BELMONTE, SORPRESA Y BELLEZA
Belmonte hoy es noticia al acoger en su
Castillo el torneo internacional de combates medieval.
Por los años ochenta, visité por
primera vez Belmonte quedando sorprendido, descubrí que este pueblo era un
remanso histórico, al amparo de las bellas reliquias del pasado que dan una
impresión de paz y de armonía, de austeridad y de recogimiento.
Mi visita estuvo motivada para
congratularme con los gratos recuerdos que tenía mi novia, actualmente mi
mujer, al haber vivido con sus padres algunos años en el pueblo. En la puerta
del Templo coincidimos con antiguas vecinas, lo que originó que nos trataran
como si fuéramos hijos del pueblo, no cobrándonos la entrada de la vista a la
Colegiata.
Para conocer Belmonte es
imprescindible bucear por su pasado. Buscando e indagando he conseguido una idea aproximada de su pasado esplendoroso.
Belmonte o mejor dicho BELLO-MONTE,
Debe su nombre a las encinas y pinos que antiguamente colmaban sus montes y que
probablemente la voracidad de los incendios y de la codicia o ambos a la vez,
han hecho desaparecer casi por completo.
Su fundación viene ligada también
a sus montes, pues se cree que unos carboneros fueron los que poblaron
inicialmente el paraje, levantando un poblado de casas provisionales y sea por
necesidad de su industria, por la belleza del lugar o por la abundancia y
calidad de sus aguas potables, que el agua siempre tuvo gran influencia en la
fundación de poblaciones, el hecho es que el poblado provisional se convirtió
en una aldea al principio, denominándose “Las Chozas” sin duda por ser esas las primeras
construcciones y luego tomó el nombre de Belmonte.
Esta aldea perteneció al señorío
de Alarcón hasta que el Rey Don Enrique II la eximió de la jurisdicción de este
señorío haciéndola villa independiente, pues aunque casi todos los
historiadores atribuyen este hecho a Don Pedro I de Castilla, lo cierto es que enel
archivo de la Catedral de Cuenca hay un documento original que es la
confirmación de Don Juan II y Don Enrique III del privilegio otorgado por Don
Enrique II; el hallazgo feliz de este valioso documento se debe a Don Eusebio
Ramírez, que sobre él tiene escrito un pequeño libro que así lo acredita.
El primer Señor de esta Villa fue
Don Juan Fernández Pacheco, que no hay que confundir con el primer Marqués de
Villena, que también usó este nombre. Dicho señor, primero de Belmonte, consta
que fue: ”muy antiguo, muy principal y
muy dichoso en la guerra y muy prudente en la paz”. Casó con Doña Inés de
Meneses, de este matrimonio nació Doña María Pacheco que casó con Don Alfonso
Téllez Girón y que fueron los padres de Don Juan Pacheco, Maestre de Santiago y
Don Pedro Girón, Maestre de Calatrava.
Este Don Juan Pacheco es el
primer Marqués de Villena y a él debe Belmonte todo su esplendor.
En efecto, este poderoso señor
favorito de Enrique IV, consiguió un privilegio en el que a cambio de la cesión
de sus derechos a la villa de Atienza, que en unión de su hermano el Maestre de
Calatraba, Don Pedro Girón, habían conseguido de los Reyes de Navarra le
concedieran: juro de heredad y descargo
de los pechos a la Villa de Belmonte, lo que fue origen de su notable
desarrollo.
Consiguió también el omnipotente
Marqués de Villena, por bula expedida en Mantua por el Sumo Pontífice Pío II en
1459, se erigiese en Colegiata la iglesia parroquial de San Bartolomé, la que
mandó reedificar en la forma espléndida en que aún puede admirarse.
La obra se encomendó a
arquitectos vizcaínos, entre ellos un tal
Marquina y a Bonifacio Martín. Su construcción duró varios años, pues
mientras el arte gótico se ostenta todavía airoso en el ábside con sus agudas
ojivas y contrafuertes, su decadencia se observa en las dos portadas, aunque la
severa estatua del apóstol titular y una pequeña claraboya recortada en
estrella comunican a la principal un carácter más antiguo. Todo el edificio se
compone de tres elegantes naves, sostenidas por gruesos pilares. Elevándose más
la del centro en la que se encuentra el magnífico coro bajo, cuya sillería, que
es la primitiva de la Catedral de Cuenca, por ser de nogal labrado, en ella se
representa artísticamente pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento.
La Capilla mayor, de orden
gótico-arábigo, es de gran belleza y gallardía en donde en elegantes nichos
góticos campean las bellísimas estatuas de los fundadores de las casas de
Villena, de Don Alfonso Tellez Girón y Don Juan Fernández Pacheco y las de sus
esposas.
Cercan las tres naves
multitud de hermosas Capillas de
fundaciones particulares elegantes verjas de hierro, algunas de extraordinario
mérito, construidas la mayor parte en los tiempos del renacimiento por
Berruguete.
Tenía la Colegiata cuatro
dignidades: prior, chantre, tesorero y maestescuela, seis canónigos, cuatro
racioneros, cuatro medio racioneros y ocho capellanes.
Fundó también el convento de
Franciscanos observantes de la provincia de Cartagena y el Hospital de San Andrés.
Pero sobre todo a la soberbia y
ambición del opulento Marqués le debe Belmonte la valiosa joya de su magnífico
castillo que se alza en un bello paraje presidiendo la población. Quince años
duró su construcción, de 1455 a 1470. Tiene seis colosales torreones de los que
arrancan seis lienzos de los cuales unos son rectos y otros forman ángulo hacia
dentro, formando su planta a modo de estrella; todo él está rodeado por una
artística barbacana o antemural coronada de almenas. Franqueada la pesada
puerta de hierro que da acceso al Castillo
se contempla un hermoso patio triangular y en su interior puede aún
admirarse los restos de su antigua magnificencia en las espaciosas estancias en
las que aún quedan algunos maravillosos artesonados de la época, las artísticas
chimeneas y el caprichoso alfeizar de sus ventanas protegidas por gruesas y
magnificas rejas exteriores.
El castillo sufrió una restauración en tiempos de la Condesa de Montijo, la
Emperatriz Eugenia, que aunque no sin ocasionar algunas profanaciones, hizo
posible que aun podamos contemplarle de pie y su dueño posterior, el Duque de
Peñaranda, mandó hacer otras restauraciones que eran muy necesarias para
mantenerlo en pié.
Las mazmorras con sus muros de
tres o cuatro metros de espesor y su horrible agujero en el techo por donde
dicen que arrojaban los presos para no volver a salir más y una puerta tapiada
llamada de Beltraneja, por la que cuentan los lugareños, huyó esta desgraciada
princesa.
De ambos lados del Castillo
arranca la almenada muralla que cercaba el pueblo y que mandó construir el
Marqués al mismo tiempo que el castillo, a sus expensas la tercera parte y las
otras dos a expensas de los vecinos, aún quedan en pié varios trozos de muralla
y los arcos de las puertas que daban
entrada al pueblo.
El sucesor de Don Juan Pacheco,
su hijo Don Diego, trasladó a Belmonte
en 1502 el Convento de Dominicos, fundado en La Alberca por el infante
Don Juan Manuel, dándole por albergue su antiguo palacio y por dotación 500
fanegas de pan anualmente y otras dotaciones.
Don Alfonso Severo, vecino del
pueblo, lo que fue beaterio y casa de inquisición lo convirtió en Convento de
Franciscanas de la Purísima.
El edificio que en 1933 fue la
cárcel y el teatro lo mandó construir a sus expensas la Ilustre señora Doña
Francisca Ponce de León en 1627 para Colegio de la Compañía de Jesús, por eso
aún se denomina a este edificio “La Compañía” colegio que alcanzó gran
esplendor llegando a reunir más de 600 alumnos hijos de nobles familias
castellanas.
Había en Belmonte muchas ermitas
de las cuales en diferentes épocas se destruyeron las de San Sebastián, San
Lázaro, San Cristóbal, San Juan, San Ildefonso, San Antón, Sata Quiteria, Santa
Ana y Ntra. Señora de las Nieves, que existieron unas dentro del pueblo y otras
en diversos puntos de sus alrededores y sólo quedan hoy la de Santa Lucía y la
de la Virgen de Gracia, patrona del pueblo. Esta última se fundó en 1428 por
Don Alonso Téllez Girón, según la tradición para perpetuar la memoria de un
milagro, que la protagonista una mujer llamada “La Revejida” refirió así: que
habiendo caído en un pozo con mucha agua se encomendó a Ntra Sra. de Gracia que
milagrosa y visiblemente la salvó. Se refieren muchos milagros a esta imagen y
es muy venerada y querida por el pueblo.
Cuenca, 10 de octubre de 2015
José María Rodríguez González.
Profesor e Investigador histórico.
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