Festividad de Nuestra
Sra. Auxiliadora
No es Lepanto la ocasión única en
que María Santísima se mostró como decisivo auxilio material y moral de los
cristianos militantes. Pero es sin duda “la más alta y famosa ocasión que
vieron los siglos ni esperan ver los venideros”, como escribió Cervantes, el
glorioso príncipe de las letras españolas que allí perdió la mano izquierda.
El Sultán Selim II reclamaba la
isla de Chipre a Venecia y amenazo con no ser esta la única reivindicación de lo que un día la historia le arrebató al
Islam. Ante esta arrogancia se formó una Santa Liga para combatir la arrogancia
de Sultán, fue el Papa Pio V quien publicó, por este motivo un jubileo
universal.
Cuadro de la Batalla de Lepanto |
Los turcos provocando a la
coalición católica, entraron en el Adriático y después de tomar el litoral de
Dalmacia, volvieron a refugiar sus navíos en el golfo de Lepanto. La escuadra
de la Santa Liga a las órdenes de Don Juan de Austria, salió de Mesina y al
cabo de dos días encontró la armada enemiga. Los turcos eran muy superiores en
número y tenían sus navíos mejor equipados. Sin embargo, los guerreros
cristianos tenían tal opinión de la santidad de Pío V, que la mayoría de ellos,
tanto soldadas como generales, principalmente Don Juan, no dudaron de la
victoria que el mismo Papa les había asegurado.
Comenzó la batalla, el viento,
hasta entonces contrario a nuestras armas cambio de dirección enviando todo el
humo de los cañones contra la artillería turca. Fueron momentos de mucha
tensión. Algunos, heridos caídos al agua, luchaban contra las olas al mismo
tiempo que se defendían de sus enemigos.
Una de las andanadas alcanzó de
lleno al navío del capitán de la flota otomana y los cristianos se apresuraron a proclamar la
victoria.
Si alguno se ha preguntado ¿Qué hacía
el Papa Pío V que había lanzado a estos cristianos la batalla? Les diré que él
rezaba y hacía rezar. Invitó especialmente a los asociados del Rosario a que
implorasen de la Reina de los Cielos, para los cruzados de 1571 la asistencia
que tres siglos antes concediera a los cruzados tolosanos en guerra contra los
albigenses.
El 7 de octubre coincidió aquel
año con el primer domingo de mes, día en que los cofrades del rosario
acostumbran a celebrar procesiones en honor a la Santísima Virgen. Hacia las
cinco de la tarde, el Papa enfrascado en sus negocios, abandona súbitamente su
asiento, abre la ventana en dirección de Oriente, fija por unos momentos sus
ojos en el cielo, y después con el rostro iluminado exclama: “Cesen ahora los negocios y no pensemos más
que en dar gracias a Dios por el gran
triunfo que acaba de conceder a nuestra armada”.
Nadie de cuantos rodeaban a Pío V
se atrevió a divulgar esta exclamación del Papa, temiendo, en caso de que la
fortuna fuese adversa, ocasionar perjuicio a la reputación del Santo Padre. Sin
embargo, 14 días después, el 21 del mismo mes, a altas horas de la noche,
penetró en el Vaticano un mensajero llegado de Venecia y confirmó la
predicción.
Al día siguiente, en todas las
Basílicas e iglesias de la ciudad Eterna se canto el Te Deum en medio de un entusiasmo indescriptible.
Tal liberación merecía un exvoto
perdurable. San Pío V lo ofreció a la Santísima Virgen insertando en las
Letanías Lauretanas la invocación: Auxilium
christianorum, ora pro nobis. De aquí procede el hermoso nombre de
Auxiliadora que se añade al de Nuestra Señora y con el cual el pueblo cristina
saludaba desde antiguo a la Madre de Dios. Y para manifestar más claramente aún
su homenaje de gratitud, Pío V instituyó al mismo tiempo la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias.
A sazón de esta festividad y con
motivo de la Batalla de Lepanto, el Conde de Priego, D. Fernando Carrillo de
Mendoza, mayordomo mayor de Juan de Austria, prometió al Señor que si salía
vivo, él y sus hijos, de la Batalla de Lepanto, mandaría construir un convento
religioso cuyo nombre sería el de la advocación que el Papa Pío V a la Virgen
que les ayudó poniendo por nombre al convento: “De las Victorias”.
Convento "De las Victorias" Priego (Cuenca) |
La festividad de hoy 24 de mayo
día de María Auxiliadora procede de
otro pasaje histórico que se fraguo con Napoleón. El papa fue hecho prisionero
en el castillo de Fontainebleau por Bonaparte, dedicando gran parte de sus
oraciones a María Auxiliadora de los Cristianos, para que protegiese a la
Iglesia perseguida, desgobernada y desamparada. Los ruegos del Papa fueron
escuchados y en 1814 Napoleón firma su abdicación.
María Auxiliadora |
En 1815, cuando la Iglesia
recuperó su posición, el Papa para manifestar el agradecimiento de todo el orbe
católico a la Virgen María, creo la advocación de Auxilio de los Cristianos e instituyó la fiesta de María Auxiliadora el día 24 de mayo,
para perpetuar el recuerdo de su entrada triunfal a Roma al volver de su
cautiverio en Francia.
Cuenca, 24 de mayo de 2018
José María Rodríguez González. Profesor e investigador
histórico
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