martes, 23 de octubre de 2018

San Rafael Arcángel


“Porque yo soy el Ángel Rafael, uno de los siete que estamos siempre delante del Señor”.
Hoy celebramos la festividad de San Rafael Arcángel, de todo los que en estos últimos años he venido estudiando este es, por decirlo de alguna maneta, mi preferido. Su nombre significa medicina de Dios. Aunque sea un poquito largo el relato de la historia de Tobías merece la pena leerlo, es el momento bíblico donde se hace patente la presencia del Arcángel Rafael, esta sacado de un libro del año 1846.  Espero que os guste.
San Rafael Arcángel. Siglo XVII
Obra de Andrés de Vargas
Capilla de la Virgen del Sagrario.
Catedral de Cuenca

En el año 9º de Oseas, rey de Israel, y el 6º de Ezequias, rey de Judá, 3243 después de la creación del mundo, Salmanaser, rey de Asiria, tomó a Samaría, y arruino el reino de Israel y de las diez tribus. Uno de los cautivos que llevó aquel príncipe a Nínive, fue Tobías o Tobeth, hijo de la tribu y ciudad de Nephtalí, o sea de Tisbes, que estaba en la alta Galilea. Con él fue cautiva su mujer y un hijo pequeño que tenían. Era Tobías hombre de gran piedad: niño y mozo había sido espejo de virtud en su pueblo. Le trató bien primero Senacherib, como dice el testo griego; luego ya lo miraba sobre ojo y con desamor por la piedad suya para con los muertos, a quien no quería él que enterrase. A los cincuenta y seis años perdió la vista. Daba él gracias a Dios por esta calamidad, y a sus deudos que le insultaban diciéndose que no le había valido la piedad y misericordia para no quedar ciego, respondía como caballero de Dios, que los hijos de los santos no tienen nada que esperar en el mundo, que su esperanza está en aquella otra vida que guarda Dios a los que aquí le son fieles.

Mientras Tobías pasaba sus trabajos como buen siervo de Dios, y le rogaba que recibiese en paz su espíritu, si así era su voluntad; había muy lejos de allí en la ciudad de Ecbatana, de la Media, una linda joven llamada Sara, hija de Raguel, la cual hacía también oración a Dios por una causa semejante a la de Tobías. Afligido Tobías por la ceguera y por las calumnias con que era insultado, y Sara por la pérdida de siete esposos seguidos a quien el diablo Asmodeo le había quitado la vida en la primera noche de las bodas.

La oración de ambos fue escuchada por Dios de otro modo del que ellos esperaban. Para esto destinó el Señor al Arcángel San Rafael, cuyo nombre significa medicina de Dios. Tobías creyendo que oiría Dios su oración sacándole en paz de este mundo, llamó a su hijo Tobías, que entonces tenía ya veinte años, y después de haberle dado una instrucción, que es y será siempre la cartilla de los buenos hijos, le dijo que viese como ir a cobrar una cantidad de dinero que le debía Gabelo, el cual estaba avecinado en Rages, ciudad del país de los Medos. El hijo por obedecer a su padre, tomó el documento del acreedor y salió a buscar quien le acompañase en aquella jornada. Se presentó un gallardo mancebo ceñido en ademan de caminar. Y no sabiendo que fuese el Ángel de Dios, le saludó y preguntó si sabía el camino para ir a los Medos. Le dijo que sí y que muchas veces había andado todos estos caminos, y se había hospedado en casa de Gabelo, vecino de Rages, ciudad que está en la serranía de Ecbatana, y le ofreció que le acompañaría.

Le llevó Tobías a su padre, el cual dio gracias a Dios por este encuentro, y al mancebo dijo que le pagaría bien su diligencia. Le preguntó también de que familia era y de que tribu. A lo cual respondió en Ángel: “¿Buscas la familia del jornalero para que acompañe a tu hijo, o al mismo jornalero? Mas para sacarte de toda duda, has de saber que yo soy Azarias, hijo del grande Ananias”. Le dijo Tobías: “De noble casa eres; pero no te enojes conmigo porque haya querido saber tu linaje”. Quiso Dios que Tobías se parase en el sonido material de aquellos nombres, y no pasase a averiguar la figura que denotaba el oficio y la naturaleza del Ángel. Porque Azarias significa socorro de Dios, y Ananías, nube del Señor; en lo cual dio a entender que venía de parte de Dios a socorrer en aquella necesidad.

Partió pues el Ángel con el joven Tobías, prometiendo a su padre que le acompañaría a la ida y a la vuelta, y se lo devolvería sin desgracia alguna. Se fió de su persona el anciano padre; y a su mujer, que lloraba por la ausencia del hijo, y daba por bien perdida la deuda a trueque de no carecer de su compañía, la consoló diciendo: “No llores, mujer; sano irá y volverá nuestro hijo, y tus ojos lo verán. Yo creo que al Ángel bueno de Dios le acompaña, y dispone todas las cosas que le pertenecen, de suerte que vuelva a nosotros gozoso”.

El Joven Tobías, la primera noche de su viaje, habiendo salido a lavarse los pies al río Trigris, fue asaltado de un gran pez que le iba a morder. Saltó el mozo hacia atrás, gritando dijo: Señor, que me embiste. El Ángel entonces le mandó que sacase el pez a la ribera y le abriese las entrañas, y le arrancase el corazón, la hiel y el hígado, como medicina de varias dolencias. Hizo lo que le dijo y asó parte de la carne para el camino, y lo demás lo salaron para comer de ello hasta el fin de su viaje.

Llegaron a Rages, dijo el Ángel a Tobías que en aquella ciudad vivía un deudo suyo llamado Raguel, el cual tenía una hija única llamada Sara, y le persuadió que la pidiese por esposa a su padre, prescribiéndole los medios con que se había de guardar del demonio que había dado muerte a sus primeros maridos. Salió este negocio conforme al Ángel le dijo. Tobías siguió su consejo con toda exactitud. Rafael, por la virtud invisible y omnipotente de Dios, la primera noche de las bodas tomó al demonio, y lo ató en el desierto del alto Egipto, esto es, e quitó el poder que hasta entonces había tenido en la casa de Raguel, o por mejor decir, en los maridos que se habían hecho indignos de tener por esposa a Sara. Eximió a Tobías de llegar a Rages; él por si hizo este viaje, cobro el dinero y a Tobías acompañado de su esposa volvió a la casa de su padre sano y gozoso, lleno de riquezas que no esperaba; sobre todo esto, untando los ojos del anciano Tobías con a hiel del pez, le restituyó la vista al cabo de media hora.

El padre y el hijo no sabiendo con que pagarle estos beneficios, le ofrecieron la mitad de sus bienes. Entonces fue cuando Rafael descubrió el misterio de su aparición, y les fijo: “Bendecir al Dios del Cielo, y glorificadle delante de todos los vivientes, porque en vosotros ha hecho gala de su misericordia. Bueno en tener ocultos los secretos del rey; pero el manifestar y publicar las obras de Dios, es cosa sobremanera honrosa. Vale más la oración acompañada del ayuno y de la limosna, que todos los tesoros y todo el oro que se pueda amontonar. Porque la limosna libra de la muerte y purifica al hombre de sus pecados, y le facilita el hallazgo de la misericordia y de la vida eterna. Los que cometen pecado  y maldad, esos son enemigos de sus almas. Voy pues a descubriros la verdad; no os tendré más tiempo escondido el secreto. Cuando hacías oración a Dios llorando y enterrabas a los muertos, y para esto te levantabas de la mesa y de día tenías oculto los cadáveres en tu casa, y de noche les dabas sepultura, ofrecí yo tu oración al Señor. Y porque agradabas a Dios, fue necesario que la tentación te probase. Ahora pues, me ha enviado el Señor para que te diese la salud y a Sara, la esposa de tu hijo, librase del demonio. Porque yo soy el Ángel Rafael, uno de los siete que estamos siempre delante del Señor”. Al oír estas palabras del Ángel, atemorizados el padre y el hijo, bien fuese por la novedad del caso, o también por la opinión recibida entre los judíos de que cualquiera que viese un Ángel, luego moría, temblando cayeron contra el suelo. El Ángel les dijo: “La paz sea en vosotros; no tengáis miedo. Cuando yo estaba con vosotros, lo estaba porque lo quería así Dios; bendecidle a él, y cantad sus glorias. Parecía que con vosotros comía y bebía; pero yo me mantengo de un manjar invisible, y de una bebida que tampoco la pueden ver los hombres. Tiempo es ya de que yo vuelva al que me envió; vosotros bendecid a Dios y publicad todas sus maravillas”. Esto dijo y desapareció, y nunca más lo volvieron a ver. Entonces postrados, pegando su rostro con el suelo, estuvieron tres horas alabando a Dios, y levantándose cantaron las maravillas que en su familia había obrado Dios.

Grande es y universal la devoción que tiene a San Rafael la Iglesia de España; especialmente Córdoba le venera como a su Ángel tutear. Se vieron ya en aquella ciudad pruebas claras de su patrocinio en la peste del año 1280, y después en otras varias ocasiones. De las revelaciones del santo Arcángel al V. siervo de Dios Andrés de las Roclas, sacerdote de Córdoba, habla Sánchez de Feria en el Memorial de los Santos de Córdoba, tomo IV, pág. 255 y siguientes.

Cuenca, 24 de octubre de 2018.

(*) José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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