martes, 29 de noviembre de 2022

San Andrés (siglo I), Apóstol. 30 de noviembre.

   Fue San Andrés originario de Betsaida, ciudad poco populosa de Galilea; pero tan conocida después por la predicación y por los milagros de Jesús.

   A San Andrés, los griegos, lo llamaban  Apóstol Protókletos, que quiere decir: el primer llamado.  En efecto San Andrés fue uno de los afortunados que vieron a Jesús en la verde llanura de Jericó. El Bautista lo señaló con su dedo de Precursor y dijo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo”. Andrés y Juan se fueron detrás de El, con el temblor de una juventud que se abre a la vida.
No se atrevieron a hablarle hasta que Jesús se volvió a ellos  y les preguntó:
   ¿Qué buscáis?
  Maestro, ¿Dónde habitas?
  Venid y lo veréis.
  Se fueron con El y pasaron juntos aquella noche. Lo que oyeron y vieron ellos solos lo pueden contar. Noche que fue más clara que el mediodía porque salió para los dos afortunados discípulos el sol de la verdad. “Hemos encontrado al Mesías”, decía al día siguiente Andrés a su hermano Simón-Pedro. Una entrevista afortunada decidió para siempre la vida de San Andrés. Aquella tarde fue el amanecer de un día de sol y de vida. El Apóstol vivirá siempre en su luz, junto a Jesús y con Jesús.

   Poco después aparecen Andrés y su hermano Simón en la ribera del lago de Galilea. Los dos habían nacido en sus aguas, en la aldea de Betsaida y eran pescadores. Jesús, que le gustaba madrugar, y más cuando llama a las almas, pasea muy temprano por la playa y los ve en las barcas, reparando las redes. “Venid conmigo, que os haré pescadores de hombres”. Y los dos hermanos fueron con Él para siempre.
San Andrés. Catedral de Cuenca
    
San Andrés era, como su nombre dice, animoso, activo y práctico. En la playa norte del lago hay un día cinco mil hombres en torno a Jesús. Se trata de darles de comer. Andrés averigua en seguida las provisiones disponibles. Cinco panes y dos peces. ¿Qué era para cinco mil hombres? Con la bendición de Jesús, los panes y los peces se multiplicaron y todos comieron hasta saciarse.
Otro día unos griegos desean hablar con el Maestro; muestran su deseo a Felipe. Este no se atreve a llevarlos al Señor y se lo dice a su amigo Andrés. Animoso como siempre, se fue derecho a Jesús y le transmitió el recado de los griegos. ¡Excelente intercesor en la tierra! ¿No lo ha de ser igualmente en el cielo?

Ya no se vuelve a hablar más de San Andrés en los libros sagrados. Pero una tradición muy antigua y autorizada, representada por figuras tan ilustres como Eusebio y San Jerónimo en el siglo IV, nos habla de él como evangelista en la Escitia y en Acaya. En esta última región, en la ciudad griega de Patras, fue donde encontró el martirio, sellando así con su sangre la fe que, como testigo de la verdad infalible, había predicado.

Las actas de su martirio son relativamente tardías, del siglo IV, y revisten la forma de una carta que escriben los presbíteros de Patras a la Iglesia universal, comunicando la noticia de la muerte y martirio del Apóstol. Aunque de forma muy adornada, el fondo general es histórico. Tiene especial interés los afectos que sugiere a San Andrés la vista de la cruz, el instrumento de su martirio. Una cruz en forma de aspa, que se conocerá como la cruz de San Andrés.

Tras aceptar su martirio, se despojó de su ropa, los distribuyó entre los verdugos, se dejó atar de pies y manos a la cruz y lo izaron en ella. Dos días enteros duró su sacrificio.

En el momento de su muerte. su cuerpo quedó envuelto en una nube de luz celestial cerca de media hora y su alma voló a la verdadera mansión del Maestro que conoció en las riberas del Jordán, a la casa solariega de su Padre. Ahora es cuando supo dónde habitaba Jesús. La noche que pasó con Él en la tienda de Jericó se convierte en la jornada eterna de la gloria. Ha amanecido la luz eterna.

Sucedió su martirio el día 30 de noviembre en el año de gracia de 63, y en el imperio de Nerón.

Publicado en Cuenca. 30 de noviembre de 2020.

Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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FUENTES CONSULTADAS:

-Año Cristiano para todos los días del año. P. Croiset. Madrid. 1846.

-La casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.

-Año Cristiano. Juan Leal, S.J. Madrid. 1961.

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