“Porque yo soy el Ángel
Rafael, uno de los siete que estamos siempre delante del Señor”.
Hoy celebramos la festividad de
San Rafael Arcángel, de todo los que en estos últimos años he venido estudiando
este es, por decirlo de alguna maneta, mi preferido. Su nombre significa medicina de Dios. Aunque sea un poquito
largo el relato de la historia de Tobías merece la pena leerlo, es el momento
bíblico donde se hace patente la presencia del Arcángel Rafael, esta sacado de
un libro del año 1846. Espero que os
guste.
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San Rafael Arcángel. Siglo XVII
Obra de Andrés de Vargas
Capilla de la Virgen del Sagrario.
Catedral de Cuenca
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En el año 9º de Oseas, rey de
Israel, y el 6º de Ezequias, rey de Judá, 3243 después de la creación del
mundo, Salmanaser, rey de Asiria, tomó a Samaría, y arruino el reino de Israel
y de las diez tribus. Uno de los cautivos que llevó aquel príncipe a Nínive,
fue Tobías o Tobeth, hijo de la tribu y ciudad de Nephtalí, o sea de Tisbes,
que estaba en la alta Galilea. Con él fue cautiva su mujer y un hijo pequeño
que tenían. Era Tobías hombre de gran piedad: niño y mozo había sido espejo de
virtud en su pueblo. Le trató bien primero Senacherib, como dice el testo
griego; luego ya lo miraba sobre ojo y con desamor por la piedad suya para con
los muertos, a quien no quería él que enterrase. A los cincuenta y seis años
perdió la vista. Daba él gracias a Dios por esta calamidad, y a sus deudos que
le insultaban diciéndose que no le había valido la piedad y misericordia para
no quedar ciego, respondía como caballero de Dios, que los hijos de los santos
no tienen nada que esperar en el mundo, que su esperanza está en aquella otra
vida que guarda Dios a los que aquí le son fieles.
Mientras Tobías pasaba sus
trabajos como buen siervo de Dios, y le rogaba que recibiese en paz su
espíritu, si así era su voluntad; había muy lejos de allí en la ciudad de
Ecbatana, de la Media, una linda joven llamada Sara, hija de Raguel, la cual
hacía también oración a Dios por una causa semejante a la de Tobías. Afligido
Tobías por la ceguera y por las calumnias con que era insultado, y Sara por la
pérdida de siete esposos seguidos a quien el diablo Asmodeo le había quitado la
vida en la primera noche de las bodas.
La oración de ambos fue escuchada
por Dios de otro modo del que ellos esperaban. Para esto destinó el Señor al
Arcángel San Rafael, cuyo nombre significa medicina
de Dios. Tobías creyendo que oiría Dios su oración sacándole en paz de este
mundo, llamó a su hijo Tobías, que entonces tenía ya veinte años, y después de
haberle dado una instrucción, que es y será siempre la cartilla de los buenos
hijos, le dijo que viese como ir a cobrar una cantidad de dinero que le debía
Gabelo, el cual estaba avecinado en Rages, ciudad del país de los Medos. El
hijo por obedecer a su padre, tomó el documento del acreedor y salió a buscar
quien le acompañase en aquella jornada. Se presentó un gallardo mancebo ceñido
en ademan de caminar. Y no sabiendo que fuese el Ángel de Dios, le saludó y
preguntó si sabía el camino para ir a los Medos. Le dijo que sí y que muchas
veces había andado todos estos caminos, y se había hospedado en casa de Gabelo,
vecino de Rages, ciudad que está en la serranía de Ecbatana, y le ofreció que
le acompañaría.
Le llevó Tobías a su padre, el
cual dio gracias a Dios por este encuentro, y al mancebo dijo que le pagaría
bien su diligencia. Le preguntó también de que familia era y de que tribu. A lo
cual respondió en Ángel: “¿Buscas la familia del jornalero para que acompañe a tu
hijo, o al mismo jornalero? Mas para sacarte de toda duda, has de saber que yo
soy Azarias, hijo del grande Ananias”. Le dijo Tobías: “De noble casa eres; pero no te enojes conmigo porque haya querido saber
tu linaje”. Quiso Dios que Tobías se parase en el sonido material de
aquellos nombres, y no pasase a averiguar la figura que denotaba el oficio y la
naturaleza del Ángel. Porque Azarias significa
socorro de Dios, y Ananías, nube del Señor; en lo cual dio a entender que venía de parte de
Dios a socorrer en aquella necesidad.
Partió pues el Ángel con el joven
Tobías, prometiendo a su padre que le acompañaría a la ida y a la vuelta, y se
lo devolvería sin desgracia alguna. Se fió de su persona el anciano padre; y a
su mujer, que lloraba por la ausencia del hijo, y daba por bien perdida la
deuda a trueque de no carecer de su compañía, la consoló diciendo: “No llores, mujer; sano irá y volverá nuestro
hijo, y tus ojos lo verán. Yo creo que al Ángel bueno de Dios le acompaña, y
dispone todas las cosas que le pertenecen, de suerte que vuelva a nosotros
gozoso”.
El Joven Tobías, la primera noche
de su viaje, habiendo salido a lavarse los pies al río Trigris, fue asaltado de
un gran pez que le iba a morder. Saltó el mozo hacia atrás, gritando dijo:
Señor, que me embiste. El Ángel entonces le mandó que sacase el pez a la ribera
y le abriese las entrañas, y le arrancase el corazón, la hiel y el hígado, como
medicina de varias dolencias. Hizo lo que le dijo y asó parte de la carne para
el camino, y lo demás lo salaron para comer de ello hasta el fin de su viaje.
Llegaron a Rages, dijo el Ángel a
Tobías que en aquella ciudad vivía un deudo suyo llamado Raguel, el cual tenía
una hija única llamada Sara, y le persuadió que la pidiese por esposa a su
padre, prescribiéndole los medios con que se había de guardar del demonio que
había dado muerte a sus primeros maridos. Salió este negocio conforme al Ángel
le dijo. Tobías siguió su consejo con toda exactitud. Rafael, por la virtud
invisible y omnipotente de Dios, la primera noche de las bodas tomó al demonio,
y lo ató en el desierto del alto Egipto, esto es, e quitó el poder que hasta
entonces había tenido en la casa de Raguel, o por mejor decir, en los maridos
que se habían hecho indignos de tener por esposa a Sara. Eximió a Tobías de
llegar a Rages; él por si hizo este viaje, cobro el dinero y a Tobías
acompañado de su esposa volvió a la casa de su padre sano y gozoso, lleno de
riquezas que no esperaba; sobre todo esto, untando los ojos del anciano Tobías
con a hiel del pez, le restituyó la vista al cabo de media hora.
El padre y el hijo no sabiendo
con que pagarle estos beneficios, le ofrecieron la mitad de sus bienes. Entonces
fue cuando Rafael descubrió el misterio de su aparición, y les fijo: “Bendecir al Dios del Cielo, y glorificadle
delante de todos los vivientes, porque en vosotros ha hecho gala de su
misericordia. Bueno en tener ocultos los secretos del rey; pero el manifestar y
publicar las obras de Dios, es cosa sobremanera honrosa. Vale más la oración
acompañada del ayuno y de la limosna, que todos los tesoros y todo el oro que
se pueda amontonar. Porque la limosna libra de la muerte y purifica al hombre
de sus pecados, y le facilita el hallazgo de la misericordia y de la vida
eterna. Los que cometen pecado y maldad,
esos son enemigos de sus almas. Voy pues a descubriros la verdad; no os tendré
más tiempo escondido el secreto. Cuando hacías oración a Dios llorando y enterrabas
a los muertos, y para esto te levantabas de la mesa y de día tenías oculto los
cadáveres en tu casa, y de noche les dabas sepultura, ofrecí yo tu oración al
Señor. Y porque agradabas a Dios, fue necesario que la tentación te probase.
Ahora pues, me ha enviado el Señor para que te diese la salud y a Sara, la
esposa de tu hijo, librase del demonio. Porque yo soy el Ángel Rafael, uno de
los siete que estamos siempre delante del Señor”. Al oír estas palabras del
Ángel, atemorizados el padre y el hijo, bien fuese por la novedad del caso, o también
por la opinión recibida entre los judíos de que cualquiera que viese un Ángel,
luego moría, temblando cayeron contra el suelo. El Ángel les dijo: “La paz sea en vosotros; no tengáis miedo.
Cuando yo estaba con vosotros, lo estaba porque lo quería así Dios; bendecidle
a él, y cantad sus glorias. Parecía que con vosotros comía y bebía; pero yo me
mantengo de un manjar invisible, y de una bebida que tampoco la pueden ver los
hombres. Tiempo es ya de que yo vuelva al que me envió; vosotros bendecid a
Dios y publicad todas sus maravillas”. Esto dijo y desapareció, y nunca más
lo volvieron a ver. Entonces postrados, pegando su rostro con el suelo,
estuvieron tres horas alabando a Dios, y levantándose cantaron las maravillas
que en su familia había obrado Dios.
Grande es y universal la devoción
que tiene a San Rafael la Iglesia de España; especialmente Córdoba le venera
como a su Ángel tutear. Se vieron ya en aquella ciudad pruebas claras de su
patrocinio en la peste del año 1280, y después en otras varias ocasiones. De
las revelaciones del santo Arcángel al V. siervo de Dios Andrés de las Roclas,
sacerdote de Córdoba, habla Sánchez de Feria en el Memorial de los Santos de
Córdoba, tomo IV, pág. 255 y siguientes.
Cuenca, 24 de octubre de 2018.
(*) José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico.