domingo, 20 de diciembre de 2015

Tradición y familia en torno la Navidad

El Belén y el árbol de Navidad

El montaje del belén suponía un acontecimiento para los más pequeños de la casa, avivado generalmente por la madre.  Año tras año íbamos coleccionando figuritas para completar el belén, en ese año  disponíamos: del indispensable molino, el puente, las lavanderas, que se colocaban en la orilla del río; unas cuantas casitas; los pastorcitos, los corderos, los Reyes  Magos y la Sagrada Familia, ya casi lo teníamos completo. Al desembalar las figuras pudimos apreciar que el rey Baltasar había sufrido un accidente, pues al ser las figuras de barro se había hecho trizas. Después de mucho pensar decidí romper la hucha haber cuanto contenía y si daba para la reposición. Recorrimos las tiendas, la librería Estudios, Evangelio, Chamón, etc., hasta encontrar unos reyes que fueran los idóneos para el conjunto. Encontramos unas figuras policromadas que eran un encanto, pero su costo era algo elevado para nuestro pequeño presupuesto y optamos por unas de plástico que resultaron de lo más prácticas, pues sirvieron de juego hasta el seis de enero, día la celebración de los Reyes Magos. Ya sólo faltaba buscar un lugar para su ubicación, fue encima del aparador del salón donde se decidió instalarlo, colocando las figuras en torno al portal, tapizando el suelo con el serrín de la estufa, musgo para decorar las rocas y harina para semejar la nieve, un trozo de cristal nos sirvió para asemejar un arroyo; los Reyes aparecían a lo lejos en lucida caravana, que se irían acercando poco a poco, según fueran pasando los días de Pascua.

Desde hace años este tradicional montaje del belén en las casas es cada vez más escasa, siendo sustituido por el árbol de Navidad, tradicionalmente llamando el árbol de Noel, un arbolito cubierto de juguetes y serpentinas, con algún que otro farol y un viejo de blanca barba que siendo una costumbre rusa, se le llamó Papa Noel. El afán de la novedad y el deseo de extranjerizarnos ha hecho que vaya suplantando al tradicional Nacimiento.

En los últimos tiempos el árbol de Navidad ha venido a sustituir a los belenes en las casas, no es que me guste mucho el hecho de la sustitución, pero sí soy partidario de compartir los espacios y el árbol no tiene porqué sustituir al Belén, más bien lo complementa y para ello intentaré explicarles el origen y el sentido cristiano del Árbol de Navidad.

En parte historia y en parte tradición se afirma que el origen del árbol de Navidad es alemán, remontándose al siglo VIII. Tengo para ello que introducirme en los principios del cristianismo, cuando en el siglo VIII, San Bonifacio (675-754) partió de Inglaterra hacia Germania para predicar la fe cristiana, llegando a Hesse (actualmente es uno de los 16 estados federados de Alemania). Después de un periodo de aparente éxito de conversiones fue llamado a Roma por el papa Gregorio II (715-731) teniendo que dejar las tierras alemanas. A su vuelta en las Navidades del año 723, se encontró con que el pueblo evangelizado se preparaba para celebrar el Solsticio de Invierno, sacrificando a un joven en el sagrado roble de Odín. Viendo tal aberración San Bonifacio cogió un hacha y cortó el roble sagrado como hiciera Moisés ante los israelitas que adoraban el becerro de oro. Cuenta la tradición que al primer golpe de hacha un fuerte viento derribó al instante el árbol. El pueblo ante este hecho reconoció la mano de Dios y preguntaron a San Bonifacio cómo deberían celebrar la Navidad. Junto al roble caído permanecía intacto un pequeño abeto, lo vio como símbolo perenne del amor de Dios y lo adornó con manzanas, que simbolizaban las tentaciones, y velas que representaban la luz de Cristo que viene a iluminar el mundo. Como era costumbre meter en las casas una planta de hoja perenne en invierno, pidió a todos que llevaran a su casa un abeto. Este árbol representa la paz y por permanecer verde, simboliza también la inmortalidad. Al terminar en punta, indica el Cielo, la morada de Dios.

El Papa Juan Pablo II en la Audiencia del 19 de diciembre de 2004, expresó así lo que era el Árbol de Navidad para la actual cristiandad: “En invierno, el abeto siempre verde se convierte en signo de la vida que no muere… El mensaje del árbol de Navidad es, por tanto, que la vida es “siempre verde” si se hace don, no tanto de cosas materiales, sino de sí mismo: en la amistad y en el afecto sincero, en la ayuda fraterna y en el perdón, en el tiempo comprendido y en la escucha recíproca”.

El colocar los regalos debajo del árbol es un modo de recordar que del árbol de la Cruz proceden todos los bienes, perpetuando al “árbol de la vida” (Gn. 2,9).

Está bien incorporar las nuevas tradiciones que cada época asume como propias sin olvidar las nuestras. Debemos enseñar a nuestros hijos lo que a nosotros nos enseñaron; pongamos el Nacimiento en casa, cantemos con los pequeños los villancicos que aprendimos de la abuela, hagámosles aprender de esa manera tan bonita las escenas de la Redención del Mundo y no suplantemos la figura excelsa del Portalito de Belén, sabiendo que el mejor pan es siempre el del horno casero.

Cuenca 19 de diciembre de 2015


José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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