En el 75 aniversario de
la entrega de la talla del Yaciente.
Cristo Yaciente en el Presbiterio
de la Catedral de Cuenca.
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¡Hermosa noche de luna! ¡Cuánta
belleza y poesía encierra una de esas luminosas noches de primavera serena, sosegada y candorosa en que los plácidos rayos del astro de la noche alumbran la
redondez de la tierra poniendo en ella toda la melancolía y dulzura en una vida pasada, pero tan presente
hoy en día!
Cuenca entre las hoces tranquilas
de sus ríos cantarines, se yergue orgullosa de albergar en su Catedral, por una
noche, la imagen del Cristo Yaciente, obra del insigne conquense Marco Pérez.
Noche sin luna, sin luz, sólo el
paso del tiempo hace declinar la oscuridad exterior. En el presbiterio, allí descansa
la talla, haciendo horas hasta culminar el día y comenzar la noche que llevará en
su descenso, al lugar de destino. Este lugar de origen arcaico que parece
condenado a su particular progreso, mezclando lo pasado con lo presente, lo
humano con lo divino.
Los rayos del sol declinan dando
paso a la luna creciente del mes de abril. Sus calles se iluminan para dejar
pasar al Cristo Yaciente en su caminar hacia el Salvador. No habéis visto en
esta luna oriental, como si despertaran los espíritus ancestrales de aquellos
señores y vasallos que habitaron en estas calles, con su poder, su autoridad,
su magnificencia y su paternal solicitud y con su obediencia, su respeto y su
humildad leal, acometieron las más heroicas empresas en servicio de su Dios y
su Religión. Esta noche, al igual que en el desfile de día, es el peso de la
talla de Cristo el que iguala al Alcalde, al empresario y al obrero. El peso se
reparte para igualar al género humano en el Cristo que cargó con los pecados de
la humanidad.
Desfile procesional en ascenso a la Catedral desde la Excma. Diputación de Cuenca |
¿Adivináis por ventura, que cada
rayo de luz de los que la luna despide tamizado en diversas partículas, a
través de la pomposa copa de los árboles se oculta o aparece por un muro, por
una casa, es el ropaje del que se rodean los espíritus de épocas lejanas que
vaga en el sitio en que moraban durante su vida? Todos están esta noche presentes cuando el movimiento constante de las
sombras a impulso lento de los hachones encendidos iluminan el caminar pausado de la
bajada del Yaciente, hace revivir el alma de seres imaginarios que viven el
misterio de la noche con igual zozobra, que los actualmente vivos esperando la
llegada de la aurora que borrará el misterio. El silencio llena las calles por
donde pasa, Alfonso VIII, el Peso, Solera. Suenan las trompetas de duelo, el
Yaciente descansa de su eterna pugna, en el Salvador espera al hombre
arrepentido para enseñarle el camino del Eterno Paraíso Divino.
Cuenca, 23 de abril de 2018
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