Las ermitas que existieron y las que han perdurado en el tiempo hasta
nuestros días en la ciudad de Cuenca.
Muchos son los que me han
preguntado a lo largo de estos últimos años por el nombre y la ubicación de las
ermitas que hubo en esta ciudad. Hoy me entretengo en sacar a la luz las muchas
que la ciudad de Cuenca poseía en el Episcopado de Lope Barrientos, que es una
de las épocas que más tiempo he dedicado a su estudio.
El siglo XV fue una de las
épocas más fructíferas en la construcción de ermitas en Cuenca y su provincia.
En la propia ciudad y dentro del casco urbano estaba la de San Pantaleón o Iglesia de San Juan de Letrán y la de Ntra. Sra. De la Esperanza. Fuera del
casco urbano estaban: La de “El Rey de la Majestad o la Ascensión del
Señor”, en el cerro de enfrente del Júcar. La de San Sebastián que fue fundada por el propio Obispo Lope Barrientos,
situada en el campo de San Francisco.
El Santo Cristo del Amparo y Santa Catalina del monte Sinaí, situada a
la izquierda del Huécar, cerca de la Puerta de Valencia; esta ermita tenía un
cementerio donde se enterraban los sacerdotes de esta ciudad y de sus familias,
separado por una tapia del cementerio donde se enterraban los desgraciados que
eran ajusticiados con la pena capital. A esta ermita se tenía la obligación de
bajas anualmente en procesión de rogativa el Cabildo, acompañado del Ilmo.
Ayuntamiento y celebrar misa solemne, oficiada por la capilla musical de la
Santa Iglesia, regresando a ésta continuando el canto de las letanías. A esta
procesión se le llamaba vulgarmente en Cuenca la “Procesión de los Piojos”, porque se decía que al pasar el Cabildo
por un estrecho callejón que había en frente al convento de las
Concepcionistas, le arrojaron unos pobres desde las ventanas multitud de ellos.
Otra era la de Ntra. Sra. de la Cabeza, estaba situada
en la colina que hay sobre la puerta Valencia, sería donde hoy esté el barrio
de los Tiradores. La de San Sebastián,
cerca de la anterior mencionada. La de San
Roque que estuvo en el barrio de las doscientas actual, anteriormente se
llamaba “Barrio Argelillo”, esta ermita tenía cementerio y era otro de los
sitios donde se enterraban a los ajusticiados.
Había más por el Camino de
Cañete actual como: La de Ntra. Sra. Del
Buen Suceso que estuvo entre la de la Virgen de la Cabeza y San Roque.
Ntra. Sra. del Socorro, sobre la cúspide del Cerro de este nombre, hoy
coronado con el monumento al Corazón de Jesús.
Ntra. Sra. de las Angustias, junto al convento de los Descalzos. En
los jardines de esta ermita se
estableció, por el año 1820, el primer cementerio que hubo en la ciudad, que
luego cayó en desuso por el poco espacio que se disponía en la parte trasera de
la ermita. Otra ermita con el nombre de “Las
Angustias de Arriba” existió en la división de los caminos de San Gerónimo
y de Buenache de la Sierra.
La de San Bartolomé estuvo debajo de la huerta de los Descalzos y sobre
el puente de Carballido. Los cimientos de su capilla mayor se ven hoy en el
camino que sube desde el puente de los Descalzos por las escaleras que llegan
hasta la mitad de la subida a las Angustias.
La de San Gerónimo, estaba situada sobre la hoz del Huécar y era muy
visitada en el día de su titular. San
Isidro Labrador, sobre la hoz del Júcar, bien conservada, con cofradía y
muy concurrida en el día del Santo, hoy se sigue la tradición. Lindante a esta
ermita se halla el cementerio de los Señores Dignidades, Beneficiados de esta
Santa Iglesia y por tener pocos nichos desocupados, el Cabildo solicitó al
Ayuntamiento, en su tiempo la cesión de más terreno para ampliarlo. Fue en
tiempos del Regidor D. Manuel Zarco.
La ermita de San Cristóbal estuvo sobre la cresta
del cerro al que dio nombre y que en la actualidad le llamamos el cerro de las
antenas. A la margen izquierda del Júcar estuvo la de San Juan de la Ribera, ubicada entre las delicadas huertas del río.
Cerquita de ésta y sobre el cerro del margen derecho del río Júcar la de San Julián el Tranquilo, según la
documentación existente en el archivo de esta ciudad, “del Tranquillo”. Bajo la protección del Cabildo, en su tiempo tuvo
santero que residía en la casa contigua a la ermita.
La de Ntra. Sra. del Carmen, llamada también la “del Carmen Viejo”, estuvo contigua al molino de la Noguera. La de Santa Ana, estuvo cerca del cerro de
Casa Blanca, un poco más abajo de la actual Plaza de Toros. Esta ermita era de
las más antiguas, pues se cree que pudo ser en el siglo XIII cuando se erigió.
Se levantó al cesar la peste que devastó esta ciudad en el Pontificado del Papa
Martino V. El pueblo de Cuenca realizó un voto en gratitud a la Santa
llegándose a celebrar fiesta local. Este voto se cumplió por muchos años,
asistiendo el Ilmo. Ayuntamiento a la misa del 26 de julio de cada año, después
de las horas canónicas. Desconozco si en la actualidad se sigue haciendo.
La ermita de San Antonio el Largo, fundada por el
bispo Solano, con una casa y una huerta conformaban el espacio que ocupaba, se
hablaba de una rica viña, Esta situada cerca del puente del río Moscas y muy
cerquita a ella estaba la fuente del Sol, también construida a expensas del
Obispo Solano. Mi abuelo paterno tuvo tierras de labor por este paraje por lo
que me es familiar el lugar. Cerca de ella estaba también la que se llamaba
ermita de Santa Isabel, sobre un
cerrillo o rambla que había antes de llevar a la fuente del Sol. En la
actualidad el nombre de esta fuente se le ha otorgado a la existente en la unión
del Paseo de San Antonio con la Avenida
de los Reyes Católicos.
La ermita de Ntra. Sra. del Puente, ubicada en la
actual Parroquia de la Virgen de la Luz. Junto a ella la de San Jorge que sirvió de depósito para
los cadáveres de los que morían de muerte siniestra y se ignoraba su identidad.
En la zona de las alfarerías estaba la ermita de Ntra. Sra. de Belén.
Más distante de Cuenca se
encontraba la ermita de Ntra. Sra. de la
Estrella, a tres cuartos de hora a pie por la carretera de Alcázar,
existiendo en la actualidad.
Todas estos santuarios fueron
muy visitados por los habitantes de la ciudad, que con sus limosnas los
reparaban y sostenían, hasta principios del siglo XVIII. Más concretamente la
guerra de sucesión fue la puntilla para la mayoría de ellas. El 11 de agosto de
1706, después de un bombardeo, el teniente general inglés Hugo Wilihams,
auxiliar del Archiduque Carlos, sus tropas ocuparon varias ermitas como punto
de observación y de avanzadilla, profanándolas y destrozándolas. Con Felipe V
se repararon la mayoría de ellas, pero con la entrada de las tropas de Napoleón
I se volvió a repetir lo sucedido anteriormente y en esta ocasión a mayor
escala.
Valga este artículo como un
recuerdo nostálgico de lo que fue y de la devoción que procesaban los
habitantes de Cuenca a sus santos, por sus muchas gracias concedidas a través
de su intercesión.
Cuenca, 1 de julio de 2018.
©José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico
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