En la reforma
litúrgica del año 1960 se suprimió esta fiesta del Misal Romano; pero está tan
arraigada en nuestro pueblo, que creemos un deber seguir la tradición.
Dos fechas hay
en la historia de la Santa Cruz. La primera es su Invención, en tiempos del
emperador Constantino y de su madre santa Elena; la segunda en su recuperación
o rescate de manos de los persas, en tiempos del emperador Heraclio.
El 28 de
octubre del 312 quedaba Constantino dueño del Imperio con la decisiva batalla
del puente Milvio, en Roma. A partir del año 313 publica el importante edicto
de Milán, concediendo a todos la libertad religiosa y a los cristianos, la
restitución de los bienes confiscados. Así cesaban definitivamente las
persecuciones.
En el año 324,
después de su triunfo sobre Licenio, escribía Constantino a Eusebio mandándole
restaurar los Santos Lugares de Palestina y avivar en ellos el culto cristiano.
En el 325 Macario, obispo de Jerusalén, habló con Constantino en el
Concilio de Nicea y obtuvo los medios
necesarios para desescombrar el Calvario y el Santo Sepulcro, que había sido
enterrado por el emperador Adriano.
En el siglo
III nadie nos habla de la Cruz, pero el año 347 nos dice san Cirilo de
Jerusalén que las reliquias se extienden por todo el mundo.
Se habla de
diversos milagros obrados por la Cruz del Salvador, con el fin de que pudiese
ser distinguida de las otras dos de los ladrones. Rufino en el año 402, es el
primero que nos dice que con el contacto de la verdadera Cruz sanó un
moribundo. El mismo año escribe san Paulino que por la Cruz resucitó un muerto.
Antes san Juan Crisóstomo y san Ambrosio nos dice simplemente que la Cruz del
Señor se distinguió de las otras dos por la inscripción de que habla el
Evangelio.
Con la
victoria del emperador Heraclio I en el valle del Tigris y la muerte de Cosroes
en el año 627 se asustaron los persas y ofrecieron al emperador mucho de lo que
habían robado en Tierra Santa. Entre las reliquias que volvieron entonces a monos cristianas estaba
la verdadera Cruz, enclavada todavía en su relicario primero. Heraclio la hozo
llevar procesionalmente con toda solemnidad a Jerusalén el 21 de marzo del año
630.
El rescate de
la Santa Cruz en el siglo VII se extendió ampliamente en todas las liturgias
occidentales, mientras en Oriente se siguió celebrando exclusivamente la
Exaltación o hallazgo del siglo IV, en tiempos de Constantino. Más tarde los
latinos confundieron estos dos hechos, identificaron el rescate o la
recuperación con la Exaltación que celebraban los orientales el 14 de
septiembre y la solemnidad del 3 de mayo se consagró al encuentro primero en
tiempos de Constantino.
No puedo dejar
pasar el gran hecho acaecido con nuestro rey Alfonso VIII. Dicen la crónica del
arzobispo de Toledo don Rodrigo, cómo el rey Alfonso VIII de Castilla, el de
las Navas, quiso humillar al moro y asestarle un golpe discusivo; para lo cual
reunió gran contingente de fuerzas de todo su reino y hasta pidió y obtuvo ayuda
de los reyes de Aragón y de Navarra, e indulgencias al Papa Inocencio III para
los que se alistasen en la cruzada contra la Media Luna.
En punto de
cita fue Toledo. Primero cayó la plaza de Calatrava, luego Alarcos. El moro se
concentró en Jaén para el ataque, pero entretanto, la caballería cristiana
había ya ocupado las alturas y el grueso del ejército acampaba en la llanura de
las Navas de Tolosa.
Entraron por
fin en refriega, no sin prepararse antes con una sincera confesión de sus
culpas y la recepción del cuerpo de Cristo; recibida la bendición del arzobispo
en la lid. A la postre los moros aflojaron sufriendo una sangrienta derrota y
saliendo victoriosos os cristianos, merced a la protección del cielo.
De ahí el
origen de la fiesta del Triunfo de la Santa Cruz, pues a ella más que a las
fuerzas y bravuras de nuestros soldados fue atribuida aquella señaladísima
victoria del 16 de julio de 1212.
Dice san Efrén
que la señal de la Cruz es la armadura invencible de los cristianos: “Ningún escudo hay tan potente contra los
dardos del enemigo, a la vista de este signo las potencias infernales,
espantadas y temblorosas, huyen desesperadamente”.
Publicado en Cuenca, 3 de
mayo de 2020.
Por: José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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FUENTES
CONSULTADAS:
-Año
Cristiano para todos los días del año. P. Juan Croisset. Logroño. 1851.-La casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.
-Año Cristiano. Juan Leal, S.J. Madrid. 1961.
-Festividades del año Litúrgico. Dr. Vicente Tene. Huesca. 1945.
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