lunes, 19 de junio de 2023

San Silverio, Papa y mártir. Festividad del 20 de junio.

Sufrió exilio por una acusación injusta.   

 Fue san Silverio hijo de san Hormisda, quien, habiendo enviudado, recibió después las sagradas órdenes y llegó a la cumbre del supremo Pontífice. San Silverio sucedió a su padre, después de otros seis Pontificados.

Era el año 536, cuando en Italia dominaba todavía Teodato, rey de los godos, que se opuso a que subiese a la Silla de San Pedro el diácono Virgilio protegido por la emperatriz Teodora, mujer de Justiniano. El clero romano ratificó en segunda y unánime votación la elección de san Silverio. Desde entonces el nuevo Papa fue objeto de las iras de la emperatriz y de su cómplice Virgilio.

Belisario, general de los ejércitos de Justiniano, se apoderó de Roma. Teodora quiso mandar en el Papa, el cual, consciente de su autoridad, no se podía doblegar a los caprichos de una mujer corrompida de la herejía monofisita.

El Concilio de Calcedonia era intangible, debía ser acatado plenamente; todos los obispos indignos que habían sido justamente depuestos no podían volver a sus sedes.

Esta actitud enérgica concitó más las iras de la emperatriz. Silverio tenía que renunciar al Papado o ser desterrado de Roma.

Se fingió una carta suya al rey de los godos contra los bizantinos, y esto bastó para que Belisario, en nombre de su señora, depusiera a san Silverio.

Lo hizo llamar a su residencia del Pincio o dejar todo su acompañamiento fuera, le prohibió la defensa, le quitó sus vestiduras pontificales y en su lugar le hizo poner una cogulla de monje, declarándole depuesto. Desde aquel día no se supo más dónde estaba el Papa. Luego corrió el rumor de que había sido llevado a Patara, en Licia.

El emperador Justiniano estaba ajeno a estas intrigas e intromisiones de su mujer. Cuando conoció el destierro del Papa, lo restituyó a Italia, con orden de que residiera fuera de Roma; mandó que se probara la verdad de la correspondencia con el rey de los godos. Más, si era enteramente inocente, debía ser repuesto en su sede primada.

Volvió efectivamente san Silverio a Italia, pero la emperatriz y su competidor Vigilio lograron que no entrara en Roma. Crecieron las calumnias y los atropellos. El Papa fue recluido a una isla de las costas italianas y allí murió de hambre y malos tratos. Su competidor Vigilio logró por fin el anhelado Pontificado.

San Silverio fue enterrado en la misma isla Palmeria, donde había muerto. Dios cuidó de la honra de su siervo; su sepulcro se hizo célebre por los milagros, como atestigua el mismo Libro Pontifical.

La Iglesia romana lo veneró en seguida, no solamente como Santo, sino también como mártir, pues muerto en defensa de la justicia y de la fe, agotado por los malos tratos de sus enemigos.

La oración de su Misa reza así: “Atended, Dios omnipotente, a nuestra flaqueza, y pues nos oprime el peso de nuestros pecados, aliviadnos de él por la intercesión del bienaventurado mártir y Pontífice Silverio”.

Publicado en Cuenca, 20 de junio de 2020.

Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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FUENTES CONSULTADAS:
-Año Cristiano para todos los días del año. P. Juan Croisset. Logroño. 1851.
-La casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.
-Año Cristiano. Juan Leal, S.J. Madrid. 1961.




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