Debió de nacer
en Eisleben, que es un pueblecito en Sajonia-Anhalt de Alemania. Es la cuna de Martín
Lutero. Gertrudis a los cinco años ingresó para su educación en el monasterio
cisterciense de Helfa, muy cerca del lugar de su nacimiento, y al parecer nunca
salió de allí.
Profesó en
esta orden, pero no tuvo ningún cargo en ella (aunque a menudo se la confundía
con Gertrudis de HacKeborn, que fue abadesa de Helfa por estos mismos años) y
su vida transcurrió sin ningún accidente externo digno de noticia.
Hasta los
veinticinco años estuvo ávida por adquirir una gran cultura, pero después de
tener una visión de Jesucristo, se dedicó exclusivamente a la Biblia, a los
Padres de la Iglesia y a la liturgia. Renunció a los saberes humanos por sabiduría
superior, haciéndose una vida contemplativa.
Sus Revelaciones, el Heraldo del amor divino
y otros escritos tuvieron una enorme influencia en la espiritualidad medieval,
sobre todo en la mística alemana, y se le atribuyen también los primeros
atisbos de lo que luego será una devoción tan difundida entre los católicos
como la del Sagrado Corazón de Jesús.
Estampa de Santa Gertrudis la Grande |
“In corde Gertrudis invienietis me”, en
el corazón de Gertrudis me encontraréis, Cristo como habitante del corazón
humano que le es fiel. El atributo por el cual se la representa es un corazón
en llamas habitado por el Niño Jesús. De ahí los versos finales del soneto que
compuso en su honor Lope de Vega:
Custodia sois mientras gozáis el suelo,
Y pues que todo Dios en él se esconde,
Mayor tenéis el corazón que le cielo,
Cuenca, 16 de noviembre de 2019.
José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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