viernes, 20 de agosto de 2021

San Pío X, “el Papa de lo sobrenatural”. Festividad del 21 de agosto.


Nació el 2 de junio de 1835, en Riese, Italia, en el seno de una familia pobre y numerosa, siendo el segundo de diez. Su padre, Giovanni Battista Sarto, de profesión cartero y su madre, Margarita Sanson, costurera. Se ordenó sacerdote en 1858 y en 1903 fue elegido Papa cando era cardenal patriarca de Venecia.

Hacía siglos que no se canonizaba a un papa, y ni dramáticas vicisitudes de los tres últimos Píos, habían hecho que subiesen a los altares, por eso Giuseppe Sarto eligió este nombre, que era de pontífice destinado a sufrir. Pero Pío X ya era tenido por santo cuando era párroco, obispo y cardenal patriarca de Venecia.

Fue un papa muy amado por su bondad, su sencillez y su humildad, siempre incómodo en medio de la pompa vaticana, recordando una y otra vez la pobreza de su origen y de su familia, y amigo de los pobres hasta desposeerse de todo, abrazando con gozo la pobreza tal como escribió en su testamento: “Nací pobre, he vivido pobre y quiero morir pobre”.

Al mismo tiempo, activísimo y enérgico. Para él: “sacerdote y fatiga eran dos términos equivocados”,  había que “restaurarlo todo en Cristo”. Intransigente en la fe y en la defensa de la Iglesia. Mazazo al modernismo -actitud que los progresistas  actuales aún no le perdonan- y mano tendida a los modernistas; férreo en los principios, pero “si él da un paso, usted dé dos”, recomendaba al obispo del rebelde abate Loisy.

A Pio X se le ha acusado de ser demasiado rígido en la doctrina, aunque según otros sólo cumplió dolorosamente con su deber. Los momentos de crisis no son para blanduras, y acertado o no en sus métodos, Pío X hizo siempre honor a su apelativo de “el Papa de lo sobrenatural” y tuvo prioridades muy claras que son de santo: ”El mal existe, pero antes de combatirlo en los demás tenemos que destruirlo en nosotros mismos”.

Falleció en Roma el 20 de agosto de 1914 y fue canonizado en el año de 1954.

Publicado en Cuenca, 21 de agosto de 2019.

Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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