Cuentos populares del mundo (América).
¿Conoces la graciosa historia e los hermanos Luna?
¿No? Sin embargo, los hermanos Luna fueron famosísimos en la ciudad de Beaver
Creek, donde vivían, así como en toda Norteamérica; y, hasta hoy, las gentes de
por allí no han podido conocer su secreto.
Porque has de saber que los hermanos Luna tenían un
secreto y es que nadie pudo saber jamás con cuál de los dos hablaba: si con Joe
Luna o con Jack Luna.
Y es que los hermanos Luna eran gemelos, tan igualitos
en su cara y figura como en sus gestos y movimiento y vestir.
¿Quién era Jack, quién era Joe?
Con todo, había algo en que los hermanos Luna eran
totalmente diferentes; mientras uno de ellos era extraordinariamente
inteligente, el otro era necio y torpe. ¡Ah! Pero, ¿quién era el torpe: Joe o
Jack, Jack o Joe?
Un día, llegó a Beaver Creek un anciano sabio que
buscaba un muchacho muy listo para enseñarle su oficio.
El Luna más torpe, cuando lo supo, preguntó a un
vecino:
-Y ¿qué hace un sabio?
-¡Oh, no mucho! –Respondió el vecino-. Lo primero,
se hace sabio; y para ello, se sienta a la sombra de un árbol cerca de un
arrollo cantarín, se pone a pensar y, así, se hace más sabio. Luego, pone un
despacho en la ciudad y las gentes van a pedirle consejos, pagándole mucho
dinero. Así, el sabio sé hacer pronto millonario, ¡sólo por saber decir unas
cuantas palabras!
-Me gusta el trabajo –dijo Luna el torpe.
Y, después de anunciar a su hermano más listo que
iba a colocarse con un sabio, se vistió su traje de los domingos y marchó a
entrevistarse con el anciano sabio.
-¿Le sirvo yo para su trabajo? –dijo.
-No es tan sencillo –respondió el sabio-. El
muchacho que trabaje para mí, antes tendrá que responder a tres preguntas. La
primera pregunta es_ ¿cuántas hojas hay en este sicomoro? La segunda: ¡quién
fue el primer hombre de la Tierra? Y la tercera: ¿qué es lo que estoy pensando
ahora? Bien, muchacho; vete a casa, piensa en esas tres preguntas y, si puedes
contestarlas, vuelve mañana a visitarme.
Luna el torpe volvió a casa muy desanimado y contó
a su hermano lo sucedido.
-No conseguiré esa colocación –terminó diciendo-.
Porque ¡como podré responder a esas preguntas tan difíciles, si no pudieron
hacerlo otros muchos más listos que yo?
-No te preocupes –le animó su hermano-. Yo sabré
contestar a las tres preguntas; iré en tu lugar y verás cómo todo sale bien.
-Y ¡de qué me servirá eso a mí? –Replicó el hermano
no tonto-. Soy yo quien desea esa colocación y el sabio se dará cuenta de que
no soy yo quien le contesta bien.
-No temas: somos tan iguales que ni el sabio podrá
distinguirnos – dijo el listo.
Y a la mañana siguiente, el de los hermanos Luna fue a ver al sabio.
-Veamos –dijo el anciano-: ¿sabrías decirme cuántas
hojas tiene este sicomoro?
-Treinta y siete mil cuatrocientas sesenta y nueve
–contestó el muchacho sin la menos vacilación -. SI tiene la menor duda sobre
ello, puede comprobarlo usted mismo.
-¡Quién fue el primer hombre en el mundo? –fue la
segunda pregunta del sabio.
-Yo diría que fue George Washington –dijo Luna el
listo-. Pero, contando también a los extranjeros creo que fue Adán.
-Y ¿qué estoy pensando en estos momentos? –preguntó
finalmente el sabio.
-Usted piensa ahora que está hablando con mi
hermano, que fue quien vino ayer a verle; pero no es así: yo soy su hermano
gemelo.
-¡Te contrato! –preguntó finalmente el sabio.
-Usted piensa ahora que está hablando con mi
hermano, que fue quien vino ayer a verle; pero no es así: yo soy su hermano
gemelo.
-¡Te contrato! –Exclamó el sabio, muy divertido por
las ingeniosas respuestas del muchacho-. Dese hoy mismo, empezaré a enseñarte
el oficio de sabio.
Y así fue. El más listo de los hermanos Luna
comenzó a adiestrarse en el despacho del sabio en atender las consultas de la
gente y, algún tiempo después, cuando fue capaz de sustituir en su difícil
cometido al sabio, éste se retiró dejándole su negocio.
No tardó en hacer famoso y rico el más listo de los
hermanos Luna, que ayudó siempre a su hermano torpe adiestrándole en responder
a las consultas más fáciles.
Pero nadie descubrió nunca, ni siquiera el mismo
sabio, quien era Jack y quien era Joe. Unos decían que era Jack Luna el más
listo y otros que era Joe. Mas, por mucho que las gentes discutieron el asunto,
jamás pudieron saber la verdad.
Cuenca, 6 de junio de 2020.
José María Rodríguez González. Profesor e
investigador histórico.
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FUENTES CONSULTADAS:
-Nuestros cuentos. Publicaciones FHER. Bilbao.1987.
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