El pan de los pobres
En Coimbra, el antiguo convento
de Santa Clara, Santa Clara-a-Velha, hoy casi reducido a ruinas por las arenas
del Mondego, evoca dos historias de amor completamente distintas: allí recibió
sepultura (aunque su sepulcro está ahora en Alcobaça, amante y luego esposa del
príncipe D.Pedro, hijo de Alfonso IV de Portugal, y allí estuvo también, antes
de su traslado a Santa Clara-a-Nova, la tumba de la fundadora, la llamada Reina
Santa.
La vida de esta útima, Santa
Isabel –abuela de los hijos de Inés de Castro y madre de quien la hizo asesinar
en 1355- a simple vista es menos novelesca, quizá porqu obedece a otra
concepción del amor, pero no menos dramática en el fondo, y la que es patrona
de Coimbra y de Portugal sigue muy viva en el recuerdo popular.
Nació en el otro extremo de la
península, en el reino de Aragón, hija de Pedro III el Grande, y sobrina nieta –por
su abuela paterna Violante de Hungría- de la otra Santa Isabel, cuyo nombre
llevaba. A los doce años la casaron con D. Dionisio de Portugal, matrimonio que
puso a prueba una paciencia sin límites, por el carácter violento del soberano
y sus continuas infidelidades.
Tampoco su hijo Alfonso, bien
llamado el Bravo, era precisamente apacible, y después de mediar en la guerra
que se hacían padre e hijo (por lo que sufrió destierro acusada de favorecer la
rebelión), ya viuda (1326) y después de retirarse a su fundación de Santa Clara,
habiendo ingresado en la orden tercera de San Francisco, tuvo que reconciliar
al rey Alfonso con su nieto el rey castellano.
Eso fue el último verano de su
vida, agotada por ayunos y penitencias, con fama de santidad por sus
inagotables caridades y su solicitud para los enfermos. Amores, pues, los suyos
menos trágicos y tormentosos que los de la desdichada Inés de Castro, pero más
fecundos en paz y en obras de misericordia.
Cuenca, 4 de julio de 2019.
José María Rodríguez González.
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