboca en el mar Adriático en esta misma población y empieza, sentado, a predicar a los peces: “Hermanos míos los peces, a vuestra manera vosotros también estáis obligados a dar gracias al Creador, que os ha dado por morada un tan notable elemento… Dios vuestro Creador es bueno y liberal…” El prodigio se propagó y entones acudieron los hombres.
Otro día en Florencia explica el Evangelio en donde dice “donde está tu tesoro, allí está tu corazón”. Ese mismo día acababa de morir un poderoso señor que añoraba la riqueza sobre todo de este mundo y San Antonio comparándolo con el rico Epulón que se olvidaba del pobre Lázaro según el Evangelio dijo del muerto: “Id a su casa, abrir el cofre donde están sus tesoros y allí entre sus monedas, encontraréis su corazón palpitando todavía”. Estas palabras produjeron un asombro general que aumentó cuando se comprobó que era cierto lo que había dicho.
Otro milagro muy representado fue el que aconteció en Tolosa. Un hereje decía que sólo un milagro admitiría la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Pensaba dejar tres días a su mulo sin comer; después le ofrecería heno y avena: si se apartaba del pienso para adorar la Hostia consagrada, era señal de que Cristo estaba presente.
El milagro Eucarístico de San Antonio
San Antonio aceptó la prueba, pasados los tres días, tomó la Hostia en sus manos, la presentó ante el mulo hambriento y el mulo dejó el heno y la avena para postrarse ante el Señor.
Desde la resurrección de varios muertos (comprobada jurídicamente con testigos), hasta la sumisión de los elementos, no hay milagro que no obrara San Antonio. Sus contemporáneos lo llamaban el taumaturgo de Padua. Jesús se le apareció visiblemente varias veces y en especial en la figura del Niño Jesús.

Fue canonizado por el Papa Gregorio IX antes del año de su muerte. Su popularidad es inmensa en todo el mundo, gracias a sus muchos milagros y al celo de los franciscanos, que desde el siglo XIV han difundido su culto.
Nada falta a la gloria de San Antonio: deseó ser mártir y por ello entró en la Orden franciscana. Fue apóstol y predicador en Italia, en particular en Roma. Logró la celebridad de doctor, pues Gregorio IX le llamó Arca del Testamento y Pio XII le concedió el título de canónico. En vida y en muerte obró muchos milagros y por eso serán pocas las ciudades donde San Antonio no tenga una iglesia o un altar cubierto de exvotos y tablillas, fehaciente testimonio de su generosidad y poderosa intersección.

Cuenca, 13 de junio de 2019.
José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.


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