El Belén y el árbol de Navidad
El montaje del belén suponía un
acontecimiento para los más pequeños de la casa, avivado generalmente por la
madre. Año tras año íbamos coleccionando
figuritas para completar el belén, en ese año disponíamos: del indispensable molino, el
puente, las lavanderas, que se colocaban en la orilla del río; unas cuantas
casitas; los pastorcitos, los corderos, los Reyes Magos y la Sagrada Familia, ya casi lo
teníamos completo. Al desembalar las figuras pudimos apreciar que el rey
Baltasar había sufrido un accidente, pues al ser las figuras de barro se había
hecho trizas. Después de mucho pensar decidí romper la hucha haber cuanto
contenía y si daba para la reposición. Recorrimos las tiendas, la librería
Estudios, Evangelio, Chamón, etc., hasta encontrar unos reyes que fueran los
idóneos para el conjunto. Encontramos unas figuras policromadas que eran un
encanto, pero su costo era algo elevado para nuestro pequeño presupuesto y
optamos por unas de plástico que resultaron de lo más prácticas, pues sirvieron de juego hasta el seis de enero, día la celebración de los
Reyes Magos. Ya sólo faltaba buscar un
lugar para su ubicación, fue encima del aparador del salón donde se decidió
instalarlo, colocando las figuras en torno al portal, tapizando el suelo con el
serrín de la estufa, musgo para decorar las rocas y harina para semejar la nieve, un
trozo de cristal nos sirvió para asemejar un arroyo; los Reyes aparecían a lo
lejos en lucida caravana, que se irían acercando poco a poco, según fueran pasando los días de Pascua.
Desde hace años este tradicional
montaje del belén en las casas es cada vez más escasa, siendo sustituido por el
árbol de Navidad, tradicionalmente llamando el árbol de Noel, un arbolito
cubierto de juguetes y serpentinas, con algún que otro farol y un viejo de
blanca barba que siendo una costumbre rusa, se le llamó Papa Noel. El afán de
la novedad y el deseo de extranjerizarnos ha hecho que vaya suplantando al tradicional
Nacimiento.
En los últimos tiempos el árbol
de Navidad ha venido a sustituir a los belenes en las casas, no es que me guste
mucho el hecho de la sustitución, pero sí soy partidario de compartir los
espacios y el árbol no tiene porqué sustituir al Belén, más bien lo complementa
y para ello intentaré explicarles el origen y el sentido cristiano del Árbol de
Navidad.
En parte historia y en parte
tradición se afirma que el origen del árbol de Navidad es alemán, remontándose
al siglo VIII. Tengo para ello que introducirme en los principios del
cristianismo, cuando en el siglo VIII, San Bonifacio (675-754) partió de
Inglaterra hacia Germania para predicar la fe cristiana, llegando a Hesse
(actualmente es uno de los 16 estados federados de Alemania). Después de un
periodo de aparente éxito de conversiones fue llamado a Roma por el papa
Gregorio II (715-731) teniendo que dejar las tierras alemanas. A su vuelta en
las Navidades del año 723, se encontró con que el pueblo evangelizado se
preparaba para celebrar el Solsticio de Invierno, sacrificando a un joven en el
sagrado roble de Odín. Viendo tal aberración San Bonifacio cogió un hacha y
cortó el roble sagrado como hiciera Moisés ante los israelitas que adoraban el
becerro de oro. Cuenta la tradición que al primer golpe de hacha un fuerte
viento derribó al instante el árbol. El pueblo ante este hecho reconoció la
mano de Dios y preguntaron a San Bonifacio cómo deberían celebrar la Navidad.
Junto al roble caído permanecía intacto un pequeño abeto, lo vio como símbolo
perenne del amor de Dios y lo adornó con manzanas, que simbolizaban las
tentaciones, y velas que representaban la luz de Cristo que viene a iluminar el
mundo. Como era costumbre meter en las casas una planta de hoja perenne en
invierno, pidió a todos que llevaran a su casa un abeto. Este árbol representa
la paz y por permanecer verde, simboliza también la inmortalidad. Al terminar
en punta, indica el Cielo, la morada de Dios.
El Papa Juan Pablo II en la
Audiencia del 19 de diciembre de 2004, expresó así lo que era el Árbol de
Navidad para la actual cristiandad: “En invierno, el abeto siempre verde se
convierte en signo de la vida que no muere… El mensaje del árbol de Navidad es,
por tanto, que la vida es “siempre verde” si se hace don, no tanto de cosas
materiales, sino de sí mismo: en la amistad y en el afecto sincero, en la ayuda
fraterna y en el perdón, en el tiempo comprendido y en la escucha recíproca”.
El colocar los regalos debajo del
árbol es un modo de recordar que del árbol de la Cruz proceden todos los bienes, perpetuando al “árbol de la vida” (Gn. 2,9).
Está bien incorporar las nuevas
tradiciones que cada época asume como propias sin olvidar las nuestras. Debemos enseñar a nuestros hijos lo que a
nosotros nos enseñaron; pongamos el Nacimiento en casa, cantemos con los
pequeños los villancicos que aprendimos de la abuela, hagámosles aprender de
esa manera tan bonita las escenas de la Redención del Mundo y no suplantemos la
figura excelsa del Portalito de Belén, sabiendo que el mejor pan es siempre el del
horno casero.
Cuenca 19 de diciembre de 2015
José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico.
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