Primer día de julio
La Sangre de Cristo y Simeón el
loco son las festividades que hoy recoge el Santoral.
Si nos atenemos a la reforma del Misal
introducida por Pío X para este día se fijó la fiesta de la Preciosísima Sangre
del Señor, que Pío IX había instituido y colocado en la primera dominica de
julio. La Sangre del Señor merecía una fiesta especial, porque representa el
precio, de ahí el adjetivo de Preciosísima, de nuestra redención y rescate.
La fiesta de hoy es un recuerdo
de gratitud a la efusión tan pródiga y voluntaria de la Sangre de Cristo. Es también
una fiesta de alegría y confianza para el hombre pecador, de buena voluntad y
fe. Por mucho que pese el pecado, pesa más la Sangre de Cristo. Cada cristiano
incorporado a Cristo puede decir con San Bernardo: vulmera tua, mereta mea, Mis méritos son los que vale esa Sangre
Preciosa que sale de la fuente de tu amor, por los caños de tus llagas.
Una de las fiestas más extrañas
del Santoral es la de este hombre de Oriente, Simeón el loco, que en su
juventud abandona a su madre para hacerse anacoreta en el mismo paisaje sagrado
que conoció Jesucristo. A eso podría llamársele, con una metáfora a lo divino,
locura, pero es sólo el comienzo de una vida singular que terminaría en su
ciudad natal, convertido por voluntad propia en el bufón de Dios.
Apariencias de filósofo cínico,
rasgos de perturbado, chistes tremendos que desconciertan a todos, paradojas
que desarman, Simeón, llamado Salo,
el lunático, debería ser el santo de los clowns y de los humoristas, con sus
ocurrencias grotescas y trascendentales que anticipan el mundo contrastado,
irreverente a la manera sublime, de los personajes de Dostoievski.
Profeta, taumaturgo, excéntrico
escandaloso, payaso, comparte su vida con las prostitutas, los mendigos, los
desechos de la sociedad, riéndose de todo y de todos, saboteando la lógica de
los que le rodean con una rara alegría inexplicable que viene de arriba; así
escarnece Simeón las seguridades de nuestra vida y se transforma en caricatura
de nuestra precaria fe, tan envarada y solemne.
¿Para qué estar tan serios, para
qué tomarse tan en serio, para qué respetar normas y convenciones? Todo es como
una gigantesca broma que sólo tiene sentido si sabemos vivirla con humor,
porque la voluntad de Dios y su Providencia, vista con ojos humanos, es un
absurdo, y nuestras certezas, a la luz de Dios, deben de ser de una suprema
comicidad.
El más sensato de los hombres,
que vuelve al revés todo prejuicio, San Simeón el loco, nos valga a la hora de
tomarnos a burla a nosotros mismos y a los demás, para ser fieles, para corresponder con abandono y humor a la sonrisa del Cielo.
Empecemos el mes con una sonrisa
y veamos la vida con alegría y buen humor. Feliz julio.
Publicado en Cuenca, 1 de julio de 2019.
Por José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico.
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