“Tenía un alma
mayor que el mundo”, dice Gregorio XV en la Bula de canonización y, en la Misa
del Santo, dice la Iglesia que fue el instrumento providencial para la
extensión del reino de la mayor gloria de Dios.
La vida de san
Ignacio se divide en tres periodos que
reflejan la grandeza de alma, la ascensión constante hacia la cumbre. En los
treinta primeros años (1491 a 15219 fue cortesano y pecador, soldado vano y
desgarrado. Desde 1521 harta 1540 se hace penitente, estudiante, peregrino del
ideal de la mayor gloria de Dios. En 1540 hasta su muerte, que ocurre en 1556,
llega a la posesión del ideal e Ignacio es capitán de la Compañía de Jesús,
legislador y vencedor en muchas batallas.
Como tal,
sacrifica en la batalla todo lo suyo, empezando por el nombre: en Roma Íñigo
suena a raro, y creyendo que no tenía derecho a un nombre tan particular, elige
otro universal, el de san Ignacio de Antioquía. Es la aplicación onomástica del
todo para todos de san Pablo, romanos
en Roma, chinos en la China, guaraníes
en el Paraguay, despojarse de lo que legítimamente le pertenece : -nación,
lengua, nombre, identidad- para sus altos fines.
Un buen
general `pide resultados, y así el genio de Ignacio y el de su Compañía se
relaciona con aspectos prácticos: confesonario y dirección espiritual,
ejercicios y cultura, escuela y propaganda, predicación e influencia política,
un gigantesco reguero de empresas visibles (a veces demasiado) en la tarea de
transformar el mundo.
La inquieta
omnipresencia jesuita y hasta el arte que patrocinaron tener siempre muy en cuenta la eficacia
visible, del mismo modo que la vida de Ignacio es un itinerario con famosos
jalones biográficos: Loyola, su cuna, Pamplona, donde fue herido y hoy en medio
de una calle una placa recuerda el lugar, Montserrat. Manresa, Montmarte en
París, por fin Roma…
Bajo el
gobierno de san Ignacio desde 1540 hasta 1556, en que muere en Roma, la
Compañía de Jesús se consolida y multiplica; pelean las primeras y más
gloriosas batallas por la mayor gloria de Dios.
Al morir san
Ignacio el 31 de julio de 1556 dejaba un millar de hijos, que con el tiempo se
habían de multiplicar hasta los 34.000 jesuitas que hoy están esparcidos por
todo el mundo bajo las órdenes directas del Papa, animados de su propio celo y
grandeza de alma, que resume aquella meditación del Rey Temporal.
Publicado en Cuenca. 31 de julio
de 2020 y el 31 de julio de 2022.
Por: José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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FUENTES
CONSULTADAS:
-Año
Cristiano para todos los días del año. P. Juan Croisset. Logroño. 1851.
-La
casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.
-Año Cristiano. Juan Leal, S.J.
Madrid. 1961.
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