La luz de las velas nos
recuerda la Luz de Cristo.
Para celebrar el misterio de este
día, “Día de la purificación de María y la presentación del Jesús en el Templo”,
la Iglesia acostumbra a bendecir las velas de un modo solemne el día 2 de
febrero. Esta ceremonia instituida por el Papa Gelasio a finales del siglo V ha
recibido el nombre popular de la Candelaria. Los cirios que se bendicen antes
de la misa de la Purificación simbolizan a Nuestro Señor Jesucristo. Según Ivo
Chartres, la cera de que están formados, productos recogidos delicadamente de
las flores por las laboriosas abejas, que la antigüedad consideraba como el
tipo de la virginidad, significa la carne virginal de Jesús, el cual no tuvo
necesidad de alterar el estado virginal de su Madre. La luz de las velas nos
debe recordar la Luz de Cristo que vino a iluminar nuestras tinieblas.
Dice San Anselmo, al explicar
este misterio que hay que considerar tres cosas en el cirio: la cera, la mecha
y la llama. La cera, obra de las abejas virginales, es la carne de Cristo; la
mecha, que es interior, es el alma; y la llama, que brilla en la parte
superior, es la Divinidad.
Son llevados los cirios
bendecidos en procesión por los ministros y el clero; procesión que fue
instituida por el Papa Sergio en el siglo VII. Esta manifestación de fe es el
símbolo de la Iglesia que avanza para ir en busca del divino Manuel y recuerda
la maravillosa escena el Templo de Jerusalén en el momento que la Virgen
introduce a su hijo en el Templo.
La procesión de las Candelas
representa, pues, la marcha del pueblo cristiano guiado por la Luz de Cristo,
figurada en los cirios que lleva el clero.
Feliz día de la Candelaria.
Cuenca, 2 de febrero de 2019.
José maría Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico.
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