jueves, 29 de febrero de 2024

San Rosendo, el azote de los normandos y moros. Festividad del 1 de marzo.

  Este insigne prelado y monje español nació en Salas de Galicia el 26 de noviembre de 907 y murió el 1 de marzo de 977. Su familia pertenecía a las más ilustres. Su padre, Gutierre Méndez, era uno de los condes más poderosos de la corte de Alfonso el Magno, valiente guerrero, gran político, y sobre todo, buen cristiano, bienhechor de iglesias y dotador de monasterios.
San Rosendo.

Rosendo aprendió latín en la escuela episcopal de Mondoñedo. Desde niño le atraía más la Biblia y la Cruz que la espada de su padre. Entró muy joven en el monasterio de Cabeiro, donde muy pronto fue elegido prior. Por sus virtudes y su ciencia, cuando apenas había cumplido dieciocho años de edad, fue elevado por aclamación unánime del clero y del pueblo a la sede episcopal de Dumio.

Entre las obras que llevó a cabo en los primeros años de su episcopado fue la fundación del monasterio de Celanova en la provincia de Orense.

Mientras Roma decidía sobre la suerte de Sisenando, obispo de Compostela y encarcelado por el rey don Sancho, san Rosendo tuvo que gobernar también la diócesis de Santiago.

El rey don Sancho lo nombró virrey de Galicia, cargo que le obligó a ponerse al frente de un ejército para rechazar a los normandos y moros que por diversos puntos habían penetrado en el territorio de su jurisdicción. Rosendo hizo reembarcar a los normandos y empujó más allá de las fronteras portuguesas a los moros. La vuelta a Santiago fue celebrada con fiestas populares y agradecidas muestras de júbilo. Mas una nube se cernía en el horizonte que iba a aguardar aquellos tiempos.

Sisenando, aprovechando la muerte de don Sancho de León, salió de la cárcel y se presentó repentinamente en Santiago, amenazando con la muerte de Rosendo si no dejaba la sede y se recluía en su monasterio. Era lo que deseaba nuestro Santo; cambiar el brillo y actividad inquietante del gobierno por la humildad y la paz de la vida escondida en el claustro.

San Rosendo se refugió en el monasterio de Celanova y vistió el hábito de san Benito, como simple religioso, sometido al abad Franquila. A la muerte de éste monje le eligieron a él por abad.

De su vida como monje se cuentan maravillas. Los ángeles bajaban a cantar con él, resucitaba a los muertos y anunciaba las cosas futuras. Tomó como emblema una Cruz, de cuyos brazos colgaban un compás y un espejo. Si los monjes le preguntaban qué significaban le respondía: “Hijitos, ¿no sabéis que la Cruz es compás de nuestra vida y espejo de nuestras almas?”

Al empezar el año 977 ya no pudo asistir al coro, aunque su presencia llenaba de fervor a todos los monjes. Vio que se acercaba la muerte y quiso firmar su testamento, que fue una confesión de fe y efusión de amor, en el que nos revela su alma piadosa.

El testamento de san Rosendo termina con estas palabras: “Bajo la Providencia de Dios”. La Providencia de Dios conservó su obra. Por muchos siglos continuaron sus monjes viviendo piadosa, casta y religiosamente. La Providencia cuidó también de la glorificación de su siervo. Su cuerpo fue enterrado en San Pedro de Celanova; doscientos años después, el 1194, Celestino III lo colocó en el número de los Santos. Hoy la diócesis de Mondoñedo lo aclama como su Abogado y Patrón.

Publicado en Cuenca, 1 de marzo de 2020. Actualizado el 28 de febrero de 2024.
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Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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