El cerebro, la máquina más perfecta que posee el ser humana, y la sinrazón de lo inaceptable.
Nos han acostumbrado a que nos
creamos limitados, a sentirnos inferiores a lo que realmente somos o podemos
llegar a ser. Sentimos admiración por las capacidades de nuestras mascotas, nos
asombramos del trabajo que hacen las abejas, pero no caemos en pensar lo que
nosotros podemos llegar hacer o comprender.
Nuestro cerebro tronca con la barbarie, la guerra o el egoísmo que los gobernantes ponen en un difícil trance cualquier pauta de comprensión humana.
El cerebro humano equivale, en peso,
al 2% de nuestro peso medio, consumiendo el 20% de nuestras reservas de oxígeno
y azúcar. Las células que lo forman son las llamadas neuronas, siendo
aproximadamente unos cien billones y todas ellas están unidas entre sí por axones y dendritas, controladas por impulsos eléctricos. Cada neurona recibe
la información que le llega de otra por una prolongación que se llama axón. Al recibir el mensaje o estímulo,
es trasmitido a otras dieciséis neuronas a través de nuevas uniones llamadas dendritas. Para establecer esa
comunicación emplean los llamados neurotransmisores,
que son unas sustancias que segregan las neuronas y son en realidad las que
ponen en marcha a todo nuestro organismo.
Si entramos en la parte física, se
puede decir que nuestro cerebro está dividido en dos partes: el hemisferio
derecho y el hemisferio izquierdo.
Aunque parezca una contrariedad, está
demostrado que la parte izquierda controla el lado derecho de nuestro cuerpo y
la parte derecha el lado izquierdo y podemos afirmar que cada hemisferio está
especializado en distintas funciones. El izquierdo se ocupa de los procesos del
habla, del lenguaje escrito, de la lógica, de las habilidades numéricas y los
conceptos científicos.
Mientras que el hemisferio derecho se
ocupa del reconocimiento de imágenes y figuras, contribuyendo en los procesos
de perspicacia e imaginación, se puede decir que es el hemisferio que aprecia
el arte y el sentido del humor.
Esto nos obliga a equilibrar ambos
hemisferios. Aquellas personas que vean un dominio del lado izquierdo deben de
aprender a usar el lado derecho y viceversa.
Para ello es aconsejable que si te
ves a ti mismo que eres de los que dominas el izquierdo debes obligarte a soñar
despierto, dibujar y ser más consciente del mundo que te rodea y si eres de los
que dominas el derecho debes obligarte a tomas notas, preguntar detalles, hacer
planes concretos y organizar y organizar actividades.
Hay un sistema sencillo que muchos
estudiosos del cerebro aconsejan para llegar a ese equilibrio es lo que se ha
venido a llamar “Tormenta de ideas”. Escribe en un papel un problema y piensa
en las posibles soluciones que ves, subráyalas, hasta aquí ayudarás a tu parte
izquierda; para hacer trabajar al otro hemisferio haz el subrayado con lápices
de colores.
Nuestro cerebro tronca con la
barbarie, la guerra o el egoísmo que los gobernantes ponen en un difícil trance
cualquier pauta de comprensión humana. Tenemos el cerebro para diferenciar,
pongámoslo a punto porque se avecinan malos tiempo.
En todas las culturas pasadas y
presentes existe la elección entre el bien y el mal, la luz y las tinieblas,
los demonios y los ángeles, aunque no lo creamos es un devenir de la cronología humana. Entre nosotros hay
algunos que eligen lo que entendemos cómo lado maligno y en ese sentido,
destruyen y matan, violan, torturan y mil ultrajes más. Esta gente podemos
decir que lo hacen en calidad de misántropos, sin escrúpulos y ellos llevan a
incitar al odio y a la hecatombe. Pregunto ¿Estamos viviendo esto en la época
de la historia que nos ha tocado vivir? ¿De qué nos sirve tener un cerebro tan
perfecto?, ¿Sólo para obrar el mal?
Gracias a Dios en contraposición de
estos infames, se encuentran los que
optan por el bien: grandes benefactores que, gracias a su ímprobo esfuerzo y
tesón, consiguen de nosotros un clamoroso agradecimiento por su entrega abnegada
y de claro impulso en causas altruistas. Aunque parezca mentira estos
personajes existen, están entre nosotros, anónimos y muy pocos valorados.
Debemos reflexionar sobre nuestra
epopeya vital y sortear, en la medida de nuestras posibilidades, a estos
personajes infames que quieren destruir la sociedad actual para convertirla en
un campo de batalla sin normas, donde el sinsentido acampe a sus anchas en
contra de la buena gente que trata de hacer el bien a sus semejantes.
Seamos sensatos y pongámonos de parte
del bien, evitemos el mal, y desahuciemos, en la medida que podamos, todas esas
leyes sin sentido que aplauden a quienes hacen que esta sociedad se destruya y
se aniquile.
Cuenca, 1 de junio de 2022.
José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico.