Hoy es el día,
canta la Iglesia, del nacimiento de la Santísima Virgen. Celebramos este día
con toda la solemnidad posible y la mayor alegría. Dice San Bernardo: Tu nacimiento, oh Virgen Madre de Dios,
llenó de alegría al mundo. Hizo el Cielo un magnífico presente, un presente de
inestimable valor. Celebremos todos el nacimiento de la Madre de Dios, dice
San Juan Damasceno, por la cual fue como reintegrado todo el género humano,
siendo ella la que convirtió en alegría la tristeza que nos causó nuestra
primera madre Eva. Parece, dice el mismo Santo, que desde la creación del mundo
andaban en competencia los siglos, sobre cuál de ellos había de tener la gloria
de honrarse con su nacimiento.
Natividad de la Virgen María. Obra de Andrés de Vargas. Siglo XVII
Capilla de la Virgen del Sagrario. Catedral de Cuenca.
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Llegó en fin
aquel deseado tiempo. El año 5183 de la creación del mundo,2941 del diluvio
universal, 1494 de la salida de Moisés y del pueblo de Israel de Egipto, 1016
después que David fue ungido, y consagrado por rey; hacia la semana sesenta y
cinco, según la profecía de Daniel, y en la olimpiada 190, el año 732 de la
fundación de Roma, y el 16 del imperio de Octaviano Augusto, en la sexta edad
del mundo, nació en Nazaret, ciudad de Galilea, a treinta leguas de Jerusalén,
el día 8 de septiembre, a los nueve meses de su inmaculada concepción, aquella
bienaventurada Niña, destinada para ser Madre del Verbo Encarnado.
Su padre San
Joaquín era de sangre real, hijo de
Barpanther, y descendiente de Savid por Nathan. Era esta rama originaria
de Judea, de donde se desnaturalizó, por haber decaído en la pobreza, disponiéndolo
así la Divina Providencia, para que fuesen los parientes más cercanos del
Salvador de su misma condición. Se asentó en Nazaret, por cuyo motivo fue
tenida como familia de Galilea. Su madre Santa Ana, era hija de Mathan,
sacerdote de Belén, de la tribu de Leví y familia de Aarón, de manera, que en
la Santísima Virgen se unió la sangre real y la familia sacerdotal, de la cual
era Aarón entre los judíos.
No hubo dos
esposos más nacidos el uno para el otro, de un humor en todo, de un parecer, y
unas mismas inclinaciones, como que era obra de Dios tan dichoso matrimonio. Dirigiéndose
todos sus afectos a la venida del prometido Mesías, y vivían siempre en sosegado retiro, ocupando en
oración todo el tiempo que tenían libres, y enamorando al Cielo, como dice
Santa Brígida, su piedad y su pureza.
Cuenca, 8 de
septiembre de 2019.
©José
María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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