Hoy celebramos un santo muy
especial. Es el patrón de los viajeros en avión, los aviadores, de los que están
mentalmente discapacitados, de los opositores y de los estudiantes en exámenes,
de estos últimos por las dificultades que pasó el Santo en su etapa de estudiante.
Conocido como el Santo volador se
le puede adjudicar siete hechos sobrenaturales en su vida: Volar por los aire, caía en constante éxtasis y sus compañeros
frailes debían sujetarlo por sus entrada en levitación. Se cuenta que un día
los religiosos lo vieron elevarse hasta una estatua de la Virgen que estaba a
tres metros y medio de altura para darle un beso al Niño Jesús.
Exorcizaba con una frase. Entre sus compañeros fue elegido para
exorcizar demonios, pero el Santo se consideraba indigno de ello. Usaba la
frase; “Sal de esta persona si lo deseas, pero no lo hagas por mí, sino por la
obediencia que le debes a mis superiores” y los demonios salían rápidamente de
la persona poseída.
Podía estar en dos lugares a la vez. Cuentas que estando muriéndose
su madre tuvo una visión, El se encontraba en Asís y siendo avisado de que su
madre estaba para morir, entro en éxtasis y apareció en la habitación donde se
encontraba su madre en medio de un gran resplandor, después de verla y
despedirse de ella murió su madre. En ese momento José se puso a llorar y preguntándole
que le sucedía respondió que acababa de morir su madre.
Curaba con la señal de la Cruz. Llagas que sanaban, ciegos que volvían
a ver, mancos y cojos quedaban sanos con
solo hacer sobre ellos la señal de la Cruz o besar su crucifijo.
Leía los corazones y convertía protestantes. El príncipe luterano
John Federich a sus 25 años fue Asís con dos escoltas, uno católico y el otro
luterano. Asistieron a la misa que José estaba celebrando, al llegar el momento
de la Consagración la Hostia se puso tan dura que era incapaz de partirla, así
que se puso a llorar y a rezar y levitó hasta un metro de altura, al bajar pudo
partirla. Al día siguiente volvió el príncipe a la Misa, esta vez la cruz de la
Hostia se puso negra, esto le causó un gran dolor lo que le hizo llorar
levitando con la forma durante quince minutos. Este milagro conmovió el corazón
del príncipe por lo que tanto él como su escolta decidieron convertirse y ser
bautizados en la fe Católica.
Se comunicaba con los animales. Cuando salía del convento y recaba
por los campos las ovejas lo rodeaban para escuchar sus oraciones, las
golondrinas volaban a su alrededor y acompañaban durante su recorrido.
Predijo el día y la hora de la muerte
de Inocencio X.
La vida de este Salto es muy
peculiar por lo que paso resumiros su vida. Comenzaré diciendo que el mismo se
definía como Fray Asno. Así se llamaba porque era una calamidad, una de las
personas más inútiles que se había visto en cualquiera de los conventos por lo
que pasó; los capuchinos, que tuvieron la debilidad de aceptarlo, acabaron por
deshacerse de él, y los franciscanos, con quienes se quedó, se hacían lenguas
de aquel caso inaudito de bobería.
Muy ignorante, a duras penas
sabía leer y escribir, cerrado de mollera y además torpe y de una manera
exasperante; todo se le caía, todo lo rompía, aprender los trabajos más
sencillos le costaba meses (se decía que le llevó mucho tiempo distinguir el
pan blanco del negro). Personaje simplón y ridículo, además de enfermizo y
enclenque.
Se decía que fue un milagro de la Providencia el que pudiera haberse ordenado.
Fray Arco sólo sabía obedecer, ser humilde, paciente, enamorado de Dios y
devotísimo de la Virgen. Pero si era negado para los estudios, a su alrededor
florecían prodigios que atraían a multitudes y despertaban las suspicacias de
la Inquisición.
Un hombre que estaba
continuamente en éxtasis y que en sus arrobos se elevaba en el aire ante
multitud de testigos. Oía pronunciar el nombre de Jesús o el de María, y fray
José levantaba vuelo, posándose a veces de rodillas sobre la rama de los
árboles, de donde volvía a bajar sereno e imperturbable.
José de Cupertino fue beatificado
el 24 de febrero de 1753, siendo Papa Benedicto XIV. Su canonización se realizó
el 16 de julio de 1767 por el Papa Clemente XIII. Su festividad se celebra el
18 de septiembre.
Cuenca, 18 de septiembre de 2019.
José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico.
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