Los milagros de todo
orden son constantes como constante y sostenida es la fe de los peregrinos de
Lourdes.
Así cuentan que fue la primera
aparición de la Virgen: En la casita del pobre y honrado molinero Francisco
Soubirous, vecino de Lourdes, no había leña para preparar la comida el jueves
11 de febrero de 1858, y Luisa, la hacendosa dueña de la casa, dijo a María, su
hija segunda: “Vete a recoger leña seca por las orillas del Gave o en el bosque”.
El Gave es el río que atraviesa Lourdes, tan famoso ya desde la citada fecha.
Hacía mucho frío, el cielo estaba
plomizo y encalmado el ambiente. La hermana mayor de María, llamada Bernardita,
llegó del campo donde hacía de pastora en casa de unos buenos labradores. Era
débil y delicada, sumamente inocente y sencilla, y toda su ciencia se reducía a
saber rezar el rosario. Luisa Soubirous no se atrevía a dejarla salir a causa
del frío, pero tanto insistieron su hermana María y la vecinita Juana Abadíe
que al fin consistió en que las acompañara.
Caminando las tres amiguitas a lo
largo del riachuelo en busca de leña llegaron, a eso del mediodía, frente a una
gruta natural excavada en la roca, conocida en el país con el nombre de
Massabielle. No iba el Gave crecido y Juana y María se descalzaron y lo
pasaron. Bernardita comenzó a imitarlas para seguirlas cuando le pareció oír a
su espalda como el ruido de un viento huracanado que de repente se levantaba en
la pradera vecina. Volvió instintivamente la cabeza y quedó sorprendida al
notar que no se movía ni una hoja de los arboles que bordeaban el Gave. “Me
habré equivocado” –se dijo y siguió descalzándose.
Pero nuevamente llegó a sus oídos
el ruido del viento huracanado y al volverse otra vez Bernardita en la
dirección de donde parecía venir, apagó en su garganta la exclamación que quiso
salir de su pecho, se puso a temblar llena de emoción y se le doblaron las rodillas
y sus ojos se centraron en la deslumbrante aparición. Encima de la Gruta, en un
nicho natural de la roca, estaba de pie, envuelta en celestiales resplandores
una señora de belleza incomparable.
Desde el primer memento la niña
echó mano a su rosario y quiso hacer la señal de la cruz, pero no pudo levantar
el brazo por el temblor que agitaba todo su cuerpo. Más la aparición, como para
animarla en su propósito, con dulcísima gravedad trazó sobre sí misma la señal
sagrada y Bernardita, ya sin dificultad, la imitó y se puso a rezar el rosario.
La aparición pudo durar sobre
quince minutos, no se sabe porque la niña no pudo apreciar el tiempo
trascurrido, sino que sólo pudo rezar una parte del rosario. Vuelta a la
realidad, se descalzó Bernardita y atravesó el río. Preguntó a sus compañeras: “¿No
habéis visto nada?, “Absolutamente nada, ¿y tú has visto, acaso algo raro?” – Interrogaron
a su vez, al notar la turbación que mostraba Bernardita-. “Si nada habéis visto,
nada tengo que decir”” -replicó ella con tranquilidad. Recogiendo los hacer de
leña se volvieron para casa.
Despertada la curiosidad de Juana
y María, le animaron a contar lo que había visto aclarándoles que había visto
una señora hermosísima vestida de blanco, con todos los detalles de la
Aparición, pero le encomendaron no decir nada de lo sucedido.
Así fue la primera Aparición de la
Virgen, a esta siguieron una segunda y una tercera. Después de tres años de
minuciosos estudios y pruebas, Mgr. Laurence, Obispo de Tarbes, declaró
oficialmente que los fieles podrían tener como verdaderas las apariciones.
Empezaron los trabajos para la
construcción de la Basílica en 1866, siendo consagrada por el Señor Obispo los
alteres de la cripta, pero desde 1864 acudían en procesión multitudes de gente,
conforme al deseo manifestado por la Virgen.
En 1892, el Papa León XIII
concedió oficio propio de las Apariciones para la fiesta del 11 de febrero. En
1908, con ocasión del jubileo del cincuentenario de las pariciones, el Papa Pío
X extendió la fiesta a toda la Iglesia.
Felicidades a las mujeres que
llevan el hermosísimo nombre de Lourdes.
Feliz día de la festividad de la
Virgen de Lourdes.
Cuenca, 11 de febrero de 2019.
José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico.
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