Llevo unos días algo delicados en salud por un catarro, que
no sé si es la segunda gripe que paso, pero en estos momentos y tras la
medicación que me han dado en urgencias me siento con ánimo de escribir sobre
un tema que tal vez nadie se haya preguntado. ¿Qué fueron de los Reyes Magos?
Estos días esperemos
regalos suntuosos como esperaban los judíos que fuera su libertador. Llenos de
orgullo y voluptuosidad esperaban un Rey terrenal que brillara por sus riquezas y no supieron ver la grandeza en la humildad de un recién nacido en
la pura miseria. Sólo las almas con corazón puro supieron ver en el nacido al
Salvador del mundo.
Los Reyes Magos, sin duda alguna, eran las más notables y
representativas figuras de sus respectivos pueblos en ciencia y poder. Una
tradición muy antigua apunta por Tertuliano y más tarde por San Cipriano, San
Juan Crisóstomo, San Agustín y otros santos Padres, nos afirman que eran
príncipes o reyes, según reza aquella profecía de que: “Los Reyes de Tarsis y de
las Islas traerán sus ofrendas; los Reyes de Arabia y de Sabá ofrendarán sus
presentes” (Sal. 72, 10).
¿Después de estos momentos los
Reyes Magos regresaron a sus lugares de origen o siguieron juntos? Sabemos por
tradiciones antiquísimas que después de la muerte y resurrección de Jesús, el apóstol
Tomás, en sus correrías apostólicas por el Oriente encontró a los Reyes Magos y
les administró el bautismo. En sus últimos años se consagraron a la conversión
de las almas. Según la iglesia griega, les cupo la gloria de dar su sangre por
Jesucristo, ofreciéndole entonces un presente más hermoso que el oro, el
incienso y la mirra que le ofrecieron en su momento.
Sus reliquias pasaron por
diversas ciudades en el siglo XII, y
finamente fueron depositadas en la catedral de Milán, donde permanecieron hasta
que el emperador de Alemania, Federico Barbarroja, feroz enemigo del Papa y de
Italia, tomó y saqueó la ciudad. Más tarde fueron trasladadas a Colonia,
presidiendo el traslado el arzobispo y dando ocasión a que el pueblo
manifestara su religiosidad y fervor en todo el recorrido. Permanecieron
después bastante tiempo en Villersexel y en el castillo de Grammond y de aquí
ya definitivamente fueron trasladadas a la Catedral de Colonia, donde hoy se
venera.
Hoy día de los Reyes Mayos os
invito a que hagamos una reflexión sobre nosotros mismos, sobre lo que poseemos y lo que no aprovechamos.
¿No seríamos, tal vez, más felices con menos? Sepamos agradecer el amor que nos
brindan aquellos que tenemos a nuestro lado.
¡Feliz día de Reyes!
Cuenca, 6 de enero de
2018
José María Rodríguez.
Profesor e investigador histórico
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