El vino de Champagne
o Champaña, también llamado en nuestros días, vino espumoso, es posible que
pensemos que, este tipo de vino, pudiera ser una creación relativamente
moderna, he de decir que su creación es muy antigua, veámoslo.
Si nos
remontamos a la tribu gala de los “Remos”,
(los Remos eran una tribu belga en el
noreste de la Galia en el siglo I a.C. que ocuparon la parte septentrional de
la llanura de la Champaña) establecida en las llanuras inmediatas de los
bosques de las Ardenas algunos siglos antes de ser conquistadas la Galia por Julio César, elaboraba, según
testimonio de varios historiadores, un vino sonrosado, agridulce y muy grato al
paladar. Gran aficionados al licor de la vid como eran los romanos fomentaron
la producción del Champagne primitivo, que los emperadores hicieron figurar en
sus mesas junto a los mejores vinos de Italia, Grecia y España.
El cruel
Domiciano, para castigar una rebelión de los Remos, no halló mejor medio que talarles las viñas. Marco Aurelio,
años después, puso enmienda a tal desaguisado, mandando repoblar aquellas,
desde Reims a Chalons, a cargo del tesoro imperial.
Del siglo IV
existe un precioso documento que hace referencia a los viñedos de esta región.
Se trata del testimonio de San Remigio, según el cual éste legaba a su sobrino
y a los monjes de Reims unos viñedos que él mismo había hecho plantar en las
inmediaciones de la ciudad de Reims.
En el siglo X,
los vinos de la Champaña cobraron gran fama; se recomendaba su uso como bebida
medicinal y era algo indispensable en la mesa real. El Papa Urbano II, que era de la región de
Champaña, bebía en sus comidas vino de ahí. El nombre de la región fue con el
que se denomino al champagne hasta el siglo XVII.
Felipe IV de Francia, con motivo de su
coronación en 1288, regaló a cada personalidad de la Corte un tonel de buen
vino de esta región, como prueba especial de su estima.
Su fama creció
con el tiempo, alcanzando en los siglos XV y XVI enorme prestigio en toda
Europa. Se sabe al respecto, que Wenceslao
de Bohemia, emperador de Alemania, tuvo que ir a Reims para negociar un tratado de paz y amistad con Carlos VI de Francia, fue llevado allí
principalmente por su deseo de apreciar sobre el terreno los méritos del vino
de esa zona, del que hizo tan abundante consumo durante sus negociaciones que
más de una vez hubieron sus pajes de sacarle en andas de las regias estancias.
También el
emperador Segismundo hizo en 1410 una
visita especial a los viñedos de Reims,
tanto para gustar sus productos como para enterarse por sí mismo de su cultivo.
Carlos V fue igualmente devoto de
este vino haciéndose acompañar en sus campañas por unos cuantos toneles del
famoso vino. Viejo y enfermo en su retiro de Yuste, aun seguía fiel a su bebida favorita. De igual afición al
Champagne participaron: Enrique VIII de Inglaterra, Francisco I, Enrique IV y
Luis XV de Francia, el Papa León X y los reyes de España Felipe V, Carlos III y
Fernando VII.
El Champagne
no fue espumoso hasta finales del siglo XVII, en que el fraile benedictino Don Perignon, procurador de las Abadías
de Hautvillers, señaló la época en
que habían de vendimiarse las uvas y su mejor manipulación para obtener del
fruto, tinto vinos limpios y espumosos. Los benedictinos conservaron en secreto
tal descubrimiento y hasta mediados del siglo XVIII no lo pudieron averiguar y
explorar los cosecheros de la región. Desde entonces, el vino de Champaña ha
venido creciendo todavía más en celebridad, a causa del grado de perfeccionamiento
a que se ha llegado.
Cuenca, 26 de
diciembre. 2019.
José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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ResponderEliminarChema, como siempre, sientas cátedra en todo lo que nos informas. Muchísimas gracias y que tengáis un año venturoso en todo lo que os propongáis.
ResponderEliminarEnhorabuena. Chema, me encantan tus explicaciones.
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