viernes, 16 de febrero de 2024

Festividad de 17 de febrero. Los siete fundadores de los Servitas.

    Hoy nos toca hablar de la Orden de los Siervos de María. Siempre he oído: “El mejor tesoro es un buen amigo”, en este grupo de jóvenes lo vemos cumplido.

 Cuando se habla de la fraternidad y la solidaridad, del amor al prójimo y por otro lado se aprecia en esta sociedad actual el egocentrismo, la explotación, la miseria, nos viene a recordar el Santoral a un racimo de santos que la propia Virgen convocó para su servicio en el seno de una ciudad turbulenta y dividida por discordias civiles como era la ciudad de Florencia, de la primera mitad del siglo XIII. En aquel tiempo se hacían la guerra los güelfos y gibelinos, y de esta lucha fratricida iba a salir una orden religiosa cuyos fines eran la plegaria, la humildad y la devoción a la Reina de la Paz.

Siete jóvenes mercaderes se reunían a la caída de la tarde en una asociación mariana de alabadores de la Santísima Virgen. Apenas si son conocidos sus nombres. Después de buscar y rebuscar los hallé. Así se llamaban: Bonfilio Monado, Bonayuto Manetti, Manetto dell´Antella, Amidio des Amidei, Ugoccio des Uguccioni, Sostenio des Sostegni y Alejo Falconieri. Esta cofradía era conocida en Florencia como “los Laudes” o “los alabadores de la Santísima Virgen”. Ellos eran como una Junta directiva de esta Asociación Mariana.

Dicen las crónicas que para llevar a cabo esta empresa el día de la Asunción, el 15 de agosto de 1233, los siete recibieron una común iluminación. Se les apareció la Virgen “con gesto de dolor, vestida de luto y velada de negro la cabeza, como una Madre Dolorosa, porque el Amor no era amado y la caridad estaba herida” (P. Bargellini).

Un día cuando recorrían las calles de Florencia pidiendo limosna, unos niños pequeños que aún no habían aprendido hablar exclamaron: “He ahí los servidores de la Virgen. Dadles limosna”.

El Viernes Santos de 1239 la misma Virgen se les apareció para señalarles que fueran negros sus hábitos y que aceptasen la Regla de San Agustín. Muy pronto creció el número de jóvenes que se ordenaron. Desde los primeros momentos de su fundación quisieron hacer hincapié en el Amor al retiro o soledad y también al ejercicio del apostolado y en la propagación de la devoción a la Virgen María, en especial bajo esta la facete de su cooperación dolorosa a la Redención de Jesucristo.

Con el tiempo fueron muriendo, tan solo sobrevivió a todos ellos San Alejo, que fue el más conocido y el que pudo ver como se propagaba la Orden de la Virgen María con abundantes vocaciones por el mundo cristiano.

Pasados unos siglos, el 15 de enero de 1888, el Papa León XIII los elevaba a los siete a los alteres con la programación de Santos Fundadores de la Orden de los Servitas.

Publicado en Cuenca, 17 de febrero de 2020 y el 17 de febrero de 2024.

Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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