La fiesta del
Corpus con su correspondiente procesión vino a ser la culminación de la
solemnidad eucarística despertada en el siglo XIV.
En el anterior
artículo os he hablado del milagro que inició esta gran festividad, este otro
os hablo de algo que ocurrió cercano a nosotros, en tierras valencianas; el
milagro eucarístico más importante del siglo XIII, a raíz de la batalla de
Luchentre entre moros y cristianos. Los corporales, aún ensangrentados, se
veneran en la colegiata de Daroca. La más antigua versión de este milagro es la
que consta en la Carta de Chiva, del 26 de junio de 1340. La versión
tradicional del acontecimiento eucarístico fue corroborado a finales del siglo
XIV (1397) por un documento latino guardado en el “Libro Bermejo” de
Daroca.
Era el año
1238 cuando Jaime I tomó la ciudad de Valencia; sus capitanes persiguieron a
los moros, que se habían hecho fuertes en el castillo de Chío, en el término de
Luchente, cerca de la ciudad de Játiva. El capellán Mateo Martínez celebraba la
misa para el ejército cristiano, y en el momento de la consagración hubo de
guardar las hostias destinadas a los capitanes por el inesperado ataque de los
moros.
Terminada la
batalla victoriosamente pudo ver que en los corporales, que habían guardado las
hostias, estaban teñidos de sangre.
Como todos se
disputaban la posesión de las sagradas hostias, fueron colocadas a lomos de una
mula, que caminó a su aire hasta que llegó a la ciudad de Daroca, donde se
detuvo, lo que se interpretó como un designio providencial para que allí fueran
guardados los Corporales.
Como he dicho
anteriormente, en el comienzo del artículo, lo característico de la fiesta del Corpus
es y fue la procesión, que en su origen era como viático. No había custodia
y era preciso llevar el Sacramento en el mismo copón que lo guardaba dentro del
sagrario. Como los fieles deseaban ver la Hostia, se utilizaron relicarios con
cristales para que se viera, bajo el palio, llevado por clérigos o autoridades.
Custodia. Catedral de Cuenca. |
Ya en estas primeras procesiones se advertía el carácter triunfal y festivo:
además de banderas, blandones, ciriales y antorchas había cruces de
acompañamiento. Desde principios del siglo XV se engalanaban las calles por
donde debía de pasar la procesión, y desde los balcones se echaban flores. Por todo
lo cual fue una fiesta popular y solemne en la que intervenían el clero, la
nobleza, los gremios, las cofradías y la ciudad entera.
Publicado en Cuenca, 11 de
junio de 2020. y el 15 de junio de 2022.
Por: José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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Fuentes
consultadas:
Mensaje
simbólico del arte medieval. Santiago Sebartián. Madrid. 2009
Festividades
del año Litúrgico. Dr. Vicente Tena. Huesca. 1945.
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