El nacimiento y
juventud de San Julián
Se aproxima la fecha del santo
Patrón San Julián y me gustaría hablar sobre él. En la Catedral de Cuenca el
santo más representado es San Julián. Este año quiero contaros su vida según la
cuenta uno de sus cronistas, D. Trifón Muñoz y Soliva, que fue Canónigo
Magistral de la Catedral y Director del Boletín Eclesiástico allá por los años
de 1860. En la lectura de sus textos he encontrado cosas que varían con
relación a otros cronistas. Cada uno pone algo especial y este tiene su
toque que me ha llamado la atención.
“Por los años de 1128, ocupando
la silla de San Pedro el Papa Honorio II y empuñando el cetro de Castilla y de
León D. Alfonso VII, la mayoría del territorio español estaba sumido, por una
parte los árabes, por otra los judíos que vivían de la usura, por otra los
cristianos que entre las riñas de un territorio contra otro sin dar tregua y
por la ignorancia que poseía el pueblo en aquellos siglos tenían abandonada la
conducta moral evangélica. Las almas justas clamaban al cielo por el remedio de
tanto mal y unos piadosos consortes, vecinos de Burgos, que con gran fervor y
perseverancia pedían a Dios la reforma de las costumbres y un heredero de sus
virtudes, fueron benignamente escuchados.
Este piadoso matrimonio lo constituían
los padres de San Julián, y según los historiadores de este Apóstol de España,
los más lisonjeros anuncios precedieron y acompañaron a su nacimiento. Dormían
tranquilamente una noche los referidos consortes, cuando en sueños vio el
marido, que por la habitación discurrían aves nocturnas y otros feos animales
dando graznidos horrorosos, y que saliendo del vientre de su esposa un perrillo
blanco como la nieve y que arrojaba llamas por la boca, después de ahuyentarlos
con penetrantes ladridos volvió a interior alberque.
A este presagio feliz para toda
España, acompaño el cielo señales visibles en su nacimiento, de que destinaba
para gobernar el rebaño de Jesucristo. Apenas salió a Luz y antes de ser
envuelto y fajado, levantó su tierna mano y bendijo a los circunstantes en la
forma que acostumbran los Obispo: sus labios se bañaron de una claridad
sorprendente. Al llevarlo a bautizar celestiales armonías cantaron: hoy ha nacido un niño que en gracia no tiene
igual. Sobre la pila bautismal se apareció un ángel en figura de mancebo
con mitra en la cabeza y báculo episcopal en la mano, que dijo en vos sonora: Julián ha de ser su nombre, y desde
luego, antes del desarrollo de su razón ayunó tres días a la semana absteniéndose
del alimento que Dios le deparó en los pechos de su madre.
Capilla del Transparente de la Catedral de Cuenca |
Las prendas naturales más bellas
correspondieron en el niño Julián a tan explícitos anuncios de su celo,
autoridad y virtudes. Dotado de un entendimiento penetrante, de un
discernimiento exacto, de una vasta memoria y de un corazón recto, llamó la
atención desde su tierna infancia por su abstinencia y sobriedad, por lo
concertado de su lenguaje, por la gravedad y mesura de sus acciones, por su
devoción siempre creciente a María Santísima y porque unía a la modestia la
cortesía, al despejo la sencillez y a su compostura la afabilidad.
Cultivados estos dones por sus
piadosos padres, el niño Jesús aprendió en su ciudad natal las primeras letras,
la música, poética y oratoria, pasó a la
universidad de Palencia a los estudios mayores.
Huyendo de los malos ejemplos y uniendo
a la oración el estudio, aprovechando los ratos de ocio a la construcción de
cestas para ahorrar a sus padres, el estudiante de Burgos atravesó la filosofía
a paso de gigante y no creyéndose suficientemente instruido pasó a Córdoba a
escuchar las lecciones del célebre Averroes.
Igual aplicaciones y con éxito
que despuntó sobre todos sus condiscípulos, observó en los graves estudios de
la sagrada Escritura, Teología y de ambos Derechos; pues recibidos los grados
académicos, el claustro le confió la enseñanza de artes y teología, que desempeñó
con gran nombre y aprovechamiento de sus discípulos, por espacio de doce años.
Julián, al derramar su ciencia en
las clases acomodadas, lamentaba la desgracia de las clases menesterosas que
vegetan en la ignorancia, y resolvió llevarles la luz de la doctrina.
Sus amigos procuraron retraerle
de tan santo designio; pero fue en vano. Dejó su cátedra a la edad de 55 años y
se retiró a Burgos, su patria, y en una humilde casa que construyó fuera de la
ciudad, se preparó para el apostolado. Sus paisanos le llamaban el insociable,
el melancólico, y aun el hipócrita; pero Julián, atento solamente a la voz de
Dios que le llamaba al sacerdocio, se adornó en el retiro con todas las
virtudes para tan alta dignidad, a que fue sublimado por los años 1166”.
Aquí nos quedamos por hoy. Cada
día os escribiré un poquito más de la vida de San Julián para recordar sus
virtudes y despertar en nosotros la inquietud de conocer un poquito más de la
vida de nuestro Santo Patrón San Julián.
Cuenca, 16 de enero de 2018
José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico.
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