TERCER VIERNES DE CUARESMA
El arzobispo de Sens que fue
encargado por el mismo Luis IX de referir esta traslación, apunta una
particularidad interesante: y es que “durante todo el viaje ni una sola gota de
agua cayó sobre los que acompañaban la Santa Reliquia, a pesar de los muchos
nublados y las frecuentes lluvias que caían luego que había llegado a los
sitios en donde debía pararse.
Tan pronto como supo Luis IX que
el cortejo había llegado a Traves de Champaña, salió para allá acompañado de su
virtuosa madre, Doña Blanca de Castilla, de sus hermanos los príncipes, y de
los prelados y nobles de su corte.
El 10 de agosto de 1239, fiesta
de San Lorenzo, se encontraron dos comitivas y fue conmovedora, en verdad, la
presentación al Rey y a la Corte del Arca que contenía la reliquia. Se destapó
primero la caja de madera de cedro sellada con las armas de los nobles
franceses y se examinaron las actas que daban fe de la autenticidad de la
reliquia. Se procedió después a abrir el arca de plata y. acto seguido el vado
de oro puro que encerraba la sagrada corona. El arzobispo de Sens, presente en
el acto, dice que la vista de este instrumento de suplicio evocaba vivamente el
misterio adorable de un Dios sufriendo por la salvación de las almas y que este
espectáculo emocionó profundamente a todos los presentes.
Virgen de la Esperanza (Cuenca) |
Al día siguiente, se llevó la
reliquia a la metropolitana de Sens a hombros del rey y de su hermano el Conde Roberto
de Artois, que iban descalzos y humildemente vestidos, aunque con
acompañamiento de los prelados y señores de la corte, igualmente descalzos.
Fue una procesión triunfal:
numeroso clero, innumerable gentío, espléndida iluminación hacían patente el
gozo que desbordaba de todos los corazones.
Al día siguiente salió el Rey
para París en donde ocho días después tuvo la entrada solemne de la Corona de
Espinas. En las afueras, cerca de la Iglesia de San Antonio se levantó un
estrado muy alto sobre el cual se expuso el cofre de la veneración del pueblo.
El Rey Luis IX y su hermano lo llevaron a hombros hasta la catedral y la sagrada
reliquia fue depositada provisionalmente en la capilla de palacio, dedicada a
San Nicolás, hasta que el piadoso Rey hizo labrar un relicario digno del tesoro
que debía encerrar; este fue la Santa Capilla, verdadera joya arquitectónica.
Aquí me quedo por este viernes, pues aún nos restan unos pocos hasta el Viernes de Dolores. Queda pendiente para el próximo viernes: qué paso con la reliquia durante la Revolución francesa y por último os hablaré sobre la dispersión de las espinas por distintos países.
Un saludo y gracias por leerme.
Cuenca, 24 de marzo de 2017
José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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