El fuego nuevo, símbolo de la resurrección, era recibido con veneración por nuestros antepasados.
Poco a poco la Semana Grande de
Cuenca, su Semana Santa va trascurriendo. Las procesiones han recorrido
nuestras calles, representando la Pasión de Cristo, en el particular Gólgota de
la ciudad. Días para unos de divertimiento y expansión y para otros días de
reflexión y arrepentimiento de sus faltas, omisiones y pecados que año tras año
se ven redimidas por el Redentor del mundo.
Siempre he oído que después del
calvario viene la gloria y que no hay gloria sin sufrimiento. El Sábado Santo
después de la hora Nona, que viene a ser sobre las tres de la tarde, el obispo
acompañado de su clero iba a al Templo. En el atrio, se encontraba el fuego que
había sido encendido con una chispa de pedernal. En aquella época no se
conocían las cerillas ni mecheros, pues estoy hablando del siglo IX. Cada día
antes de Vísperas se encendía las lámparas y cirios con el fuego sacado de la
propia naturaleza, porque nada profano había de mezclarse con la sublime
majestad del oficio divino, bendiciéndose el fuego, antes de la ceremonia, con
una oración.
Aquella costumbre fue cayendo en
desuso durante el siglo X pero se conservó en la solemnidad del Sábado Santo,
por su particular significado. El fuego nuevo al brotar repentino del pedernal
recuerda a Jesús, verdadera Luz del mundo, que escondido bajo la losa del
sepulcro, sale resplandeciente del mismo en su gloriosa resurrección.
El simbolismo en todas las
religiones es muy importante y como estudioso del tema os hablaré de ello: En
el interior del templo se apagaban todas las lámparas para reanimarlas luego al
contacto del fuego bendecido. Recordando que a la muerte de Jesucristo una
profunda obscuridad cubrió la faz de la tierra y sobre todo que el mundo moral que
se hallaba envuelto en las más densas tinieblas; pero con la resurrección del
Señor, en la Iglesia renace la fe, los Apóstoles proclaman la divinidad de
Jesucristo, y todo hombre recibe el Don inefable de su Luz Divina.
El simbolismo prosigue con la
ceremonia. El diácono, servidor del obispo, se reviste en su presencia de la
dalmática blanca, anunciando el gozo, y mientras su prelado continúa con la
capa morada de los días de penitencia. El diácono, que simbolizando el retorno
del sepulcro, entra en la iglesia y anuncia por tres veces a los fieles
congregados, con tono más y más elevado el Lumen
Chisti: “Ved ahí la luz de Cristo”.
Cada vez que entona prende con el fuego nuevo una de las candelas que lleva
puestas en una caña, con lo cual parece decir: “Cristianos dad gracias a Dios, pues Cristo acaba de resucitar y os trae
la luz con la cual podréis reconocer un solo Dios en tres Personas, como tres
son las candelas que forman un solo cuerpo con la caña”.
Dicho fuego nuevo, símbolo de la
resurrección, era recibido con veneración por nuestros antepasados y en algunas
regiones antes de ir a la iglesia apagaban los hogares y al volver los
reanimaban con el fuego nuevo llevado de la Iglesia.
En los escritos de Dom Gueranger
(1*) dice que cada año en la Basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén si obraba
un milagro. Ante el pueblo fiel congregado una de las lámparas que estaba
suspendida sobre el sagrado monumento de la victoria de Cristo, se encendía por
sí sola. Su llama servía para encender las demás lámparas, cirios de la iglesia
y las velas que llevaban los fieles para renovar el fuego en sus casas.
Durante los siglos XI y XII fue
el espíritu de recobrar los Santos lugares, como el Santo Sepulcro, lo que llevó
al Papa Urbano II a predicar la primera Cruzada, aludiendo al citado milagro
como una de las razones por las cuales los pueblos deberían venerar el Santo
Sepulcro de Cristo.
El cirio Pascual que es una vela
grande de peso y tamaño, representa la figura de Jesús vuelto a la vida. Para
que tenga presente el sentido misterioso de aquella luz, el cirio se adorna,
como el cuerpo glorioso de Cristo, con cinco cicatrices formadas por los cinco
granos de incienso que el diácono clava en la cera en forma de cruz, cantándose
el Exúltet, con el cual se anuncia la
fiesta de Pascua.
Por muchos años sirvió el cirio
pascual de calendario, pues en su misma cera o en tablillas de él suspendidas
se escribía la fecha de las festividades móviles dependientes de la Pascua. Era
el patriarca de Alejandría, ayudado de sus célebres astrónomos, quienes
calculaban la fiesta de Pascua y enviaba al Papa el canon o lista de las
fiestas del año. El Papa lo comunicaba a las Iglesias de Occidente y a los
Obispos, a falta de impresos, las anunciaban a los fieles por medio del cirio
Pascual.
_______________________
(1*) Dom Posper, fue abad del
priorato benedictino de Solermes (Francia) y fundador de la Congregación de la
Orden de San Benito Abad en Francia. Sus escritos permitieron redescubrir el
sentido de la liturgia, la fuente del verdadero espíritu cristiano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario