martes, 6 de febrero de 2024

Festividad del 7 de febrero. Teodoro el Capitán.

Teodoro el Capitán o Teodoro de Heraclea, mártir (c.a.319)
   Este es uno de los santos marciales que hay en Oriente, como Demetrio y Jorge, muy populares en Grecia, y a quien aún puede verse en la Catedral de Chartres con todas sus armas. Es uno de los mártires provenientes del mundo de la milicia. Fue capitán de soldados. Hizo honor a su nombre cuyo significado es “Adorador de Dios”, con el testimonio de su sangre derramada. Ejerce el mando en tiempos del emperador Licio. Murió mártir en Herencia, por el año 319, defendiendo la fe y sabiendo anteponer a su lealtad de soldado la preeminencia de obediencia a Dios.

Cuenta su leyenda que pasaba su vida librando las tierras de alimañas, monstruos y dragones. Donde se resalta su condición de hombre de fe es en una de los desplazamientos que hacía el emperador visitando el imperio, revisando las fuerzas militares y comprobando el estado de las posiciones. En esta ocasión lleva consigo todas las imágenes idolátricas de los dioses romanos. Teodoro pidió a Licinio que le dejase los ídolos con objeto de perfumarlos en su casa, para que inspirasen más veneración cuando fuesen a dorarlos en público. Una vez en su poder los hizo pedazos, trozos que repartió entre los pobres al estar hechas éstas de oro y plata. Licinio montó en cólera.

Esta acción le valió el martirio por degüello precedido de incontables tormentos que están relatados en las actas martiriales tardías. Sí se habla de sus muchas heridas sanadas por ángeles y de conversiones multitudinarias de testigos presenciales al comprobar su firmeza hasta el último momento de su muerte, ocurrida el 7 de febrero del año 319.

Teodoro parece reunir astucia y heroísmo, fe y sentido práctico, con unas gotas de humor que le darán en el Cielo una sonrisa de mártir socarrón. No deja su acción de animar nuestra existencia, posiblemente su biógrafo quiso personificar en él que la fe no está reñida con el sentido práctico y que la valentía profesional debe acompañar a la fortaleza que da la entrega a Dios.

Publicado en Cuenca, 7 de febrero de 2020 y el 7 de febrero de 2024.

Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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