Celebramos hoy
la consagración de la Virgen Mará a Dios a la temprana edad de tres años. Algo
así como su ingreso en una Orden religiosa de la que había de ser Madre y
maestra de todas ellas.
Las primeras ráfagas
heladas del otoño nos traen todos los años el recuerdo de la fiesta de la
Presentación de la Virgen. Es un hecho cuya noticia escrita nos ha llegado por
los Evangelios Apócrifos de Santiago y de la Natividad de la Virgen María, pero
que ha entrado de lleno desde muy antiguo en la corriente litúrgica de la
Iglesia. La Iglesia Oriental la celebraba ya a finales del siglo VI o
principios del VII; en Occidente entró en la segunda mitad del siglo XIV, en
tiempos de Gregorio XI.
Presentación de María en el Templo. Ventura Rodríguez.
Catedral de Cuenca.
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La fiesta de
hoy es la historia suavísima de una Niña de tres años que va al Templo de
Jerusalén para consagrarse al Señor por entero, darle su infancia y su
juventud, lo más simpático y valioso de su vida preciosa, y formarse allí al
pie del altar para la misión incógnita a que Dios la destine.
El himno de
varios y antiguos Breviarios nos dice así:
“Los padres de la Virgen Soberana,
en su esterilidad,
alcanzaron del Dios Grande el tesoro
de esta Niña sin par.
Cumplen su voto y al sagrado Templo,
de tres años no más,
llevan su prenda, que agradable hostia
en él quiere morar”.
Según esta vieja tradición, la Virgen fue fruto de
oración y bendición milagrosa del cielo. Sus padres, antes de que naciera, la
habían ofrecido a Dios. Para cumplir la promesa, a los tres años de nacida, la llevan
al Templo y la Niña aceptó consciente y alegre aquella obligación.
Hoy la Iglesia nos propone el retrato moral que
trazó de la Virgen la elocuencia de San Ambrosio; “Era Virgen en el cuerpo y en
el alma, sin que en la sinceridad de su afecto hubiese el más pequeño engaño.
Humilde de corazón, grave en las palabras, prudente en el ánimo, breve en el
hablar, aplicada al estudio…” Doce años está probablemente en el Templo.
Desde la Concepción Inmaculada, Dios, durante
quince años, va a preparar el Centro espiritual del mundo cristiano, el Corazón
de la Virgen.
San Pedro Canisio escribe: “La Presentación de la
Santísima Virgen fue objeto de gozo inmenso para el Todopoderoso, ya por la
piedad de los padres que ofrecían la víctima santa, ya la generosidad misma de
la sagrada Niña”.
Cuenca, 21 de noviembre de 2020.
José María Rodríguez González. Profesor e
investigador histórico.
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