domingo, 21 de enero de 2018

Vida de San Julián IV parte. Los milagros de San Julián


El hambre que asoló a la ciudad de Cuenca en los primeros años del segundo Obispo.

A la peste siguió el hambre, ya fuera porque los poco labradores que quedaron no pudieron sembrar los campos, ya porque orgulloso el Amir Amumenin o calida de Córdoba, Jacub Aben Juceph, con la jornada de Alarcos, después de tomar a Cáceres y Plasencia, de arrasar a Escalona y Santa Olalla, de sitiar al Toledo y talar los campos de Talavera, Madrid y Alcalá de Henares, cayó como impetuoso torrente por Ocaña, Uclés, Huete y Cuenca, talando los campos o incendiando los lugares abiertos.
Cuantas personas se salvaron de este aluvión, al verse sin hogar y sin sustento, se encaminaron a esta capital a implorarle al santo Obispo. Este, como padre próvido, observando que con el contagio muchos labradores dejaron incultas las tierras, y que la carestía era inevitable, había recogido en las trojes los pocos cereales que, procedentes de sus rentas, habían librado de la inundación sarracena y cuantos por comprar pudo adquirir fuera del obispado; y como su complacencia y gozos era remedar a Dios que derrama sin cesar sus beneficios sobre buenos y malos, todo hambriento, fuese cristiano, moro o judío, encontró sustento en la previsión y caridad del segundo Obispo de Cuenca. Exhortó a los ricos para que aliviaran a sus conciudadanos, estableciendo solidaridad con los más necesitados.
Fueron tantas las familias hambrientas que acudieron al Obispo y que remedió Lesmas, que las trojes quedaron sin un grano. Los lamentos y alaridos que levantó esta nueva llegada a San Julián, que manda a Lesmes que la socorra. Dirigiéndose Lesmes a San Julián de dijo: “Nada quedó en las trojes, señor… por no despedir a ningún pobre sin socorro, en cumplimiento de vuestro mandato, barrí los granos y repartí el poco trigo que entresaqué del polvo. Volved sin embargo, replicó el Santo; Id a reconocerlos de nuevo. Nunca me sucedió y confío en Dios no me sucederá, se vayan los pobres de mi casa sin limosna. Quizás no hayas registrado bien, Lesmes: id en todo caso y remediad a esos infelices. Lesmes conocedor de la santidad de su Obispo y Señor, y fiando en ella más que en el testimonio de sus ojos, vuelve y encontrando los graneros colmados de trigo, remedió a los que pedían pan y a los muchos pobres que a la fama del trigo milagrosos acudieron de todos los pueblos del Obispado y de fuera de él.

El Santo dio las debidas gracias a Dios por tan extraordinario favor con el placer que experimenta aquel que salva la vida a muchos de sus semejantes, pero viendo que las turbas de mendigos crecen por momentos, sabiendo que Dios nunca falta a los que movidos por su gracias  a él se dirigen, pero que quiere cooperemos con diligencias humanas a la confianza en sus inagotables misericordias, por no tentar a Dios, reúne cuánto dinero puede hallar en su casa y en las de sus amigos y manda personas fieles a que compren y remitan trigo. Aun prescindiendo de la devastación causada por el ejército de Aben Juceph, la cosecha había sido muy escasa, y uniendo a esta fatalidad, que desde la infausta jornada de Alarcos, llena de arrogancia la Media Luna, por dos años había recorrido las comarcas cristianas destruyendo las siembras, las diligencias del obispo de Cuenca fueron ineficaces. Los que tenían algún trigo no querían venderlo, cuidando más en prevenir la propia necesidad que en remediar la de la gente. Esta noticia llenó de aflicción las paternales entrañas del Prelado, porque el trigo milagroso se concluía, y acudiendo a la oración, pide a la fuente de las bondades continúe sus larguezas, ya que sus diligencias  quedan sin efecto. Dios que es maravilloso con sus santos, y que se complace en ostentar su amparo y oportunidad en la tribulación hizo otro alarde de su amor a San Julián con otro prodigio. Multitud de acémilas, grandes recuas cargadas de trigo entran en Cuenca sin conductores y sin guías se dirigen a las casas episcopales, y se detienen a sus puertas como en el término de su viaje.
Creyendo los conquenses que el trigo que había mandado comprar el Obispo, los ricos se regocijan y los pobres acuden a recibir sustento. Todos se afanan en colocar en los graneros lo que saben se les ha de repartir con paternal equidad y cariño, y al indagar Lermes, asombrado de la gran cantidad de fanegas, si alguna se adeuda, ni halló vendedores ni arrieros, ni alguna de las muchas personas que descargaron el grano pudo dar razón cuando ni por qué camino marcharon las acémilas.
Obra de Ventura Rodríguez
Capilla del Transparente de la Catedral de Cuenca
©José María Rodríguez González

El milagro fue aclamado por toda Cuenca con bendiciones a Dios y a su Obispo, y estas bendiciones se repitieron por mucho tiempo, porque hubo trigo para remediar la presente necesidad y evitar la futura, pues dando a los labradores para sembrar, este trigo escogido por la diestra del Omnipotente, dio una abúndate cosecha.
Estos milagros, obrados en presencia de esta ciudad y aclamados por millares de personas que les debieron la existencia , llegando por mil diversos y uniformes conductos al virtuosos padre de las virtuosísimas reinas Berenguela y Blanca, al santo abuelo de San Fernando y a San Luis, al coloso de su siglo; al héroe cristiano, a quien el cielo le preparaba la aureola de gloria imperecedera de las Navas de Toloso; al noble, al bueno Alfonso VIII, le llenaron de tal admiración y respeto hacia San Julián, que al ver que no seguía a su corte, cual otros prelados, por alimentar a su grey con el pan de la palabra, le mandaba sus decretos para que los autorizase con su dictamen y forma, y para que pudiese repartir más pan material, dando ensanche a su genial dadivoso, le donó y a sus sucesores la fortaleza y villa de Pereja, con jurisdicción temporal en ellas y sus aldeas Parejala, Chillarón, Fontanillas (hoy Hontanillas), Tabladilla (hoy Tabladillo), Alig  (hoy Alique) y Alden Cronicales con sus rentas y términos; la heredad de Peantes, la de Castillejo y unos molinos (Fechada el privilegio en Burgos a 11 de abril de 1198) le concedió el portazgo completo de todos los ganados que se llevasen a vender a tierras de moros por Paracuellos, y de cuantos se vendiesen y que si se averiguaba se faltaba a la verdad, se pagara el portazgo duplicado (su data en Alarcón a 7 de diciembre de 1200) Las penas de Peralviche (hoy Peralveche) y facultad para comprar y sacar sal de Medina Celi: (su data en Almazán a 21 de julio de 1203) y en esta mista población en 1207 no solo le confirmó las donaciones hechas a su antecesor, sino que también cuantas posesiones y heredades adquiriese en su obispado por compra o por otra causa.

Cuenca, 19 de enero de 2018

©José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico

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