La Virgen de Murillo, Ntra. Sra. de Pompeya, la Inmaculada de Lourdes, la de Fátima, todas ellas se muestran siempre con un Rosario en la mano o en el brazo. La Iglesia consagra un día en su liturgia a esta advocación de la Virgen.
El primero que
instituyó la fiesta del Santísimo Rosario fue el Papa Gregorio XIII, en el año
1573, a los dos años de haber instituido el Papa San Pío V la fiesta de Ntra.
Sra. de la Victoria, por la que alcanzaron las tropas cristianas en el golfo de
Lepanto la victoria contra los musulmanes.
Virgen del Rosario. Obra de Murillo. |
Según el
decreto del Papa Gregorio XIII, la fiesta del Rosario solamente se podía
celebrar en las iglesias en que hubiera un altar dedicado la Virgen bajo la advocación del Rosario. El
Papa Clemente XI quitó esta condición y la extendió sin más a toda la Iglesia.
Luego el Papa León XIII, devotísimo del Rosario, la elevó de rito y enriqueció
con grande indulgencias.
El Rosario, en
una forma más o menos parecida a la nuestra, es muy antiguo. En la vieja Nínive
se han encontrado esculturas de mujeres que tienen en la mano izquierda un
rosario y extienden la mano derecha en actitud de rezar. Los más devotos de los
mahometanos emplean una cuerda con noventa y nueve nudos para contar las veces
que pronuncian el nombre de Alah. Marco Polo nos cuenta a finales del siglo
XIII vio al rey de Malabar con un collar de ciento cuatro piedras preciosas
para llevar la cuenta de sus devociones, y San Francisco Javier escribe que los
bonzos del Japón se servían también de este método para contar sus oraciones.
Algunos
eremitas del siglo IV reunían cierto número de guijarros y los iban tirando
según decían sus oraciones; otros pasaban sus dedos por entre unas cuentas enhebradas
en un cordón más o menos rústico, ora rezando salmos, ora la oración del
Padrenuestro, ora la salutación angélica que son las oraciones más antiguas en
la Iglesia. Pedro el Ermitaño, para enardecer a sus gentes a la conquista de
Tierra Santa, enseñaba a los cruzados a rezar el salterio lego, es decir, ciento cincuenta Avemarías, a semejanza
del salterio de David, que se compone de otros tantos salmos.
En el siglo
XI, una dama inglesa, para adornar una estatua de la Virgen, regaló un gran
número de perlas, que ella había ensartado en un hilo de oro a fin de contar
con exactitud las oraciones que hacía.
En suma, el
instrumento del rosario no es exclusivo el cristianismo, y se ha empleado para
fines diversos, como oraciones en general, salmos, misereres, jaculatorias y sobre
todo, padrenuestros. Por eso antiguamente las cuentas se llamaban paternóster. En el siglo XIII Santo
Domingo dio un gran impulso a la salutación angélica y posteriormente sus
hijos, que siempre se han distinguido en la devoción de Ntra. Señora. Desde el
siglo XIV los papas aceptan como verdad histórica universal recibida la fundación
del Rosario por el gran patriarca español, de acuerdo con nuestra copla
popular:
Viva
María, viva el Rosario
Viva
Santo Domingo, que la ha fundado.
El Rosario se llamaba Salterio de los laicos. También Breviario
del pueblo; ha prevalecido el nombre figurado y poético del Rosario, cuyo sentido explica una bella
leyenda del siglo XIII.
Había en un monasterio un joven religioso muy
devoto de la salutación angélica. Cada vez que la rezaba delante de una imagen
de la Virgen caía de sus labios una rosa, que la celestial Señora recogía,
formando una guirnalda, que después colocaba en la cabeza del devoto.
La leyenda será o no verdad, pero la realidad es
ésta. El Rosario se puede considerar como un manojo o ramillete de vivas rosas,
que ponemos a los pies de María, para Ella después entreteja nuestra propia
corona en la sala de la gloria. No hay flor que agrade más a la Virgen que las
que encierra la primera parte del Avemaría, donde todo son alabanzas inspiradas
en la Reina de los Cielos. Y nada más provechoso para nosotros que la súplica
sentida de la segunda parte, donde le pedimos que ruegue por nosotros en vida y
en la muerte. Es imposible que el Corazón maternal de María abandone al devoto
que le repite cincuenta veces, o ciento cincuenta cuando el Rosario es
completo, la humilde súplica que pide auxilio: ”ahora y en la hora de nuestra muerte “.
El agrado por el Rosario en la Virgen lo observamos
en las apariciones de Lourdes, donde se apareció con el rosario en el brazo y
Santa Bernardita espera la aparición rezando fervorosamente el Rosario.
Mientras la vidente rezaba el Avemaría, la Virgen callaba; más cuando llegaba
al: Gloria al Padre, la misma
celestial Señora la acompañaba haciendo una suave inclinación de cabeza. A los
niños de Fátima se les apareció en el año de 1917 también con el Rosario; les
recomendaba su práctica diaria y constante, y el día 13 de octubre se da a Sí
misma el nombre de “Nuestra Señora del
Santo Rosario”.
Cuenca, 7 de octubre de 2019.
José María Rodríguez González. Profesor e
investigador histórico.
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