domingo, 25 de junio de 2023

Santos Juan y Pablo. Festividad del 26 de junio.

     Tengo que comenzar diciendo que todos los documentos históricos y arqueológicos estudiados hasta la fecha, nos llevan demostrar que tanto Juan como Pablo florecieron a mediados del siglo IV, desde el reinado de Constantino Magno hasta el Juliano el Apóstata, quien les hizo matar y ordenó que les sepultaran en su misma cada del monte Clelio, donde hoy se levanta la iglesia de san Juan y san Pedro, junto al Clivus Scauri, la calle más antigua de Roma.
Su nacimiento se podría fijar en la primera o segunda decena del siglo IV, por el tiempo en que Constantino concede la paz a la Iglesia, en el año 313. 
En la inscripción de san Dámaso se dice que eran hermanos y de familia ilustre. Parece cierto que militaron en las legiones de Constantino, en cuyo tiempo recibieron el bautizo y, por su valeroso comportamiento, fueron nombrados oficiales de la guardia noble de palacio. Aquí trabaron amistad íntima con  Joviniano, capitán de las guardias imperiales y sucesor de Juliano en el imperio.
Todo esto nos hace sospechar que Juan y Pablo pasaron una gran parte de su vida en Oriente y probablemente permanecieron en Constantinopla hasta que muertos los hijos de Constantino, Magno subió al trono Juliano el Apóstata. Entonces nuestros santos renunciaron de sus cargos militares y se retiraron a su ciudad natal de Roma, donde poseían una casa sobre el monte Celio. Allí se dedicaron a la práctica intensa de la virtud cristiana, en oración y obras de caridad.
Juliano tuvo empeño en que volvieran a sus cargos y les mandó aviso por Terencio, capitán de cohorte. Nuestros santos se excusaron, y Juliano, irritado por el desprecio, mandó que fuesen decapitados secretamente en su propia casa, aunque se debía correr la voz de que habían sido desterrados como enemigos del Imperio.
La cronología no se puede tomar al pie de la letra pues la historia queda incompleta al no haber acta que certifique el martirio en su propia casa y como la muerte fue secreta la sepultura también, parece que fueron sepultados dentro del mismo recinto urbano, a diferencia de los otros mártires que eran siempre guardados fuera de los muros, todo ello en contra de la costumbre universal lo que hace difícil su veracidad.
San León Magno levantó en su honor una basílica y un monasterio en el Vaticano. La casa donde fueron martirizados se convirtió muy pronto en un santuario por obra del senador Bizante y su hijo san Panmaquio amigo de san Jerónimo.
En los subterráneos de la actual iglesia se descubrieron en 1887 las ruinas de la primitiva casa de los mártires, que costaba, cosa rara entones de dos plantas. En ella se ven hoy día tres grupos de edificios: uno con carácter de palacio y ornamentación pagana de pájaros, pavos reales y geniecillos con coronas de flores; otro cristiano, con los símbolos del pez y de la paloma, el vaso de leche y las ovejas, tan frecuentes en las catacumbas. En un fresco se ven también los santos Juan y Pablo con ángeles y la tienda, símbolo del paraíso. Cerca se hallan Crispo, Crispiniano y Benita con los ojos vendados, en espera de la decapitación. El tercer departamento es un oratorio.
La inscripción de san Dámaso se conserva sólo en parte y dice así: “Pablo y Juan de ilustre prosapia… dieron juntos la vida unidos por el casto vínculo de la fe. Fueron vasallos fieles del Rey de la eterna mansión. Los dos hermanos tuvieron la misma casa y la misma fe; ahora en el cielo ciñen la misma corona inmortal. Sabed que Dámaso tejió el panegírico de los dos hermanos para que el pueblo cristiano aprenda a celebrar los nuevos Patronos”.
La historia centenaria de la Casa Celimontana de los dos hermanos Juan y Pablo nos muestra que la santidad de la Iglesia no es un simple recuerdo histórico de ilustres antepasados, sino agua límpida que constantemente corre y fertiliza el suelo del pueblo cristiano.
Publicado en Cuenca, 26 de junio de 2020.
Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

La casa de los santos Juan y Pablo en Roma.


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