La fiesta del Sagrado Corazón de Jesús
Dos siglos antes de las
revelaciones del Sagrado Corazón a Santa Margarita, adoraban ya los fieles de
la ciudad de León al Corazón divino, y aun se puede afirmar que la adoraban
como al Rey. Prueba de ello la tenemos en el portapaz gótico de plata dorada
con la imagen de Nuestra Señora y de su Hijo muerte que descansa en el regazo
materno. En el centro de este portapaz que los fieles besaban en la misa, había
un Corazón esmaltado de rosicler, con la inscripción Jesucristo.
En un artístico tríptico de la
misma época y de la misma ciudad de León, se representa a Jesús en la adolescencia, teniendo en la
mano derecha su Divino Corazón coronado por llamarada de fuego y en el pecho
clavada en el lugar del Corazón una flecha, símbolo del amor infinito de Jesús.
Nuestros santos del siglo XVI
vivían todos ellos enamorados del Divino Corazón de Jesús, aunque no lo
nombraran explícitamente. Teresa de Jesús era más que nada Teresa del Corazón
de Jesús: el lazo fuerte de amor unía sus dos corazones. Juan de la Cruz, que
tanto sabía de amores, volcaba sus penas y sus amores en el Divino Corazón de
Jesús crucificado. Ignacio de Loyola y sus discípulos no eran sino un haz de
ardientes corazones rendidos y cautivados por el Divino Corazón, cuyo reinado
propagaban y defendían con celo insuperado. Uno de los discípulos de Ignacio,
en venerable Padre Luis de la Puente, fue el grande y providencial maestro de
espíritu de la insigne precursora española de santa Margarita María, una
humilde virgen, gloria de Valladolid y de España, la venerable Marina de
Escobar.
Permaneció casi toda su vida
oculta y enferma en su pobre casa de Valladolid, pero muy favorecida y regalada
con frecuentes apariciones del Señor, en las que le muestra el amor sin medida
de su Divino Corazón. Describe la santa que en febrero de 1622, estando en
mi recogimiento, vi que el pecho de
Jesucristo que estaba en el cielo, bajaba hasta la tierra en escala… me llevaron
al pie de ella los ángeles y comencé a subir… hasta llegar a lo angosto de la
escala que estaba arrimada al pecho de mi Señor, el cual me entró por aquel
estrecho en el secreto de su divino pecho…”.
Hay una aparición que recuerda,
aun en los términos, la principal a Santa Margarita, Dice así: “Estando delante
de nuestro Señor, tratando con su Majestad de esta mi miseria y flaqueza, y diciéndole…:
Mi Señor, yo veo que mis culpas y maldades son y han sido muchas y muy grandes…
¿Qué haré, Señor y Corazón mío? ¿Qué quieres que haga? Diciendo estas cosas y
otras vi que abrió Cristo su sagrado pecho y me mostró su santísimo Corazón encendido y hecho un fuego
de amor. ¡Mira! Este amor tengo para con vosotros.
Esta festividad fue aprobada, en
primer lugar, en el año 1689, por el obispo Langres para su diócesis, y poco
después se celebró en la de Lyón. En 1697, el Papa Inocencio XII extendió la
fiesta a todas las iglesias de la Orden de la Visitación, a la que pertenecía
la Santa y al año de 1765 se celebró en todas las diócesis de Francia.
Finalmente en 1856, el Papa Pío IX mandó celebrarla en toda la Iglesia; león
XIII la elevó en 1888 al rito de primera clase y Miserentíssimus del 8 de mayo de 1928.
Siendo Obispo de Cuenca, D. Incendio
Rodríguez Díez, el 16 de junio de 1940, la ciudad de Cuneca se consagró al
Sagrado Corazón de Jesús y se propuso elevar un monumento en su nombre.
Publicado en Cuenca, 28 de junio de 2019.
Por: José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico.
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