Es uno de los que el Evangelio
llama “hijos del Trueno”, un hombre de violencia explosiva, de una pieza. Entre
los santos abundan las variedades de violentos, Pablo, Agustín, Jerónimo,
Ignacio, los que toman asalto el reino de los Cielos, siempre después de muchas
pruebas y revolcones que los encauzan.
Santiago, el primero de los hijos
del trueno, como llamó el Salvador a los dos hermanos Zebedeos, fue el protomártir
del Colegio Apostólico. Su muerte ocurrió ciertamente en Jerusalén, cerca de la
Pascua Judía, por el año 42, ó 43.
Los diez o doce años que Santiago
vivió, después de la Ascensión de la Virgen María, fueron de intensa labor y en
ellos hay que poner su excursión apostólica por tierras hispánicas. Hacia el
año 36, dejó Palestina y se embarcó para España en una nave fenicia o griega,
arribando a las costas de la Bética. El padre Fita conjetura que recorrió la
Península por los caminos romanos de Itálica, Mérida, Coimbra, Braga, Iria,
Lugo, Astorga, Palencia, Osma, Numancia y Zaragoza, tomando luego la Augusta de
Tortosa o Valencia, Chinchilla y Cazlona hasta el puerto andaluz o murciano,
desde el cual volvería al otro lado de la costa opuesta del Mediterráneo, en
Francia o Palestina.
Santiago es uno de los que al ver
pueblos que se cierran a la palabra del Maestro reclama fuego de las alturas
para aniquilar como Sodoma y Gomorra. Luego no parece conforme con un lugar
secundario en el Paraíso, quisiera estar a la diestra de Jesús. “¿Puedes beber
el cáliz que yo beberé?, se le pregunta. Puedo,
responde muy seguro.
Impaciente, ambicioso a lo divino
y mártir, este apóstol es el que la tradición vincula con España, haciendo de
él hasta en sus excesos reales o
atribuciones, tanto da, un santo a la desmesurada y patética medida de los
españoles, sustancia sobrenatural de esta tierra, como Patricio lo es de
Irlanda.
Santiago de los españoles, “raíz
de España”, es el caballero celestial que aparece en batallas de la Reconquista
acuchillando infieles y ganando victorias para la cruz, el que en la hora del
desaliento es confortado por la visita de la Virgen, sobre un pilar, en
Zaragoza, y cuyo sepulcro en Compostela atrae a peregrinos de toda la
Cristiandad.
“Apóstol canicular”, según el
poeta, “entre los dos meses ardientes”, tiene una presencia de fuego, levanta
la espada sobre las cabezas, “más maduras que las mies que nos rodea”; es un
santo salvador, como todos, pero también terrible, como un huracán de justicia
que tarde o temprano ha de venir del Cielo. “Toda oración es siempre por el
hombre, pero ¿quién dará por Vos mismo esta plegaria pura y sencilla: Hágase tu
voluntad?”.
La traslación del cuerpo de
Santiago a España es cierta en cuanto al hecho principal. A partir del siglo
IX, sus reliquias alcanzan una extraordinaria veneración en Santiago de Compostela,
que se convirtió, durante la Edad Media, en centro de las más fervientes y
frecuentes peregrinaciones de toda la cristiandad, al par de los santuarios de
Roma o Tierra Santa.
Según una tradición, el cuerpo de
Santiago vino a España poco después de su muerte. Con ocasión de la invasión
árabe se perdió su memoria y hacia el año 814 se encontró providencialmente por
unas luces misteriosas que brillaban sobre él y dieron origen al nombre de
Compostela, campo de las estrellas o de la luz. Esta es la tradición española.
Sobre el sepulcro de Santiago se
erigió la actual catedral compostelana, comenzando en 1077 y terminada en el
siglo XII. En el siglo XIX, en 1878, se iniciaron unas excavaciones, que
revelaron dentro de una misma sepultura muchos huesos. El informe de los médicos
fue que pertenecían a tres personas distintas y por su antigüedad podían
pertenecer a la época romana. El cardenal de Santiago Miguel Payá y Rico,
decretó el 12 de marzo de 1883 que, por un cúmulo de indicios, era cierto que
aquellas reliquias pertenecían a Santiago y a sus discípulos San Atanasio y San
Teodoro. León XIII, después de nuevo y maduro examen, publicó la Bula “Deus Omnipotens”, en que declara la
autenticidad de las reliquias de Santiago y sus dos discípulos.
Feliz día de Santiago y una
felicitación especial a quienes llevan el nombre de este gran Apóstol.
Cuenca, 25 de julio de 2019.José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.