Los fieles que recorrían los siete Monumentos realizaban una breve meditación en cada uno de ellos
En estos días de Jueves Santo y
Viernes Santo son muchos los recuerdos que fluyen a la mente, días plenos donde
se palpa la implicación de los conquenses en sus hermandades y en los desfiles
procesionales.
Hay costumbres que desaparecen y
otras que fluyen aún cuando se tenían por perdidas.
El Jueves Santo era costumbre el
visitar los monumentos que se alzaban en las iglesias y sobre todo en la
Catedral, que era monumental. Estos altares se realizaban ensalzando la Hostia,
consagrada de antemano para la misa del siguiente día, guardada dentro de un
cáliz, y encerrada en el tabernáculo, recibiendo la adoración de los fieles.
El origen de los monumentos surge
de la costumbre de desnudar los alteres el día de Jueves Santo, y por lo tanto
de purificarlos y limpiarlos. Todo eso implicaba el tener reservada la sagrada
Hostia consagrada para el siguiente día. De ahí la necesidad de un sitio
decente donde colocarla. La piedad de los fieles transformó poco a poco este
hecho, en verdadero triunfo para Dios de la Eucaristía lo que se hacía al
principio sólo por necesidad. Se empezó adornando suntuosamente el sagrario;
fueron luego multiplicándose las luminarias; vino la costumbre de mirarlo como
lugar de exposición del Santísimo, y así se establecieron prolongadas
adoraciones de día y de noche. La Iglesia alentó cuanto pudo tan devota
costumbre. Los Papas concedieron indulgencia plenaria a la visita a los
monumentos del Jueves Santo.
Siguiendo esta tradición el
Cabildo Catedral de 1649, mandó pintar los doce Apóstoles al pintor Cristóbal
García para adornar los laterales de la nave central de la Catedral donde se
colocaba el Monumento el día de Jueves Santo. Al día de hoy, estos cuadros
adornan las paredes de la Sala Capitular.
Monumento Jueves Santo. Arco de Jamete Catedral de Cuenca |
Desde un principio, parece ser,
fueron guardados en la Sala Capitular, sitio donde únicamente se retiraban
cuando se montaba el Monumento Eucarístico, situándolo entonces delante del
crucero, entre los pilares de los actuales púlpitos, y se extendía hasta la
puerta de entrada, a través de toda la nave de los Reyes; las entrecalles de la
parte baja se adornaba con los cuadros de los doce Apóstoles y en el cuerpo
superior, los correspondientes a otros doce Profetas. El orden en que se
colocaban los cuadros era; a la derecha del Salvador: San Pedro, San Andrés,
San Juan, Santiago el Menor, San Bartolomé, San Simón y San Matías. A la
izquierda: San Pablo, Santiago el Mayor, Santo Tomás, San Felipe, San Mateo y
San Judas. Cada apóstol es conocido por el atributo que porta y por su nombre,
que en esta ocasión está estampado en la parte inferior del cuadro. En el siglo
XX el monumento se montaba, no con tanta suntuosidad, en la puerta de Jamete.
Estos monumentos se preparaban exclusivamente
el Jueves Santo, al término de la Misa “In
Coena Domini”, que conmemora la institución de la Sagrada Eucaristía y del
sacerdocio de la Iglesia. El tabernáculo o sagrario queda vacío en memoria de
la muerte de Jesús, es cuando se hace la
reserva del Santísimo Sacramento en los tradicionales Monumentos. De esa forma,
desde la noche del Jueves Santo hasta la Misa de Resurrección los sagrarios
quedan vacíos en todas las iglesias para simbolizar la crucifixión, muerte y
sepultura de Nuestro Señor.
Con el paso de los siglos el
traslado de la Hostia adquirió un carácter solemne, realizándose de modo
procesional, acompañado de cánticos como el “Tantum Ergo”.
Años más tarde surgió la
costumbre de visitar siete Monumentos en la noche de Jueves Santo y en la
mañana del día siguiente. Esta costumbre fue introducida en Roma en el siglo
XVI por San Felipe Neri, para contrarrestar la decadencia social y religiosa y
la falta de moral acaecida con el Renacimiento. Esta idea fue secundada por
Papas y cardenales, organizándose visitas a siete históricas iglesias romanas, como son
las cuatro Basílicas: la de San Pedro, Santa María Mayor, San Pedro extramuros,
San Juan de Letrán y las iglesias de San Lorenzo, Santa Cruz y San Sebastián.
Los fieles que recorrían los
siete Monumentos realizaban una breve meditación en cada uno de ellos, rezando
cinco Padrenuestros, cinco Avemarías y cinco Glorias, en acción de gracias por
la institución de la Sagrada Eucaristía y un sexto por las intenciones del
Papa.
También se meditaba sobre los
siete recorridos que hizo Jesucristo, desde el Cenáculo hasta el Monte
Calvario. Ese número corresponde a las siguientes estaciones por las que pasó
Jesús durante su cautiverio: 1º Desde el Cenáculo hasta el huerto de Getsemaní;
2º del huerto hasta el palacio de Anás; 3º del palacio de Anás al tribunal de
Caifás; 4º del tribunal de Caifás al
pretorio (palacio de gobierno) de Pilatos; 5º del pretorio del Pilatos al
palacio del rey Herodes; 6º del palacio del rey Herodes (de vuelta) al pretorio
de Pilatos; 7º del palacio de Pilatos al monte Calvario.
Publicado en Cuenca, 13 de abril de 2017
Por: José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico.
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