“Doctor virgen de la Iglesia Virgen”, así
llama San Jerónimo a San Dámaso, insigne Papa español, natione hispanus, como dice el Libro Pontifical, a finales del
siglo V principio del VI.
Debió nacer
entre los años 304 y 305. Su padre se llamaba Antonio y fue notario, diácono y
presbítero de la Iglesia de San Lorenzo in
Dámaso. La madre se llamaba Lorenza, vivió en continencia durante sesenta
años. Una hermana de San Dámaso, llamada Irene,
consagró a Dios su virginidad a la edad de veinte años.
De la juventud
de Dámaso sólo sabemos que era muy devoto de los mártires, hasta el punto de
que siendo niño se hizo contar el martirio de los Santos Pedro y Marcelino por
el mismo verdugo que los mató.
Sus padres se
casaron muy jóvenes en España y se llevaron enseguida a Roma al pequeño Dámaso,
que desde edad muy temprana debió de entrar a formar parte del clero romano.
Llego a
alcanzar un lenguaje claro y melodioso; tenía en la conversación la elegancia
del poeta, la piedad del sacerdote y la erudición del sabio.
En el año 355
fue desterrado de Roma el Papa Liberto
por el emperador Constancio. Nuestro
Santo, que era todavía simple diácono, lo acompañó al destierro y volvió con el
Papa a Roma dos años después.
El Papa San Dámaso I |
En el año 367
fue elegido Papa San Dámaso. Los comienzos de su Pontificado fueron muy dolorosos.
Algunos clérigos apasionados eligieron un antipapa, el diácono Ursino. Cerca de catorce años duró el
cisma en la ciudad de Roma, hasta que en el año 381 murió Ursino. San Jerónimo nos dice de Dámaso, no solo venció a sus
adversarios, sino que perdonó a los vencidos, que es gloria todavía mayor.
Como buen
español, fue acérrimo campeón de la fe católica. “Diamante de la fe”, le llaman las Actas de un Concilio. Convocó varios
Concilios en Roma para reprimir la herejía, los apolinaristas y macedonianos.
En los
dieciocho años que San Dámaso gobernó la Iglesia creció enormemente la
autoridad del Papa frente a los emperadores. En medio de sus múltiples y trascendentales
ocupaciones tuvo todavía tiempo, el Papa español, para dedicarse a estudios de
la Sagrada Escritura. Conociendo personalmente a san Jerónimo en Roma en el año 382, lo
retuvo a su lado, como fiel secretario y consejero. Con él trabajó en traducir
al latín los expositores griegos y a rehacer la versión antigua de las Sagradas
Escrituras, fruto de estos trabajos fue la Biblia Latina, conocida con el
nombre de Vulgata, texto oficial de
la Iglesia Católica.
Murió casi octogenario,
bajo el príncipe Teodosio, el 11 de
diciembre del año 384, diecisiete años, dos mese y veintiséis días, después que
fuera elegido, por el juicio de Dios, sacerdote de la Iglesia Romana.
Hizo esculpir
sobre su tumba este epitafio: “Aquel que
halló con sus plantas olas del mar, que hace revivir la simiente muerta en la
tierra, que pudo soltar las letales ataduras de la muerte y entregar a Lázaro
vivo después de tres días de tinieblas a su hermana Marta; ese mismo creo que
resucitará a Dámaso, después de haber estado convertido en cenizas”.
Es patrono de los arqueólogos, a causa de las basílicas que edifico, de las restauraciones que llevó a cabo en las catacumbas y de las hermosas inscripciones con que adornó los sepulcros de los mártires.
Cuenca, 11 de
diciembre de 2019.
José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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