LAS CELEBRACIONES Y FESTIVIDADES DE MAYO EN CUENCA
Al llegar estas fechas siempre me
trae el recuerdo de mi infancia cuando en el Camino de Cañete toda la
chiquillería nos reuníamos por las tardes para arrancar las tablas de las
vallas de las fábricas de madera, corríamos con ellas para evitar ser cogidos
por el guarda y salíamos “escopetaos” con nuestro triunfo al hombro hasta el
lugar donde guardábamos el botín hasta el dos de mayo, día emblemático en el que
hacíamos una hoguera quemando todo lo almacenado.
Alrededor de la hoguera se reunía todo el
vecindario de los bloques de las galerías y asábamos patatas en sus ascuas. En
ese candor de la noche se palpaba la amistad de la vecindad y el buen hacer de
sus gentes humildes, un barrio donde nos hemos criado jugando en sus calles. Hoy
se ha perdido ese espíritu de vecindad existente en los años sesenta.
En los inicios del siglo XXI, habría que hacer una encuesta entre los conquenses para saber el motivo exacto de por
qué en el segundo día de mayo, se encendían hogueras en las calles y en sus
plazas. Recuerdo que todos los barrios de Cuenca tenían la suya.
¿Por qué esas hogueras? ¿Sería
por la entrada de mayo, o porque mayo está dedicado a la Virgen y en todas las
iglesias se celebraban los ejercicios marianos de las flores? Sería, tal vez ¿porque
se celebra el aniversario de la gesta española de la Independencia y el fuego
de las hogueras sirve para transmitir de año en año la mayor epopeya de todo un
pueblo? o ¿Por ser la víspera de la Cruz?, fecha en que fue hallado el Santo
Madero, que sirvió para la Redención de los Hombres.
No he podido vencer la tentación
de preguntar a los más veteranos de Cuenca sobre esta celebración. Ambrosio,
sentado en un banco del parque, con sus noventa años me cuenta: En mis tiempos
las hogueras se encendían en los atrios de las iglesias, en las plazas y en las
calles de toda la ciudad, eran días de gozo de las vísperas de la Cruz y al
mismo tiempo era ofrenda renovada anualmente de la independencia y de la
libertad de España.
Isaías, con sus ochenta y dos años, me habla de las canciones de “Los mayos”: son cantos para las novias, las esposas, las madres; cantos del hombre a la mujer y del cristiano a la Virgen porque también todos los años, el primero de mayo se ha cantado a la Virgen de las Angustias en el atrio poético de su ermita haciendo coro con el cantar de las aguas del Júcar.
Isaías, con sus ochenta y dos años, me habla de las canciones de “Los mayos”: son cantos para las novias, las esposas, las madres; cantos del hombre a la mujer y del cristiano a la Virgen porque también todos los años, el primero de mayo se ha cantado a la Virgen de las Angustias en el atrio poético de su ermita haciendo coro con el cantar de las aguas del Júcar.
Abilio, con sus noventa y un años, me habla de las “Cruces de Mayo” que en su época, en nuestra ciudad tenía
sentido religioso, la conmemoración de la fiesta la celebra la Iglesia el día
tres, festividad de la Invención de la Santa Cruz, anotando que antiguamente
cada barrio y en cada calle se hacía su Cruz. Los niños demandaban a los
vecinos “un chavico para la Santa Cruz”. Después, en la tarde del día tres, por
las hoces y en la Alameda, con el producto de lo recaudado, celebraban una
merienda.
Preguntando a los más jóvenes, me
he encontrado con el desconocimiento total de estas costumbres enriquecedoras
de nuestra ciudad. Es una lástima que nuestras tradiciones sean olvidadas por
la dejadez de unos padres que no sabemos inculcar a nuestros hijos, las más bellas costumbre
de una ciudad llena de cultura que se palpa en sus muros, en sus calles y
plazas y que estén siendo sustituidas por otras importadas, ajenas a nuestra cultura
e historia.
Sea ésta la voz que aliente a que
la juventud no sea pasto de las costumbres de otros lugares del
mundo y seamos capaces de llegar a ellos con nuestro pasado enriquecedor que
posee nuestra querida Cuenca, Patrimonio de la Humanidad.
Cuenca, 2 de mayo de 2015
José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico
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