Ecos del pasado. La
visita a los siete monumentos en Jueves Santo.
Me viene a la memoria esa costumbre cristiana, que en tiempos de mis padres, era de obligada devoción, después de la Misa vespertina, el visitar durante el Jueves Santo y la mañana del Viernes Santo, siete monumentos donde estaba expuesta la Sagrada Custodia para resaltar la Eucaristía.
Esta devoción estaba muy arraigada en el pueblo cristiano. Es de suponer que en nuestros tiempos, la Iglesia siga pidiendo el dedicar unos momentos de adoración y de agradecimiento a Jesús, para acompañarlo en la Oración del Huerto en la noche en la que fue entregado y traicionado. Nos postramos ante la Exposición de la Sagrada Eucaristía en actitud de adoración y reparación, dando gracias por su Pasión, de la que fuimos causa y con la que nos redimió, pidiendo perdón por el abandono con el que frecuentemente lo dejamos en el Sagrario.
Monumento al Santísimo Catedral de Cuenca. Arco de Jamete. |
Siempre me pregunté porque deberían ser siete las iglesias visitadas en el Jueves Santo, la respuesta viene dada en el simbolismo, en ese ir y venir de Jesús en la noche en que fue traicionado. Hoy en día tenemos un dicho que viene de este momento, dice: “Traerte de Herodes a Pilatos”.
Ante lo expuesto, me pregunto: ¿Qué lugares recorrió Jesús en la noche de la traición? Fue don Santos Saiz (Presidente del Cabildo en su momento) quien en un día me los reveló:
1º La Oración y agonía de Jesús en el Huerto de los Olivos.
2º Cuando Jesús es prendido y llevado ante Anás.
3º Cuando de casa de Anás es trasladado al tribunal de Caifás.
4º Cuando Caifás ordena que lo lleven ante Poncio Pilatos.
5º Éste a su vez lo envía al palacio de Herodes.
6º Del palacio de Herodes es llevado de vuelta ante Pilatos, tras flagelarlo casi hasta la muerte, lavándose las manos, lo entregó para que lo crucificaran.
7º Por último Jesús carga con la cruz hasta el Calvario donde muere crucificado y es enterrado en el Santo Sepulcro.
Estos pasos son los que deberían ser recordados y cada una de las diferentes visitas que se deben hacer el Jueves Santo. Habría que revivir en las visitas a los diferentes monumentos las siete efusiones de Sangre del Salvador, como son: La circuncisión: el sudor de sangre en el huerto de Getsemaní; la flagelación; la coronación de espinas; el cargar con la cruz hasta el Calvario; imaginar las manos y los pies traspasado por los clavos en la crucifixión y su corazón perforado por la lanzas de Longines.
Por último qué se debe rezar en estas visitas además de meditar en los pasajes descritos. Pues me fue despejada esa duda por el misma persona que he citado con anterioridad, D. Santos Saiz: “En cada visita a los monumentos se hace una breve meditación y se reza en acción de gracias por la institución de la Sagrada Eucaristía y por las intenciones del Papa, seis Padrenuestros, Avemaría y la siguiente oración sustituyendo al Gloria (que no se reza hasta la Resurrección): “Cristo padeció por nosotros obediente hasta la muerte, y muerte de Cruz”, a lo que se responde “Por lo cual Dios los exaltó y dio el Nombre que está sobre todo nombre”. Pidiendo que nos libre de los siete pecados capitales. Que nos conceda las siete virtudes Teologales: fe, esperanza y caridad; que nos ayude a cumplir con las virtudes cardinales: justicia, prudencia, fortaleza y templanza. Y por último que nos conceda los siete dones del Espíritu Santo: Sabiduría, entendimiento, consejo, temor de Dios, ciencia, fortaleza, piedad y el santo temor de Dios.
Por curiosidad y escudriñando en la hemeroteca de finales del siglo XIX he encontrado la descripción de los mejores monumentos que se realizaban en Cuenca en esos tiempos y dice así:
“Entre los mejores monumentos presentados, merecen ser citados: El del Salvador, que lo constituían una capilla elegantemente formada con bastidores as-hoc, cuyo centro ocupaba un bonito Sagrario custodiado por dos ángeles de escayola, de gran talla y de cuyas peanas partía una gradería cuajada de luces. A los costados del monumento, se hallaban, a la derecha, el Santo Sepulcro, y a la izquierda, Nuestra Señora de las Angustias, ambas imágenes preparadas para la procesión del Santo Entierro. En la nave principal estaban igualmente dispuestas para las procesiones respetivas, una Madre Dolorosa ricamente vestida, Jesús Nazareno, el Santísimo Cristo de la Luz y San Juan de las Palmas. En San Francisco terminaba el monumento- colocado en la capilla de los Terceros- con un templete de notable merito artístico.
En el convento de las Concepcionistas, un caprichoso pabellón de damasco grana hecho, como de mano de monja, con mucho primor y delicadeza, servía de elegante dosel al Sagrario, viéndose a los lados y diseminados por la gradería del monumento, multitud de angelitos y otras figuras de biscuit y las velas prendidas de flores y de lazos. EL de la Santa Iglesia Catedral, era el más severo, espléndido en luz y presentado con mucho gusto. Se habilitó para su instalación la nave que conduce a los claustros en que se halla la capilla del Espíritu Santo, limitado al efecto se entrada con rojo cortinón en cuyo fondo se destacaba el monumento guardado por dos ángeles, bellísimos de mármol blanco, colocados a los costados del Sagrario; el pavimento de la improvisada capilla se hallaba alfombrado por rico tapiz fabricado en esta ciudad y en cuyo centro mostraba el escudo de armas del Obispado. El de Nuestra Señora de la Merced, se hallaba cubierto con amplio pabellón de armiño emplazado en el altar mayor y alumbrado por multitud de luces donadas por los seminaristas, luces que formaban artístico y caprichoso escudo ostentando en su promedio una cruz. El del Hospital de Santiago, denunciaba al instante ser labor de las manos femeninas por su delicadeza y tonalidad de colores. El de Santo Domingo, merecía también las alabanzas de cuantos lo visitaron y lo propio sucedió con el de las Monjas Petras en el que pusieron las religiosas todo su empeño para que fuera uno de los monumentos más admirados”.
Esta es una muestra de cómo será tratado en los periódicos de la época la devoción y el entusiasmo con que los conquenses cumplían con la tradición de visitar los siete Monumentos al Santísimo en las diferentes iglesias y parroquias de Cuenca a finales del siglo XIX sobre el año de 1893. Y yo me pregunto: ¿Cuánto hemos cambiado nosotros? ¿Seguimos esa tradición? Pensemos que los tiempos cambian pero en el corazón de cada uno sigue vibrando la Semana Santa conquense.
Cuenca, 23 de marzo de 2024.
José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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