El estuco conmemorativa de la aparición de la Virgen a Santiago de la Capilla del Pilar de la Catedral de Cuenca
Era el mes de octubre, el otoño se
apreciaba en el cambio del paisaje, siendo palpable dentro y fuera de la ciudad de
Cuenca, sus colores verdes se tornaban en amarillos oro con matices arcillosos
de el borde de las hojas como presagio del frio invierno que se avecinaba, pero
los estucos de la capilla del Pilar seguían tan blancos como el día de su
inauguración, obra de Martín de Aldehuela en 1770. Hoy era el día de su
festividad.
Como niño inquieto y ávido de
aprender no dudé ni un instante en preguntar a mi abuelo Sabino por tal
interesante motivo. Abuelo, ¿Me cuentas la historia de esta Virgen? Josemari
debes de saber que esta Virgen es la del Pilar y que se apareció a Santiago
allá por los años 40 en Zaragoza.
Estuco de la representación de la aparición de la Virgen a Santiago. Capilla del Pilar en la Catedral de Cuenca. Foto: (C) José María Rodríguez González |
Nos abrió Pepito, el sacristán,
la reja y nos sentamos en unos reclinatorios que había en su interior el
estuco de la aparición de la Virgen lucía con sus mejores blancos al llegar la
luz del medio día a la linterna de la capilla. Comenzó su relato con voz
profunda, alta y segura que hizo que Pepito le oyera y se quedara junto a la
reja escuchando. En los márgenes del Ebro oraba Santiago el Mayor con sus
discípulos. Cuenta la tradición que se apareció al Apóstol la Virgen María,
Madre de Dios, entre coros de ángeles y sobre una columna de mármol, pidiéndole
al Santo que edificara una capilla en ese lugar. Nadie impugno esta vieja
tradición hasta que Baronio, apoyado en documento que daban pié para negar la
predicación de Santiago en España y con ella la aparición del Pilar dió motivo
a las discusiones. No existen ciertamente testimonios evidentes que comprueben
la verdad histórica. En los primeros años del cristianismo los perseguidores de
la Iglesia destruyeron cuantos escritos existían. Diocreciano destruyó todos
los libros sagrados y más tarde la invasión sarracena en la Península. No
obstante los defensores de la tradición encuentran indicios que con los
testimonios de los siglos posteriores sirven en apoyo de la misma. Admitiendo
la verdad de la predicación de Santiago en España en las de Prudencio se hacen
alusiones a nuestra tradición y en los tiempos posteriores a la dominación
musulmana hay indicios manifiestos de la existencia del templo del Pilar. Así
pues se hace remontar la existencia del templo al siglo VII en los tiempos de
San Braulio, Obispo de Zaragoza (590-651).
Alfonso el Batallador va a
visitar a Nuestra Señora en su templo inmediatamente de ser reconquistada la
ciudad. El Obispo Pedro Torroja, en 1181 hace donaciones para la fábrica y
culto de la Iglesia del Pilar. Alfonso II de Aragón consignó en su testamento
una manda para el culto de la Virgen en el Templo del Pilar. En honor a la
Virgen se creó en Sevilla una hermandad
por los soldados de Aragón que tomaron parte en la reconquista en 1249. Las
Cortes de Aragón de 1080, pidieron a Roma oficio propio de la Virgen con la
historia de esta aparición y la Santa Congregación se negó a tal propósito. En
1704 reintentaron las peticiones y repitió también la negativa de Roma. Se
promovieron consultas en 1723 con el promotor de la fé Cardenal Lambertini,
después de Benedicto XIV y al fin se accedió. Clemente XII permitió celebrarlos en todos los dominios del Rey Católico, el 12 de octubre el oficio de la
conmemoración. Pío VII elevó esta festividad a rito de primera clase y Pío IX
extendió esta concesión a todos los dominios de España.
Más tarde nació la idea de la
peregrinación nacional. Pío X manifestó el deseo que tenía de ver y bendecir la
Corona de la Santísima Virgen del Pilar. En la Corona hay dos mil ochocientos
treinta y seis brillantes, cinco mil setecientos veinticinco rosas, ciento
cuarenta y cinco perlas, sesenta y cuatro esmeraldas, setenta y dos rubíes y
seis zafiros y el resplandor que sirve como de fondo a la Corona está compuesto
de cuarenta y siete brillantes, dos mil trescientos once rosas, ciento treinta
y siete perlas, mil noventa y siete perlas hiladas, ochenta y tres esmeraldas,
setenta y tres rubíes, cincuenta y siete zafiros, noventa y cinco granates,
ciento veinte anatistas, ochenta y siete topacios, cuarenta y cuatro turquesas
y catorce corales grandes. El día 20 de mayo de 1905 se colocaron las coronas
primero al Niño Jesús y después a la Virgen.
En 1677, el propio rey Carlos II
colocó la primera piedra del Templo actual de la Virgen. En 1750 es Fernando VI
quien da otro impulso a la catedral, ordenando en 1750 la construcción de la Santa
Capilla o Capilla del Pilar, con los planos que Ventura Rodríguez modificó. El
8 de septiembre de 1804 se inauguró a capilla de Santa Cristina y el 10 de
octubre de 1872 se consagro solemnemente el Templo. El Cardenal García Cuesta,
Arzobispo de Santiago, por Real Orden de 23 de julio de 1904, fue declarado
Monumento Nacional.
¡Vaya lío que se trajeron hasta
que la terminaron! Josemari las obras grandes requieren grandes inversiones y
eso no está al alcance del pueblo, es el Estado quien tiene que ser el promotor
y pagador, pero es la Fé del pueblo quien los impulsa hacer estas grandes obras
que perduran en el tiempo. Y que te conste que Ventura Rodríguez es también el autor de nuestro Altar Mayor y el Transparente.
Cuenca, 11 de octubre de 2015
José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico
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