miércoles, 28 de octubre de 2015

Hoy hace 422 años que le Marqués de Cañete y Virrey de Perú. Don García de Mendoza regaló una lámpara de plata a la Catedral de Cuenca

Hoy hace 422 años que el Marqués de Cañete  y Virrey de Perú. Don García de Mendoza regaló una lámpara de plata a la Catedral de Cuenca

El sábado, día 24, se reinauguró la restaurada Capilla del Espíritu Santo, Don Miguel Ángel Albares, Director de la Catedral, nos explicó todo el procedimiento seguido en su restauración. Quedé sorprendido del posible hallazgo. La pintura que se pensaba representaba el martirio de San Andrés, se descubrió que no era tal, sino representa el martirio de San Serapio, con la firma de Ricci, posiblemente realizado por Juan Andrés Ricci, conocido como fray Juan Rizi.

Quiero traer al caso y con motivo de esta reinauguración, que el fundador de la citada Capilla, Don García de Mendoza, Marqués de Cañete y virrey de Perú, un 29 de octubre de 1593, es decir, hace 422 años, donaba una lámpara de plata que alumbraría el altar de San Julián.

Era este donativo del Virrey, uno de tantos como en todas las iglesias y monasterios se recibían en aquella época; donaciones realizadas por los conquenses favorecidos por la fortuna en sus empresas y que, como ya he recordado en otras ocasiones, asombraría si se vieran reunidos la relación de los objetos que en sucesivas invasiones, guerras y movimientos han ido desapareciendo de entre lo que se recuerda en memoria o lo que  fue inventariado.   

El regalo del Marqués era como muestra de su devoción al Santo Patrón y en agradecimiento de favores y ayudas recibidas, como manifiesta en la carta dirigida al Cabildo y que hizo pública, el que fue Notario Eclesiástico de esta Diócesis Don Eusebio Ramírez; trascribo algunos de sus párrafos que dicen así:
En quarenta años de peregrinaciones que me he ocupado por mar y por tierra y en la guerra y otras cosas que se han ofrecido al servicio del Rey Ntro. Señor, me he visto en muy grandes peligros de que milagrosamente fui librado. Teniendo memoria de encomendarme en tales ocasiones al buen Aventurado San Julián, cuyo cuerpo en el mismo instante se me facilitaban los peligros y se me aseguraba el salir de ellos con vida y así, dándomela Dios para volver a visitar esa Sta. Iglesia y Cuerpo Sancto, procuré con todas mis fuerzas y hacienda, ayudar a su canonización que es una de las cosas que me deseo ver cumplida y entretanto que esto lo encamina Ntro. Sr. en señal de algún reconocimiento de la devoción que tengo con ese Cuerpo Sancto le yubio una lámpara de plata que suppcó a V. Sª por bien se alumbre, que yo escribo al Sr. Don Pº mi hermano mande proveer de mi hacienda lo necesario de azeyte para que perpetualmente arda en el yntarin que voy a dotarla, y yo quisiera mucho ynbiar con ella una media figura de plata que he mandado hazer a imitación del Santo para sacar en las procesiones y como labran indios y con demasiada fiema no se ha podido acabar pero estarlo ha para que vaya en la primera flota”.

“Y pues la obligación que mi casa tiene de servir a hesa Sta. iglesia son cada día mayores, rescibiré mucho contento y med que se me avise de las cosas en que yo hacerlo desde aca que podrá V.Sª estar tan cierto de que se cumplirá con gran voluntad como yo lo estoy de que por sy parte acudirá a honrar y favorescer como siempre lo ha hecho lo que toca a mi cappilla y cosa como tan propia de V. Sª. A quien guarde a Ntro. Sr.”.

“El Cerrado Santiago (Lima Corte de Perú) a 15 de abril de 1592”

“El Marqués de Cañete”.

Leida la carta en Cabildo se manifestó por el Arcediano de Huete, hermano del Marqués, que obraba la lámpara en su poder y que no la había presentado por haber tenido que proceder a su limpieza, aún no terminada, lo que llevó a cabo en Cabildo de 5 de noviembre “ y habiéndola todos visto y mirado se holgaron muy grandemente y les pareció muy rica, galana y muy bien acabada y dijeron que era don de Príncipes”.
Hoy no podemos contemplar la lámpara del marqués de Cañete que debió ser una  de las alhajas que, según Muñoz y Soliva se llevaron los franceses cuando invadieron Cuenca durante la guerra de la Independencia, cuyo saqueo, dice fue valorado en treinta millones y en el que entraron “5 lámparas de San Julián, 6 lámparas de la Virgen del Sagrario, un número indeterminado de cálices y candeleros de plata.

Cuenca 29 de octubre de 2015

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico 

Misterios y dogmas en la Catedral de Cuenca

Mi más sincero agradecimiento a la Asociación de Amas de Casa que esta tarde han llenado el salón de Caritas para oír mi conferencia sobre los MISTERIOS Y DOGMAS DE LA CATEDRAL DE CUENCA. Gracias a su Presidenta y a la Junta Directiva por el plato de cerámica con el que he sido obsequiado, pero el mayor obsequio ha sido la presencia de las asociadas con las que he disfrutado con sus preguntas. Gracias

Galería de fotos:

jueves, 22 de octubre de 2015

Legado histórico ¿Nos lo jugamos en unos años?

La posible pérdida del legado histórico y la implantación de las creencias de quienes son acogidos.

Usaremos vuestra democracia para destruir vuestra democracia”.

El que olvida su historia está condenado a repetirla”.

Se empeñan, los que ejercen el poder en nuestros días, de separar y eliminar el legado histórico-religioso de nuestra sociedad con el fin de crear un pueblo laico. Este tipo de planteamiento tendría validez si la religión fuera una cuestión externa a nuestro ser como humanos, pero en realidad las personas somos seres religiosos por naturaleza. Es por ello que buscamos un sentido a las cosas que nos pasan e incluso a nuestra propia existencia, relacionando nuestra vida  con un principio creador que da luz, claridad, coherencia, unidad, armonía a nuestro existir. Ese principio creador es la actitud propiamente religiosa en el hombre aunque se declare ateo en algunas ocasiones.

El ser humano no puede responderse así mismo. Nos creemos autosuficiente, pero sabemos en nuestro interior que no nos bastamos, precisamos abrirnos a algo o a alguien que pueda darnos lo que nos falta; es decir, buscamos como colmar la amplitud de nuestra vida en la profundidad de nosotros, ello nos lleva a buscar en la religión el camino para superar nuestra finitud.

En nuestros días el concepto de tradición se alza como una estructura de determinadas actividades históricas que refleja y explica las condiciones históricas sociales en que vivimos inmersos. Este legado va enclavado en la sucesión de las generaciones que se pueden ver finitas por la invasión de otras culturas emigrantes, cuando el número de nacimientos decrece y aumenta en las familias acogidas, a quienes se les ofrece todo tipo de ayudas, en ocasiones negadas a los propios nativos,  en pro de las culturas invasoras por el buenismo que impera en la sociedad del bienestar que disfruta la sociedad acogedora, perdiéndose en realidad la identidad de las raíces creadas a lo largo de generaciones anteriores.

La cultura, dentro de sus funciones básicas, está la de dar continuidad y sentido a la existencia humana, estudiando las costumbres, las tradiciones, los valores, el patrimonio y sobre todo la identidad familiar por la importancia de la trasmisión y formación a los jóvenes y sus familias. Es decir, las costumbres, los mitos y tradiciones constituyen legados culturales heredados y trasmitidos de generación en generación siendo la tradición el reflejo de la actividad material y espiritual del hombre convirtiéndose en uno de los principales medios de construcción de significación de valores.
Todo esto se perderá si los acogidos no se fusionan con los originarios, ni asumen las costumbres de quienes los acogen formando un hueco impugnable que pueda, con el tiempo, destruir las tradiciones del lugar siendo implantadas otras traídas.

El ideólogo islámico Omar Bin Bakri es muy claro en sus palabras: “usaremos vuestra democracia para destruir vuestra democracia”. Sólo deben esperar. Según sus cálculos, en el año 2050 la población musulmana nacida en Europa y por tanto europeos con derecho a voto, será mayoría por simple crecimiento demográfico. Las libertades que en Europa nos ha costado siglos conseguir son la antítesis del islamismo.

Sobre 2050 en unas elecciones democráticas que ganarían por mayoría, por el simple hecho de ser más, impondrán en Europa sin necesidad de guerras ni atentados. Como dicen también los musulmanes: “siéntate en la puerta de tu casa y verás pasar el cadáver de tu enemigo”.

Ya en los primeros tiempos de esta ciudad Alfonso VIII se vio en la necesidad de crear unas leyes que hicieran posible la convivencia de las tres culturas por lo que se aplicó el Fuero de Cuenca, sirviendo de modelo a otras comunidades y ciudades del Reino.

Dice el Fuero de Cuenca en su prólogo: “Y puesto que, en efecto, la memoria de los hombres es frágil y no puede bastar a multitud de cosas, por esto se ha procedido con el sagaz criterio de la prudencia a poner por escrito las leyes del estatuto legal de los derechos civiles, que tras meditada elección brotaron de la autoridad real para calmar la discordia entre ciudadanos y habitantes, para que en modo alguno puedan quebrantarse por la mayor astucia de los malvados, ya que están defendidos por la garantía real, ni más tarde debilitarse por el subterfugio de algún fraude”.

Dentro de unos años la comunidad musulmana será superior a la cristiana por lo que tendrán acceso a cambiar leyes y modificar costumbres dentro de Europa, si no se pone las medidas necesarias a su debido tiempo, en pocos años nuestra cultura irá desapareciendo al ser sustituida por otra  importada. “El que olvida su historia está condenado a repetirla”.

Cuenca, 22 de octubre de 2015

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico


Fuentes documentales
-          -  ELIADE, M. (l983a), Lo sagrado y lo profano, Barcelona, Ed. Labor/Punto Omega
-         -  Xl Semanario. Beunismo. Alfredo Benosa
-         -  ANDRADE, G. (2003), “Las nuevas tendencias religiosas a partir de la globalización”

-         - El Fuero de Cuenca. Editorial Tormo. 1978

domingo, 18 de octubre de 2015

La solidaridad de los unos con los otros.

 El día del Domund

Cuando íbamos a la catequesis en San Esteban, el tercer domingo de octubre después de misa  lo dedicábamos a recorrer Carretería con las célebres huchas amarillas. Se nos explicaba que era el Domund, un día cargado de simbolismo en el que la Iglesia reza por los misioneros y  colabora con ellos en su labor evangelizadora desarrollada entre los más pobres.

Nos decían que la supervivencia de los territorios de misión depende de los donativos, por lo que el día del Domund es una llamada a la colaboración económica de los fieles. Gracias a esas contribuciones se construyen templos, se atienden proyectos sociales, sanitarios y educativos en estos lugares.

Al principio de la semana nos íbamos acercando a San Esteban a recoger las huchas, las había de varias tipos, a mi me gustaban las de cerámica con la cabeza de un chino, un negrito o de un jefe indio, pero por mucho que me adelantaba para coger una de ellas cuando llegaba siempre estaban las de plástico amarillo.

Íbamos con la hucha a todos lados esa semana intentado llenarla, lo primero a las casas de los familiares que era seguro el conseguir que alguna moneda se deslizara por la ranura y en último término recorríamos las tiendas del barrio y asaltábamos a la gente que circulaba por la calle, nunca llegue a llenarla pero era una gran ilusión ver como la gente sacaba de su bolsillo un céntimo y era un motivo de alegría cuando algún atrevido te echaba dos reales, esas monedas que en su centro tenía un agujerito.

Me acuerdo de ese año que no había manera de que nadie echara nada en la hucha y haciendo un acto de generosidad con un cuchillo vacié el cerdito de mi hucha, no era mucho lo que contenía pero fue suficiente para que la hucha no fuera vacía en su entrega a la Parroquia.

Hoy como  en aquella época la necesidad de ayuda es necesaria e imprescindible ante tanta necesidad que se ve y se palpa a nuestro alrededor. Seamos generosos en este día principalmente pero procuremos seguir siéndolo durante toda nuestra vida.


José María Rodríguez González .Profesor e investigador histórico.

domingo, 11 de octubre de 2015

Un pilar de nuestra Catedral

El estuco conmemorativa de la aparición de la Virgen a Santiago de la Capilla del Pilar de la Catedral de Cuenca

Era el mes de octubre, el otoño se apreciaba en el cambio del paisaje, siendo  palpable dentro y fuera de la ciudad de Cuenca, sus colores verdes se tornaban en amarillos oro con matices arcillosos de el borde de las hojas como presagio del frio invierno que se avecinaba, pero los estucos de la capilla del Pilar seguían tan blancos como el día de su inauguración, obra de Martín de Aldehuela en 1770. Hoy era el día de su festividad.

Como niño inquieto y ávido de aprender no dudé ni un instante en preguntar a mi abuelo Sabino por tal interesante motivo. Abuelo, ¿Me cuentas la historia de esta Virgen? Josemari debes de saber que esta Virgen es la del Pilar y que se apareció a Santiago allá por los años 40 en Zaragoza.
Estuco de la representación de la
aparición de la Virgen a Santiago.

Capilla del Pilar en la Catedral de Cuenca.
Foto: (C) José María Rodríguez González

Nos abrió Pepito, el sacristán, la reja y nos sentamos en unos reclinatorios que había en su interior el estuco de la aparición de la Virgen lucía con sus mejores blancos al llegar la luz del medio día a la linterna de la capilla. Comenzó su relato con voz profunda, alta y segura que hizo que Pepito le oyera y se quedara junto a la reja escuchando. En los márgenes del Ebro oraba Santiago el Mayor con sus discípulos. Cuenta la tradición que se apareció al Apóstol la Virgen María, Madre de Dios, entre coros de ángeles y sobre una columna de mármol, pidiéndole al Santo que edificara una capilla en ese lugar. Nadie impugno esta vieja tradición hasta que Baronio, apoyado en documento que daban pié para negar la predicación de Santiago en España y con ella la aparición del Pilar dió motivo a las discusiones. No existen ciertamente testimonios evidentes que comprueben la verdad histórica. En los primeros años del cristianismo los perseguidores de la Iglesia destruyeron cuantos escritos existían. Diocreciano destruyó todos los libros sagrados y más tarde la invasión sarracena en la Península. No obstante los defensores de la tradición encuentran indicios que con los testimonios de los siglos posteriores sirven en apoyo de la misma. Admitiendo la verdad de la predicación de Santiago en España en las de Prudencio se hacen alusiones a nuestra tradición y en los tiempos posteriores a la dominación musulmana hay indicios manifiestos de la existencia del templo del Pilar. Así pues se hace remontar la existencia del templo al siglo VII en los tiempos de San Braulio, Obispo de Zaragoza (590-651).

Alfonso el Batallador va a visitar a Nuestra Señora en su templo inmediatamente de ser reconquistada la ciudad. El Obispo Pedro Torroja, en 1181 hace donaciones para la fábrica y culto de la Iglesia del Pilar. Alfonso II de Aragón consignó en su testamento una manda para el culto de la Virgen en el Templo del Pilar. En honor a la Virgen  se creó en Sevilla una hermandad por los soldados de Aragón que tomaron parte en la reconquista en 1249. Las Cortes de Aragón de 1080, pidieron a Roma oficio propio de la Virgen con la historia de esta aparición y la Santa Congregación se negó a tal propósito. En 1704 reintentaron las peticiones y repitió también la negativa de Roma. Se promovieron consultas en 1723 con el promotor de la fé Cardenal Lambertini, después de Benedicto XIV y al fin se accedió. Clemente XII permitió celebrarlos en todos los dominios del Rey Católico, el 12 de octubre el oficio de la conmemoración. Pío VII elevó esta festividad a rito de primera clase y Pío IX extendió esta concesión a todos los dominios de España.

Más tarde nació la idea de la peregrinación nacional. Pío X manifestó el deseo que tenía de ver y bendecir la Corona de la Santísima Virgen del Pilar. En la Corona hay dos mil ochocientos treinta y seis brillantes, cinco mil setecientos veinticinco rosas, ciento cuarenta y cinco perlas, sesenta y cuatro esmeraldas, setenta y dos rubíes y seis zafiros y el resplandor que sirve como de fondo a la Corona está compuesto de cuarenta y siete brillantes, dos mil trescientos once rosas, ciento treinta y siete perlas, mil noventa y siete perlas hiladas, ochenta y tres esmeraldas, setenta y tres rubíes, cincuenta y siete zafiros, noventa y cinco granates, ciento veinte anatistas, ochenta y siete topacios, cuarenta y cuatro turquesas y catorce corales grandes. El día 20 de mayo de 1905 se colocaron las coronas primero al Niño Jesús y después a la Virgen.

En 1677, el propio rey Carlos II colocó la primera piedra del Templo actual de la Virgen. En 1750 es Fernando VI quien da otro impulso a la catedral, ordenando en 1750 la construcción de la Santa Capilla o Capilla del Pilar, con los planos que Ventura Rodríguez modificó. El 8 de septiembre de 1804 se inauguró a capilla de Santa Cristina y el 10 de octubre de 1872 se consagro solemnemente el Templo. El Cardenal García Cuesta, Arzobispo de Santiago, por Real Orden de 23 de julio de 1904, fue declarado Monumento Nacional.

¡Vaya lío que se trajeron hasta que la terminaron! Josemari las obras grandes requieren grandes inversiones y eso no está al alcance del pueblo, es el Estado quien tiene que ser el promotor y pagador, pero es la Fé del pueblo quien los impulsa hacer estas grandes obras que perduran en el tiempo. Y que te conste que Ventura Rodríguez es también el autor de nuestro Altar Mayor y el Transparente.

Cuenca, 11 de octubre de 2015


José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico

Las joyas de la reina Isabel la Católica sufragaron los gastos del descubrimiento de América


El bello gesto de la Reina

Corría el siglo XV cuando Colón andaba buscando financiación para un sueño que se antojaba quimérico, nadie lo tomaba en serio y fue una mujer, Isabel la que creyó en él abriendo un camino de leyenda que le negaba la ciencia de la época, poniendo el corazón frente al cerebro, el espíritu frente a lo material.

Las tres carabelas, símbolo de la Hispanidad actual, renuevan su existencia por estas fechas y mantienen erguido el nombre de la Patria, cuya enseña llevaron allende los mares. La velada de la Rábida, los consejos del Prior Fray Juan Pérez, la visita a los reyes, las Capitulaciones de Santa Fe, el puñado de reclusos, la venta de las joyas reales, los clérigos numerosos, los elevados ánimos, todo nos habla de una nación cuyo nombre máter, cuyo nombre inmortal , es España.

El día 3 de agosto de 1492, se hicieron las carabelas a la mar, Pinta, Niña y Santa María con rumbo indefinido, firmes sus proas hendieron las olas bajo la bandera insigne que se aventuró por rutas vírgenes.

Transcurrieron varios meses de travesía, la impaciencia hizo mella en la tripulación, ya quedaba muy atrás las Islas Canarias y comienza a escasear lo víveres y la tierra prometida no aparece. La moral huye presta de aquellos hombres. Todos los sucesos que nos relatan las crónicas se van desmenuzando en las carabelas: el escepticismo, los motines, la terrible impaciencia, así hasta que se divisó tierra. El 12 de octubre de 1492 en que la tripulación de la Pinta escuchó el grito alborotado de ¡Tierra! Seguido de una salva de cañonazos. Guanahari, San Salvador, estaban a la vista. La India, la tierra de las especies se presentaba ante los ojos de los españoles.

Ese día al paso de los años vió acrecentarse el imperio de la civilización, el imperio de la Fe cristiana, el imperio de España. Vió cómo aquellos artífices de nuestra historia fundían su sangre con los aborígenes en abrazo fraterno. Vió nuevas gestas impresas para siempre en el tiempo. Contempló a Pizarro, a Luque, a Cortés, a Balboa, a Legazpi, etc., todos sangre y genio español.
Armadillo de las arquerías góticas de la
Catedral de Cuenca
(*) José Mª Rodríguez González

Es la Catedral de Cuenca testigo de la proeza española, pues sus pareces recogen la zoología que encontraron nuestra gente al llegar al Nuevo Mundo. Los armadillos, el pez globo, el dodo, el cangrejo ermitaño, la mazorca de maíz, etc. Cuantos años, cuantas vicisitudes, cuantas desgracias gloriosas pasaron para llegar a nosotros esos testigos que guardan las piedras que hablan como espectadores mudos de los hechos. Son los triunfos esculpidos en la piedra en los arcos góticos del siglo XV de nuestra Catedral, son los laureles del mayor descubrimiento de todos los tiempos, haciéndonos a los conquenses partícipes de los hechos acaecidos en 1492.

Cuenca, 8 de octubre de 2015

José María Rodríguez González. Profesor e Investigador histórico

sábado, 10 de octubre de 2015

Belmonte, belleza medieval

BELMONTE, SORPRESA Y BELLEZA

Belmonte hoy es noticia al acoger en su Castillo el torneo internacional de combates medieval.
Por los años ochenta, visité por primera vez Belmonte quedando sorprendido, descubrí que este pueblo era un remanso histórico, al amparo de las bellas reliquias del pasado que dan una impresión de paz y de armonía, de austeridad y de recogimiento.

Mi visita estuvo motivada para congratularme con los gratos recuerdos que tenía mi novia, actualmente mi mujer, al haber vivido con sus padres algunos años en el pueblo. En la puerta del Templo coincidimos con antiguas vecinas, lo que originó que nos trataran como si fuéramos hijos del pueblo, no cobrándonos la entrada de la vista a la Colegiata.  

Para conocer Belmonte es imprescindible bucear por su pasado. Buscando e indagando he conseguido  una idea aproximada de su pasado esplendoroso.

Belmonte o mejor dicho BELLO-MONTE, Debe su nombre a las encinas y pinos que antiguamente colmaban sus montes y que probablemente la voracidad de los incendios y de la codicia o ambos a la vez, han hecho desaparecer casi por completo.

Su fundación viene ligada también a sus montes, pues se cree que unos carboneros fueron los que poblaron inicialmente el paraje, levantando un poblado de casas provisionales y sea por necesidad de su industria, por la belleza del lugar o por la abundancia y calidad de sus aguas potables, que el agua siempre tuvo gran influencia en la fundación de poblaciones, el hecho es que el poblado provisional se convirtió en una aldea al principio, denominándose “Las Chozas”  sin duda por ser esas las primeras construcciones y luego tomó el nombre de Belmonte.

Esta aldea perteneció al señorío de Alarcón hasta que el Rey Don Enrique II la eximió de la jurisdicción de este señorío haciéndola villa independiente, pues aunque casi todos los historiadores atribuyen este hecho a Don Pedro I de Castilla, lo cierto es que enel archivo de la Catedral de Cuenca hay un documento original que es la confirmación de Don Juan II y Don Enrique III del privilegio otorgado por Don Enrique II; el hallazgo feliz de este valioso documento se debe a Don Eusebio Ramírez, que sobre él tiene escrito un pequeño libro que así lo acredita.

El primer Señor de esta Villa fue Don Juan Fernández Pacheco, que no hay que confundir con el primer Marqués de Villena, que también usó este nombre. Dicho señor, primero de Belmonte, consta que fue: ”muy antiguo, muy principal y muy dichoso en la guerra y muy prudente en la paz”. Casó con Doña Inés de Meneses, de este matrimonio nació Doña María Pacheco que casó con Don Alfonso Téllez Girón y que fueron los padres de Don Juan Pacheco, Maestre de Santiago y Don Pedro Girón, Maestre de Calatrava.

Este Don Juan Pacheco es el primer Marqués de Villena y a él debe Belmonte todo su esplendor.
En efecto, este poderoso señor favorito de Enrique IV, consiguió un privilegio en el que a cambio de la cesión de sus derechos a la villa de Atienza, que en unión de su hermano el Maestre de Calatraba, Don Pedro Girón, habían conseguido de los Reyes de Navarra le concedieran: juro de heredad y descargo de los pechos a la Villa de Belmonte, lo que fue origen de su notable desarrollo.

Consiguió también el omnipotente Marqués de Villena, por bula expedida en Mantua por el Sumo Pontífice Pío II en 1459, se erigiese en Colegiata la iglesia parroquial de San Bartolomé, la que mandó reedificar en la forma espléndida en que aún puede admirarse.

La obra se encomendó a arquitectos vizcaínos, entre ellos un tal  Marquina y a Bonifacio Martín. Su construcción duró varios años, pues mientras el arte gótico se ostenta todavía airoso en el ábside con sus agudas ojivas y contrafuertes, su decadencia se observa en las dos portadas, aunque la severa estatua del apóstol titular y una pequeña claraboya recortada en estrella comunican a la principal un carácter más antiguo. Todo el edificio se compone de tres elegantes naves, sostenidas por gruesos pilares. Elevándose más la del centro en la que se encuentra el magnífico coro bajo, cuya sillería, que es la primitiva de la Catedral de Cuenca, por ser de nogal labrado, en ella se representa artísticamente pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento.

La Capilla mayor, de orden gótico-arábigo, es de gran belleza y gallardía en donde en elegantes nichos góticos campean las bellísimas estatuas de los fundadores de las casas de Villena, de Don Alfonso Tellez Girón y Don Juan Fernández Pacheco y las de sus esposas.

Cercan las tres naves multitud  de hermosas Capillas de fundaciones particulares elegantes verjas de hierro, algunas de extraordinario mérito, construidas la mayor parte en los tiempos del renacimiento por Berruguete.

Tenía la Colegiata cuatro dignidades: prior, chantre, tesorero y maestescuela, seis canónigos, cuatro racioneros, cuatro medio racioneros y ocho capellanes.
Fundó también el convento de Franciscanos observantes de la provincia de Cartagena y el Hospital de San  Andrés.

Pero sobre todo a la soberbia y ambición del opulento Marqués le debe Belmonte la valiosa joya de su magnífico castillo que se alza en un bello paraje presidiendo la población. Quince años duró su construcción, de 1455 a 1470. Tiene seis colosales torreones de los que arrancan seis lienzos de los cuales unos son rectos y otros forman ángulo hacia dentro, formando su planta a modo de estrella; todo él está rodeado por una artística barbacana o antemural coronada de almenas. Franqueada la pesada puerta de hierro que da acceso al Castillo  se contempla un hermoso patio triangular y en su interior puede aún admirarse los restos de su antigua magnificencia en las espaciosas estancias en las que aún quedan algunos maravillosos artesonados de la época, las artísticas chimeneas y el caprichoso alfeizar de sus ventanas protegidas por gruesas y magnificas rejas exteriores.

 El castillo sufrió una restauración  en tiempos de la Condesa de Montijo, la Emperatriz Eugenia, que aunque no sin ocasionar algunas profanaciones, hizo posible que aun podamos contemplarle de pie y su dueño posterior, el Duque de Peñaranda, mandó hacer otras restauraciones que eran muy necesarias para mantenerlo en pié.

Las mazmorras con sus muros de tres o cuatro metros de espesor y su horrible agujero en el techo por donde dicen que arrojaban los presos para no volver a salir más y una puerta tapiada llamada de Beltraneja, por la que cuentan los lugareños, huyó esta desgraciada princesa.

De ambos lados del Castillo arranca la almenada muralla que cercaba el pueblo y que mandó construir el Marqués al mismo tiempo que el castillo, a sus expensas la tercera parte y las otras dos a expensas de los vecinos, aún quedan en pié varios trozos de muralla y los arcos de las puertas que daban  entrada al pueblo.

El sucesor de Don Juan Pacheco, su hijo Don Diego, trasladó a Belmonte  en 1502 el Convento de Dominicos, fundado en La Alberca por el infante Don Juan Manuel, dándole por albergue su antiguo palacio y por dotación 500 fanegas de pan anualmente y otras dotaciones.

Don Alfonso Severo, vecino del pueblo, lo que fue beaterio y casa de inquisición lo convirtió en Convento de Franciscanas de la Purísima.

El edificio que en 1933 fue la cárcel y el teatro lo mandó construir a sus expensas la Ilustre señora Doña Francisca Ponce de León en 1627 para Colegio de la Compañía de Jesús, por eso aún se denomina a este edificio “La Compañía” colegio que alcanzó gran esplendor llegando a reunir más de 600 alumnos hijos de nobles familias castellanas.

Había en Belmonte muchas ermitas de las cuales en diferentes épocas se destruyeron las de San Sebastián, San Lázaro, San Cristóbal, San Juan, San Ildefonso, San Antón, Sata Quiteria, Santa Ana y Ntra. Señora de las Nieves, que existieron unas dentro del pueblo y otras en diversos puntos de sus alrededores y sólo quedan hoy la de Santa Lucía y la de la Virgen de Gracia, patrona del pueblo. Esta última se fundó en 1428 por Don Alonso Téllez Girón, según la tradición para perpetuar la memoria de un milagro, que la protagonista una mujer llamada “La Revejida” refirió así: que habiendo caído en un pozo con mucha agua se encomendó a Ntra Sra. de Gracia que milagrosa y visiblemente la salvó. Se refieren muchos milagros a esta imagen y es muy venerada y querida por el pueblo.

Cuenca, 10 de octubre de 2015


José María Rodríguez González. Profesor e Investigador histórico.